Cinco de Mayo: la victoria de campesinos contra el mejor ejército del mundo que importa más en Estados Unidos que en México

Los franceses lo intentaron tres veces, una tras otra, con toda la artillería de la que disponían. Lo hicieron concentrando su ofensiva sobre el Fuerte de Guadalupe, convencidos de que bastarían un par de embestidas bien coordinadas para tomarlo. Pero no contaban con la respuesta feroz de los defensores, que los obligó a retroceder en cada intento.
Ese día, México se impuso al ejército más experimentado del mundo con soldados sin apenas formación militar, muchos de ellos armados con machetes. Todo ocurrió el 5 de mayo de 1862.
Los franceses lo intentaron todo pero subestimaron a quienes defendían el fuerte
La ciudad de Puebla fue el epicentro de una batalla que, aunque no cambió de inmediato el curso de la historia, sí alteró profundamente el ánimo del país. El ejército de Oriente, comandado por Ignacio Zaragoza, organizó sus posiciones en torno a los cerros de Loreto y Guadalupe, estratégicamente situados al norte.
La ofensiva francesa se desencadenó a las nueve de la mañana, después de semanas de avances desde Veracruz. En ese momento, el presidente Benito Juárez permanecía atento a los telegramas que llegaban al Palacio Nacional con noticias fragmentadas del frente.

El primer choque frontal lo contuvo un batallón de voluntarios indígenas procedentes de Tetela del Río, dirigidos por el coronel Juan Nepomuceno Méndez. Eran 115 hombres. Su resistencia fue decisiva para frenar el avance inicial. En paralelo, la brigada de Porfirio Díaz, formada por tropas de Oaxaca, Guerrero y Morelos, protegía la entrada a la ciudad por el camino de Veracruz. También participaron divisiones del Estado de México, San Luis Potosí y Puebla, cada una asignada a un flanco específico.
La coordinación fue fundamental, pero la clave estuvo en la determinación que mostraron todos aquellos hombres pese a que tenían las de perder.
Entre los jefes republicanos había también conservadores que decidieron cambiar de bando. Miguel Negrete fue uno de ellos. Se presentó ante Zaragoza para unirse a la defensa, y según se recoge en fuentes militares, explicó su decisión diciendo: “Yo tengo patria antes que partido”.
Un reflejo de las heridas abiertas por la Guerra de Reforma
La batalla no fue solo una respuesta táctica a la invasión francesa. Fue también una reacción a la crisis que el país arrastraba desde la Guerra de Reforma. Las potencias europeas aprovecharon el impago de la deuda externa como excusa para intervenir militarmente.
España e Inglaterra se retiraron tras dialogar con el gobierno de Juárez, pero Francia, con Napoleón III al frente, ignoró los acuerdos y lanzó su ofensiva para establecer un imperio afín en México.

Antes de llegar a Puebla, los franceses ya habían sufrido una derrota el 28 de abril en las Cumbres de Acultzingo. Aun así, siguieron su avance y confiaron en su superioridad militar. El general Lorencez decidió centrar su ataque en el Fuerte de Guadalupe, convencido de que bastaría una jornada para doblegar la defensa mexicana. A lo largo de la tarde, los asaltos se repitieron sin éxito. A las 17:49, llegó el parte definitivo a Ciudad de México.
El informe, firmado por el propio Zaragoza y dirigido al ministro de Guerra, resumía lo ocurrido durante el enfrentamiento y decía lo siguiente: “Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del Cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente de izquierda y derecha durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de 4,000 hombres, frente al cerro de Guadalupe, fuera de tiro”.
Una victoria momentánea que no evitó el Imperio francés
Pese a que los franceses acabarían tomando la capital un año después, la victoria del 5 de mayo sirvió para elevar la moral del país y retrasar su avance. Tras ocupar Ciudad de México en 1863, Francia instauró un imperio dirigido por Maximiliano de Habsburgo, con el respaldo del bando conservador.
El emperador llegó con la intención de consolidar un nuevo orden político, pero encontró un país dividido y una resistencia constante, especialmente en el centro y sur del territorio. La intervención extranjera, cada vez más impopular, fue debilitándose conforme avanzaba la oposición al régimen imperial.

A pesar de la imposición del nuevo régimen, la resistencia republicana se mantuvo activa y, en 1867, el emperador fue capturado y fusilado en Querétaro, lo que permitió la restauración del gobierno de Benito Juárez. Ese desenlace marcó el final definitivo del proyecto imperial y consolidó la soberanía del Estado mexicano frente a las potencias europeas.
Una fecha que pasó de la trinchera a convertirse en símbolo de identidad
El enfrentamiento en Puebla fue una muestra de organización frente a la adversidad y de unidad en un momento marcado por la división política. La batalla también confirmó el valor estratégico de la resistencia local, en la que participaron desde oficiales formados hasta campesinos sin experiencia militar. Uno de los factores que más influyó fue la colaboración entre diferentes regiones del país.
Con el paso del tiempo, este combate adquirió un valor simbólico como ejemplo de soberanía. En Estados Unidos, especialmente en comunidades de origen mexicano, el 5 de mayo ha tomado fuerza como expresión cultural. Sin embargo, el centro de todo sigue siendo aquel día de 1862 en el que, contra todo pronóstico, un ejército sin ventaja logró frenar a uno de los más poderosos del momento.
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