Amaxofobia: las claves de dos expertos para frenar el miedo a conducir

Sentarse frente al volante supone, para algunas personas, todo un desafío. Aunque es normal sentir cierta preocupación al conducir, no lo es cuando genera ansiedad, angustia o nervios, síntomas que se esconden detrás de la amaxafobia, un nombre extraño que define el miedo a conducir y, aunque los síntomas pueden ser diversos, el resultado es el mismo: la fobia a coger el coche. Las estadísticas europeas nos dicen que se trata de una realidad que afecta a cerca del 30% de los conductores, según un estudio de la Fundación CEA (Comisariado Europeo del Automóvil).
En España, las cifras indican que “uno de cada cuatro conductores sufre algún tipo de ansiedad conduciendo, es decir, más de nueve millones de conductores sufren algún tipo de ansiedad, aunque solo un 4% de todos ellos no conducen por un tema más de fobia limitante incapacitante”, nos explica Cristina Rojas, profesora de formación vial, especializada en el miedo a conducir, desde la gestión emocional y el desarrollo personal.
Amaxofobia, una fobia con síntomas que bloquean
Desconfianza de las propias habilidades al volante, ansiedad cada vez que pensamos en conducir… Cuando hablamos de amaxofobia lo hacemos del miedo patológico a conducir, es decir, el miedo es tal que se apodera de la persona hasta el punto que le impide usar el vehículo. Como define Jorge Carrión Iniesta, psicólogo especialista en el tratamiento de la amaxofobia, hablamos de “un miedo a conducir intenso y limitante que, para ser considerado trastorno del comportamiento, a nivel psicológico, debe cumplir con algunos criterios para diferenciarse de un simple miedo a conducir”.
Estos criterios tienen que ver con la desproporcionalidad del miedo respecto al miedo real, que acabe provocando ansiedad o malestar intenso, que dure al menos seis meses y que sea limitante, es decir, que “interfiera de manera importante en distintas áreas de la vida de la persona, como el trabajo o su vida personal”, explica Carrión.
En estos casos, las personas suelen tener pensamientos irracionales o distorsionados sobre el hecho de conducir, y a menudo aparecen síntomas típicos de la ansiedad. También suele manifestarse con una conducta de evitar las situaciones temidas, “incluso pueden sufrir este malestar viajando de copilotos como pasajeros”, señala Carrión.
Este trastorno puede tener un impacto significativo en la vida diaria de quienes la padecen, que sufren ansiedad intensa, nerviosismo o incluso pánico al tener que ponerse al volante. Este miedo puede limitar su movilidad, sus oportunidades laborales y sociales, e incluso afecta su salud mental y emocional. Porque algunos pueden llegar a abandonar la conducción.
También puede ocurrir que haya personas que “sí conducen, pero evitan diferentes situaciones como autopistas, autovías, atascos, conducir de noche o con meteorología adversa, realizar estacionamientos…”, matiza Rojas, que explica que esto sí que tendría que ver a veces más con falta de seguridad y confianza y, en algunos casos, puede llegar a ser una falta de habilidad, o personas que no han conducido demasiado, a las que no les ha gustado, o que llevan mucho tiempo sin conducir.
Qué hay detrás de la amaxofobia
Aunque es fácil pensar que detrás de este miedo se esconden causas como haber sufrido un accidente de tráfico, desde su experiencia clínica, “esta suele ser la causa menos habitual”, afirma Carrión. En cambio, sí ha observado cómo otros aspectos pueden influir, y estos tienen que ver más con experiencias pasadas que provocan traumas o cierta vulnerabilidad psicológica, o personas que han sufrido crisis de ansiedad o pánico mientras conducen, u otras que desarrollan vulnerabilidad psicológica, con origen en edades tempranas, y que sufren problemas de ansiedad, miedo o autoestima.
Tándem psicología – formación vial, clave para superar la amaxofobia
¿Se puede superar la amaxafobia o el miedo a conducir? Los dos especialistas coinciden y afirman que sí, que se puede superar. Para Carrión, “las personas pueden aprender a tener otro tipo de respuestas ante la conducción; lo fácil o difícil que sea superarlo dependerá de las condiciones en las que se originó el problema, de la predisposición a superarlo y de la posibilidad de acceder a un tratamiento eficaz y adaptado a su caso particular”.
En este sentido, y desde el ámbito de la psicología, es fundamental saber gestionar los pensamientos irracionales, las respuestas de ansiedad y la conducta evitativa. La clave está, afirma Carrión, en trabajar las experiencias que han provocado esta respuesta de miedo intenso a conducir. “Cuando el cerebro deja de reaccionar con esta intensidad, las limitaciones empiezan a desaparecer”, matiza el psicólogo.
Hay varias maneras de trabajarlo, como la Terapia Cognitivo Conductual y la terapia EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares), que son, para Rojas, las más eficaces, junto con psicología aplicada a la conducción y un trabajo de exposición bien planificado.
Desde la formación vial se trabaja más la parte “de acompañamiento, de dar confianza y seguridad a la persona, de ofrecer herramientas para afrontar de forma progresiva las situaciones que puedan encontrar”, explica Cristina Rojas. Desde este ámbito se busca sobre todo en acompañar en situaciones que provocan malestar. El punto inicial, admite Rojas, es determinar qué se quiere conseguir e “ir afrontando progresivamente estas situaciones”, añade Rojas.
“Trabajamos en clases de reciclaje, acompañamos a personas cuando conducen y se ponen nerviosas en situaciones muy concretas, como en atascos, carriles de aceleración, estacionamientos, cuando tienen miedo a perderse o no saben si reaccionarán a una situación concreta del tráfico”, señala Rojas.
Para la experta, “sí se puede llegar a conducir con normalidad, aunque la tendencia es pensar que no; a medida que van ganando confianza y seguridad y ven que pueden gestionar una situación de tráfico, acaban conduciendo con normalidad”, incluso en personas que llevan más de diez años sin conducir, lo han vuelto a hacer normalmente.
Debemos tener en cuenta que evitar las situaciones que generan miedo no hace más que alimentarlo. Si nos asustan las autopistas, y las evitamos, el problema se retroalimenta: “Cuanto más tiempo pasa, la sensación de no ser capaces acaba provocando la reaparición de los síntomas desagradables”. Cada paso que se da, por pequeño que sea, es muy valioso. “Hay que hacer el camino inverso para que la conducción y el miedo no nos desborde”, concluye Rojas.
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