Europeos: a la calle que ya es hora

I.- El que no vea que las democracias sociales que hemos ido construyendo desde la II Guerra Mundial y la propia UE están en grave riesgo es que está ciego. Toda la política que está llevando a la práctica la presidencia de Trump –los desorbitados aranceles, el apoyo a los partidos de ultraderecha–; la agresividad de la Rusia de Putin en Ucrania o la real amenaza que supone el avance de la extrema derecha en los países de la UE, acreditan sobradamente lo que digo.
Trump no se limita a subir y bajar los aranceles como en un tiovivo y chantajear con ellos a diestro y siniestro. También manifiesta su intención de apoderarse de Groenlandia, territorio de Dinamarca/UE/OTAN, y lidera a nivel mundial no sólo una “internacional del odio” –como se dice–, sino algo mucho más concreto, a las fuerzas políticas que tienen un doble objetivo: acabar con la democracia social que rige en Europa y con la Unión Europea como modelo de integración, que en su opinión ha sido creada para “joder” a EEUU.
Por si fuera poco, tenemos un vecino en la Rusia de Putin, autoritario nacionalista radical que parece pretender recuperar, por lo menos en parte, el terreno perdido como resultado de la guerra fría. Poderosas fuerzas, sin duda, que en una extraña coyunda coinciden en el perverso objetivo de apoyar a las fuerzas más reaccionarias y ultras de Europa con la finalidad de destruir, desde dentro, la integración de ésta y retroceder a la “Europa de las naciones”, supuestamente “soberanas”, fácilmente dominables. Que en Alemania y Francia, países centrales de la Unión, los partidos de extrema derecha y antieuropeos ya sean los segundos, e incluso los primeros más votados, supone una amenaza existencial para la subsistencia de la propia UE.
II.- Ante este panorama, pueden darse diferentes respuestas y conviene ser claros para que la ciudadanía pueda escoger con conocimiento de causa. Podemos seguir como hasta ahora, es decir, situar el foco del peligro en una sola de las amenazas, la que supone la Rusia de Putin. Es decir, centrar el tema en el “rearme”, lanzado por la presidenta de la Comisión, no se sabe si para aumentar nuestra autonomía estratégica –lo que es necesario– o para ceder a las presiones de Trump y la OTAN. En mi opinión, este último es un camino equivocado, que divide a las fuerzas democráticas y no nos hace avanzar ni un centímetro. Por el contrario, lo que exige la urgente independencia de la UE es impulsar una mayor integración política, en cuyo marco, y no fuera de él, hay que mejorar con rapidez nuestras capacidades en seguridad y defensa disuasorias. Porque, como es obvio, no se trata sólo de armas, sino también de energía, de tecnología y de nuestro modelo social, único en el mundo, esto es, nuestra sanidad, educación, pensiones universales y públicas, en una palabra, los cuidados de los seres humanos y de la naturaleza. Esto es lo que está en juego y lo que esas fuerzas, ultraliberales en lo económico y autoritarias en política, quieren eliminar, mediante el conocido sistema de fulminar cualquier regulación y control, al tiempo que reducen los impuestos que son imprescindibles para sostener el Estado de bienestar.
III.- Este es pues el momento de avanzar en nuestra independencia como europeos, frente a quien nos desprecia, chantajea y margina. Es intolerable que una nación, supuestamente aliada, amenace abiertamente con quedarse, por cualquier medio, con un territorio de un país de la UE; que intervenga en procesos electorales de otros países o desate una guerra comercial que puede generar una grave crisis con efectos nefastos para las poblaciones.
A los europeos no nos interesan las guerras, que las hemos padecido de todos los colores y que sólo provocan muerte entre los humanos y destrucción en la naturaleza. Nos conviene, por el contrario, la fraternidad y la convivencia multilateral entre todos los pueblos de la tierra. Sin embargo, como este mundo en el que nos ha tocado vivir no está habitado, precisamente, por pacifistas, ni monjas de la caridad, tenemos que crear una Europa segura y capaz de valerse por sí misma frente a posibles amenazas y agresiones externas. Para garantizarlo tenemos que avanzar, sin demora, hacia una integración más estrecha en las cuestiones económicas, políticas y de seguridad, hasta un nivel en el que nuestra capacidad de disuasión sea realmente creíble. En este sentido es igualmente imprescindible lograr avances científicos y técnicos que sustenten, sin excesivas dependencias externas, la autonomía estratégica de la que tanto se habla. Mientras sigamos supeditados, en lo esencial, de energías, tecnologías y armas de otras naciones no seremos dueños de nuestro destino, ni tendremos asegurada esta UE democrática y social que hemos construido con tanto esfuerzo. Como tampoco podremos hacer frente a las crecientes tendencias racistas, xenófobas o negacionistas que nos están corroyendo.
Por todo ello es hora de unirse, organizarse y movilizarse en las calles y plazas por más Europa, por la democracia social y frente a los que quieren hacernos retroceder a los tiempos más oscuros del pasado. Empecemos por acudir a la concentración del día 11 de mayo a las 12 horas en la plaza de Callao.
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