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Creo que tenemos un presidente de Aragón con déficit de sentido institucional. En 1978 su partido mostró poco entusiasmo autonomista en la votación del título VIII de la Constitución y ahora se está viendo obligado a ir de la mano de un partido contrario a las autonomías a las que se ha adaptado por imperativo constitucional y por exhibición de poder. Vox no se cuestionó seguir en la segunda institución de Aragón cuando rompió el Gobierno de coalición en julio del año pasado.
Lo que más delata al presidente Azcón, no obstante, es su actitud cotidiana de apuntarse el primero al cruce grueso y agresivo de críticas y descalificaciones a la oposición y al Gobierno de España, sin ponderar que es el presidente de todos los aragoneses. En los últimos tiempos con una vehemente fijación con Pilar Alegría.
Hace tiempo escuché a Iñaki Gabilondo definirnos a los aragoneses como españoles sin aspavientos. La definición no cuadra con nuestro presidente, menos aún cuando, como tantos otros responsables públicos de uno u otro color político, actúan como siervos digitales de los multimillonarios de Silicon Valley. Están legitimando que desde sus redes sociales se esté polarizando y dañando la confianza en la democracia a diario con mentiras, con excesos y con linchamientos políticos y personales jaleados por los del bando contrario de los que los están soportando.
Creo que Jorge Azcón no resiste institucionalmente la comparación con anteriores presidentes de Aragón de su partido como Santiago Lanzuela o Luisa Fernanda Rudi. Incluso en estos tiempos, en los que en la batalla política se antepone la destrucción del adversario al bien común, hay presidentes autonómicos de su partido, más reflexivos, que tienen presente que también representan a los que no les han votado. Supongo que se dan cuenta del temerario riesgo de alimentar aún más la desconfianza de los ciudadanos en la democracia.
En descargo de Azcón, hay que precisar que vivimos en un contexto de polarización sin precedentes y que Lanzuela y Rudi tuvieron al Par como compañero de baile en sus gobiernos. Contaron con un aval y un corrector aragonesista conservador sin la dependencia de Vox, un partido sin tradición autonomista alguna, machista, xenófobo, negacionista del cambio climático, enemigo de la cooperación al desarrollo y alineado con Trump. ¡Qué tiempos aquellos de los gobiernos Par-PP y PP-Par!
Desde la rama juvenil del PP, Nuevas Generaciones, el presidente Azcón destacó confrontando con los rivales políticos en las tertulias radiofónicas y televisivas, y en las declaraciones a los medios de comunicación. Algunos que le conocemos desde hace muchos años, percibimos desde fuera que se siente más cómodo golpeando dialécticamente como si aún estuviera en la oposición. Aunque esté presidiendo el Gobierno, le puede el instinto opositor. Eso sí, envuelto en campechanía y buen rollo.
Buen rollo que, como se comprueba en el portal de Transparencia, se está traduciendo en que su Gobierno esté regando espléndidamente con dinero público a agitadores digitales que no respetan la ética profesional, sin sede ni plantilla en la comunidad autónoma y próximos a la extrema derecha. Con toda prevención, me cuentan que la tele autonómica lleva camino de convertirse en una prolongación del ecosistema mediático madrileño de Génova y Ayuso con un cotidiano ir y venir en el AVE de contertulios que viven y trabajan en la capital de España. Estoy seguro de que con el Par en el Gobierno hubiera habido muro de contención aragonesista.
Primero Génova y la Moncloa, y después la presidencia de Aragón. El del presidente Azcón es un estilo de hacer política menos esforzado que el de cultivar su propia autonomía, tanto la personal como la presidencial. Por ejemplo, para ampliar el concepto de igualdad más allá de extender la bandera aragonesa más larga y de avivar los supuestos agravios que siempre vienen de Cataluña. El victimismo con los vecinos del Este es recurrente electoralmente desde la década de los 70 en Aragón. Veremos qué pasa cuando Feijóo necesite a Junts para ser presidente como Aznar necesitó a Pujol en su primera legislatura.
Algunos creemos que es más beneficioso para el interés general un concepto de igualdad asociado a la igualdad de oportunidades, por ejemplo para que los hijos de las familias con menos recursos tengan acceso a una educación que les permita, si así lo desean, llegar a ser profesionales cualificados en cualquier actividad, incluida la de altos funcionarios, abogados del Estado, jueces, notarios, registradores.
Un concepto amplio de la igualdad que persiga reducir las brechas sociales, económicas y de género, con becas, con subidas del SMI y de las pensiones, con contratos estables y mejora de las condiciones laborales, facilitando la promoción profesional de las mujeres y el acceso de los jóvenes a una vivienda digna, y con suficientes dotaciones presupuestarias para los servicios públicos esenciales y básicos como la educación, la sanidad, los servicios sociales y la protección de los ciudadanos.
Para eso nos movilizamos emocionados con la autonomía decenas de miles de aragoneses décadas atrás cuando el sentimiento y los partidos aragonesistas gozaban de buena salud. No podemos olvidar que, para financiar lo que nos iguala a todos, es necesaria la progresividad fiscal. Tampoco vendría mal la quita de deuda autonómica que ha rechazado el Gobierno de Aragón porque la oferta venía del Gobierno de España.
A pesar de todo, cuarenta y tres años después de la aprobación del Estatuto, la cosecha autonomista ha merecido mucho la pena. Mi reconocimiento al Premio Aragón 2025, Amado Franco, y al resto de distinguidos: la estación de Formigal, el director de la Fundación Santa María de Albarracín, Antonio Jiménez, el Teatro Olimpia de Huesca, el cuarto batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y el Centro Natación Helios, Medalla de las Cortes de Aragón.
¡Viva el acuerdo!
¡Viva la convivencia!
¡Viva Aragón!
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