Ni la edad ni la oscuridad dañan sus ojos: así resisten los tiburones de Groenlandia hasta 400 años sin perder visión

La alta concentración de ácidos grasos poliinsaturados en los ojos de estos tiburones permite que sus fotorreceptores funcionen incluso en temperaturas gélidas

Héctor Farrés

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No tienen párpados, pero pueden vivir más de cuatro siglos con los ojos intactos. Tampoco parpadean, aunque sobreviven en la más profunda penumbra sin perder visión. Se desplazan a más de mil metros bajo el mar, entre corrientes heladas y sin rastro de luz, y siguen viendo. Aunque sus ojos a menudo están cubiertos por parásitos, no se quedan ciegos. La agudeza visual convive con el animal más longevo del planeta.

Durante mucho tiempo se creyó que los tiburones de Groenlandia eran prácticamente ciegos. Habitan en el fondo del océano Ártico, en un entorno tan oscuro que parecía imposible pensar que conservaran la vista. El hallazgo de parásitos anclados a sus córneas reforzó aún más esa hipótesis, que llevaba décadas sin ponerse a prueba. Sin embargo, los estudios más recientes sobre su sistema visual han desmontado por completo esa idea.

Sobrevivir en la oscuridad no les ha quitado la vista

Un equipo internacional analizó los ojos de varios ejemplares adultos que habían vivido durante siglos. La primera sorpresa llegó al observar que, pese a la antigüedad de las muestras, las retinas estaban completamente conservadas. No presentaban signos de degeneración, una característica habitual en especies de larga vida. Se identificaron todas las capas retinianas intactas: desde los fotorreceptores hasta las células ganglionares.

Las investigaciones incluyeron análisis genéticos, observación celular y espectrometría. Entre los hallazgos más llamativos, se confirmó que el genoma de estos tiburones contiene todos los genes necesarios para la visión en condiciones de baja luz. Además, se detectó que el gen rh1, esencial para captar longitudes de onda cortas, muestra una sensibilidad adaptada al azul profundo, el único tipo de luz que logra filtrarse en las profundidades que habitan.

Para comprobar si el sistema visual funcionaba de forma activa, los investigadores analizaron la expresión genética en las células retinianas. El resultado fue claro: los genes responsables de la visión en la oscuridad estaban activos y con niveles de expresión comparables a los de otros tiburones más jóvenes y que viven en aguas menos profundas. En palabras del estudio, se trataba de “un sistema visual funcional, íntegro y adaptado al entorno”.

Ver sin luz también es cuestión de actividad celular

Aunque muchas especies que viven en la oscuridad tienden a perder la vista o incluso prescinden completamente de ella —como ocurre con ciertos peces de cueva—, este tiburón ha seguido otro camino. Sus retinas son densamente pobladas por bastones alargados, un tipo de célula especializada en la visión escotópica, es decir, con poca luz. Los conos, en cambio, casi han desaparecido: varios de sus genes están inactivos o convertidos en pseudogenes.

Además del tipo de células, también importa su organización. En este caso, se observó que las células retinianas muestran marcas epigenéticas asociadas a una alta actividad transcripcional. La presencia simultánea de cromatina activa y represiva en los núcleos indica que la retina se mantiene metabólicamente funcional, incluso en ejemplares centenarios. Eso refuerza la idea de que su visión no es solo estructural, sino operativa.

El estudio también analizó los lípidos presentes en sus ojos. Se encontró una altísima proporción de ácidos grasos poliinsaturados, como el DHA, esenciales para mantener la fluidez de las membranas celulares y el funcionamiento de la rodopsina. Esta composición química contribuye a que sus fotorreceptores sigan funcionando incluso en temperaturas extremadamente bajas.

Otro de los elementos que podría explicar esta longevidad visual es su sistema de reparación genética. Los investigadores centraron parte de sus análisis en el complejo de reparación del ADN ERCC1-XPF, asociado al mantenimiento de la salud retiniana. En este tiburón, se confirmó la presencia de los genes implicados y, además, su expresión era más elevada que en otras especies de tiburón con menor esperanza de vida.

Todos estos datos dibujan una conclusión clara: pese a vivir en total oscuridad, con temperaturas bajo cero y durante más de 400 años, este tiburón no se queda ciego. Su sistema visual está vivo, activo y adaptado a condiciones que destruirían la visión en la mayoría de vertebrados. La idea de que en la profundidad no hay luz ni vista se queda corta cuando se observa lo que ocurre dentro de sus ojos.

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