Sin salarios dignos no hay impuestos, sin impuestos no hay bienestar
En el País Valenciano hablamos mucho de la necesidad de una “financiación justa”. Pero esa reivindicación, siendo legítima, no debe hacernos perder de vista una cuestión aún más profunda: no basta con pedir más recursos si no transformamos nuestra economía para generarlos de forma estable y sostenible. Porque, sin una base productiva sólida, la financiación justa de hoy puede ser el recorte inevitable de mañana.
Pongamos los pies en el suelo. El estado del bienestar se sostiene, sobre todo, con impuestos. Y esos impuestos no vienen de la nada. Vienen de la actividad económica, de las empresas que generan valor añadido y, sobre todo, de salarios dignos que permiten una recaudación suficiente. Lo demás es humo.
Aquí entra en juego la industria, que no es un sector cualquiera ni un residuo del pasado. Es la fuente de riqueza de cualquier economía avanzada que quiera ofrecer empleos estables, salarios decentes y una fiscalidad robusta. Sin industria, lo que queda está más cercano a la precariedad. Y la precariedad, por muy repartida que esté, no sostiene ni la sanidad, ni la educación, ni los cuidados, ni la justicia social.
En el País Valenciano lo sabemos bien. La industria ha mantenido durante décadas comarcas enteras. Ha fijado población, ha generado empleo, ha permitido salarios con los que construir comunidades vivas. Donde hay una fábrica, hay trabajo. Y donde hay trabajo, hay escuela, hay centro de salud, hay servicios. Hay vida.
Por eso, desde CCOO Industria PV decimos alto y claro que defender la industria es defender el país. No vale con declaraciones bienintencionadas ni con pactos sin presupuesto. Necesitamos una estrategia de verdad, con inversión pública, con apoyo a la innovación, con condiciones laborales dignas, con políticas industriales que no abandonen nuestros sectores productivos tradicionales ni nuestras comarcas interiores.
Y necesitamos también un nuevo relato, uno que vincule directamente los derechos sociales con el trabajo productivo que los hace posibles. Porque no se puede tener una atención primaria fuerte si nuestra economía se basa en contratos mileruistas. No se puede cuidar a la gente mayor con empleo temporal. No se puede sostener una educación de calidad con un mercado laboral desregulado. Sin salarios decentes, no hay impuestos suficientes. Y sin impuestos suficientes, no hay bienestar.
En lugar de seguir improvisando a corto plazo, necesitamos un acuerdo estructural. Un pacto industrial, fiscal y social que entienda que la justicia territorial, la igualdad y la sostenibilidad solo serán posibles si hay una economía que las haga viables. Y eso implica volver a mirar la industria no como un problema, sino como una solución. No como un lastre, sino como una palanca.
Este sindicato no puede dejar de mirarse también hacia dentro. Reivindicar derechos sigue siendo esencial, pero hoy más que nunca debemos volver a poner el foco en las condiciones materiales que los hacen posibles. No basta con pedir más recursos, tenemos que hablar también de cómo se generan. Y eso nos obliga a defender con decisión el empleo industrial y una economía productiva que sustente el bienestar, para recordar algo esencial, aunque a veces moleste: sin industria no hay salarios, sin salarios no hay impuestos, y sin impuestos no hay país.
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