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CV Opinión cintillo

¡Joder, Felipe! Sánchez caza mas ratones que tú

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En los últimos días hemos escuchado nostalgias sobre un socialismo o una socialdemocracia que el actual Gobierno de coalición en España estaría traicionando. Se trata de ese socialismo que gobernó durante casi 14 años ininterrumpidos con millones de votos, entre otros con el mío.

Algunos arguyen que hay una cierta desviación hacia lo superfluo en detrimento de lo importante, sin que precisen que es tal cosa. Se trataría de poner demasiado énfasis en la defensa de colectivos y minorías que han estado marginadas por su orientación sexual, en la defensa de un ecologismo que pone en riesgo el crecimiento, en definitiva, de sumarse a ese llamado movimiento woke que no responde, según ellos, a la esencia del socialismo. Sin embargo, si ha habido un Gobierno que ha establecido como estructural una política de defensa de esos derechos ese es el de José Luís Rodríguez Zapatero, mucho más, qué duda cabe, que el de Sánchez.

Otros ponen el acento en la estructura vertical del partido socialista, en el poder absoluto o absolutista de su Secretario General que no deja espacio a la discrepancia interna. Y lo dicen, qué curioso, públicamente y con potentes altavoces los discrepantes. Porque, claro está, que antes de Sánchez la democracia en el partido y la capacidad de crítica sin consecuencias para el autor o autora de las mismas era la divisa de la casa. ¿Verdad? Y si nos fijamos en otros, que se lo pregunte a Pablo Casado.

También los hay que se arrepienten de haber dado la voz a la militancia en la elección de sus dirigentes mediante un proceso de primarias, de nuevo aquí nos podría ilustrar el referido Casado. Pero el argumento no es el sincero reconocimiento de que la militancia no ha elegido lo que yo pretendía y, por tanto, la fórmula de apariencia democrática que me permitiría imagen y poder al mismo tiempo me ha salido mal; sino poner cínicamente en cuestión un sistema que se dice da demasiado poder al así elegido y aplaca cualquier posibilidad de discrepancia, debate y propuesta.

Los más ponen el acento en España, sometida a acuerdos con los independentistas catalanes y bilduetarras que trabajan por romper nuestra patria y a los que se les conceden lo que piden por llegar y mantenerse en el poder el pérfido Sánchez. Da igual la hemeroteca con declaraciones tan vergonzantes -no solo por su contenido, sino por la clamorosa claudicación ideológica de su pronunciante- como la del movimiento vasco de liberación nacional. Da igual haber alcanzado acuerdos con Pujol en el Magestic para lograr la investidura o conseguir la alcaldía de Vitoria con los votos de los herederos de los terroristas: Pedro Sánchez es el culpable de todo lo malo, que bien visto, solo está y ocurre en la cabeza de tanto profeta de lo apocalíptico, pero aquí lo que importa es centrarse en los nostálgicos del “verdadero” socialismo, los que también pactaron para alcanzar el poder con las minorías vascas y catalanas sin que entonces se pusiera en cuestión la igualdad entre los españoles.

En esta deriva patriótica nacionalista española, espejo del despropósito independentista catalán, acabamos de escuchar gravísimas acusaciones contra el Tribunal Constitucional por su sentencia sobre la ley de amnistía, emanada de las Cortes españolas: Felipe González primero y luego el que parece su Page han cargado contra el Secretario General del PSOE, al que se recomienda no volver a votar como candidato a lo que sea, y contra el Tribunal Constitucional, mientras se mantiene un cómplice silencio ante elocuentes casos de lawfare. Sin embargo, el Secretario General del socialismo español lo es por decisión libérrima de su militancia y pese a las “recomendaciones”, ya entonces, de los referidos esencialistas; y respetar las sentencias, sobre todo del intérprete de la Constitución, debería ser la primera obligación de quienes tan preocupados se muestran, como Page y como yo, por el respeto a las instituciones democráticas.

Pero volvamos al principio, a ese socialismo puro, de raíz que está siendo malbaratado. ¿Cuál será, me pregunto? ¿El que claudicó ante las proclamas neoliberales de Reagan y Thatcher? ¿El que se inventó terceras vías para mantener una apariencia de distinción frente al discurso de la derecha, pero tenía claro que lo primordial era cazar ratones, como proclamó Felipe González tras un viaje a China?

Siempre he pensado que la justicia social, la igualdad, la defensa de los valores y principios del socialismo democrático requerían de una política económica de éxito para alcanzar su cumplimiento y, lo más importante en democracia, la aceptación de los ciudadanos. El neoliberalismo sin reglas, con bajadas de impuestos, con menos derechos laborales y sociales, con menos poder sindical ha sido un reclamo para la inversión, para la localización de industrias, para el crecimiento económico desigual, sí, pero para el crecimiento. Y, por tanto, un hándicap en el cumplimiento del programa y el ideario socialista.

Hoy, en España, pese a tantas dificultades geopolíticas, pese al resurgir de un nacionalismo destructor, pese a las dislocaciones mentales de un anarcoliberalismo que equipara cerveza y libertad tenemos éxito en lo económico para hacer posible un programa socialista. Crece nuestro PIB, baja nuestra deuda y nuestro déficit, tenemos más empleo que nunca, más derechos, más justicia social, más igualdad, más protección y más capacidad para competir porque hemos aprovechado las oportunidades, hemos contribuido a crearlas y hemos generado ventajas frente a nuestros competidores.

Felipe González hizo cuanto pudo en la defensa de un ideario y en la modernización de una España en los que creía, como Zapatero y ahora Sánchez. Pero habrá que reconocerlo, como este último nadie ha cazado más y repartido mejor los ratones

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