Raúl Lardiés: “En el mundo rural se tolera y se acepta más que en las zonas urbanas la llegada de población extranjera”

El geógrafo Raúl Lardiés de la Universidad de Zaragoza, e investigador principal del proyecto Matilde sobre Integración de los inmigrantes en las zonas rurales y de montaña europeas, señala que “en el mundo rural, se tolera y se acepta más que en las zonas urbanas la llegada de población extranjera”.
En esta entrevista para elDiario.es, analiza cómo la inmigración está incidiendo en territorios que, en muchos casos, sufren despoblación y falta de relevo generacional. Lejos de ser un fenómeno homogéneo, Lardiés destaca la diversidad de perfiles migratorios que llegan a Aragón y la manera en que se insertan en el tejido económico y social de cada territorio.
Además, explica cómo factores como la falta de mano de obra nacional en ciertos sectores, la disponibilidad de empleo no cualificado o la dificultad para acceder a vivienda en núcleos pequeños condicionan tanto la llegada como la permanencia de estas personas.
¿Por qué considera que las personas migrantes llegan hasta el medio rural?
El fenómeno de la inmigración de personas extranjeras se concentra, sobre todo, en municipios de más de 10.000 habitantes. En España, estamos hablando de un 3-4% del total de los extranjeros que viven en zonas rurales. En Aragón, tenemos una peculiaridad y contamos con un porcentaje mucho mayor. Un 17% se concentra solo en municipios de menos de 2.000 habitantes. La presencia de extranjeros en zonas rurales en Aragón tiene mucha importancia y, en proporción, es muy superior a la media española.
¿Qué oportunidades se ofrecen en estas zonas más rurales?
En el medio rural hay un problema, y es la falta de mano de obra para muchas actividades económicas. Hoy en día estamos asistiendo a una emigración de jóvenes formados y, en muy poca medida, regresan a las zonas rurales a las que pertenecen después de haber adquirido una mayor formación. Se debe a que no hay oferta relacionada con lo que estudian. Sin embargo, sí hay muchísimo puesto relacionado con el pequeño comercio y el comercio de proximidad, como carnicerías, fruterías o peluquerías. También sucede en las labores de agricultura y ganadería. Todo este empleo su cubre con la llegada de extranjeros.
¿A qué considera que se debe?
Es un empleo estacional, por lo que es muy demandante en épocas y momentos concretos. La mano de obra nacional ya no quiere optar a determinados empleos de tipo manual, vulnerables o que requieren un esfuerzo físico mayor. Por el contrario, hay personas que vienen que, por distintas razones, no pueden trabajar en lo suyo. Ya sea por la falta de homologación de titulaciones o falta de permisos administrativos. Y, como quieren trabajar y demandan empleo, ocupan esos espacios donde se necesita Además, en el medio rural, hay muchos empleos que no requieren una especial cualificación y estas personas son las que están disponibles a diferencia de los nacionales.
¿Ha cambiado el perfil de las personas que migran?
Se podría decir que sí. La llegada de personas extranjeras es algo que va cambiando y se va modificando. En los últimos cuatro o cinco años, se están activando los flujos de personas que vienen de Venezuela o Colombia, así como de personas que vienen en busca de protección internacional y asilo. Los rumanos ahora están teniendo mucho menos peso porque muchos han retornado. En Aragón, por ejemplo, ahora hay menos de los que había.
Todo va en función de los conflictos, guerras y problemas geopolíticos internacionales. Pasó en 2015 con las personas sirias y, más tarde, con la guerra de Ucrania. Los flujos internacionales son variables y van dependiendo de la situación en la que están sus países de origen. No obstante, marroquíes siempre ha habido y siguen viniendo, por lo que están a la cabeza de las llegadas.
¿Y hay diferencias en las zonas rurales?
En las zonas rurales sí hay diferencias. En Aragón, por ejemplo, en las zonas más turísticas de las comarcas del Pirineo, predominan más las personas que llegan de Latinoamérica porque el factor de la lengua les facilita estar en trabajos de cara al público, como hostelería. Por otro lado, en Monegros, hay mucha inmigración de carácter africano que llegan para trabajar en el campo. No es todo lo mismo, sino que, en función de los territorios y de las posibilidades económicas que ofrece cada territorio, hablamos de unos inmigrantes u otros. Estos se van amoldando un poco a las características de cada territorio y a las opciones disponibles.
¿Siente que quieren y les gusta vivir en estas pequeñas localidades?
Hemos comprobado que muchas personas extranjeras prefieren vivir en pequeños pueblos que en las ciudades porque proceden de zonas rurales de sus países de origen. Sin embargo, como se tienen que desplazar a las cabeceras comarcales por tema de accesibilidad, vivienda o servicios, no tienen la opción de residir en los municipios con menos de 10.000 habitantes. En muchos pueblos pequeños nadie vende ni alquila una vivienda, por lo que acaban todos en Jaca, Sabiñánigo, Alcañiz o Caspe.
¿Cómo les reciben las personas de esos territorios?
En España, la inmigración no se percibe hasta ahora como un gran problema. Somos un país que más o menos toleramos y no tenemos ningún problema de convivencia con los inmigrantes. Pero es verdad que, en las zonas rurales, cuando se conoce realmente a los que llegan de fuera, se les acepta en mayor medida. En la ciudad quizás es más difícil ese contacto porque hay más población y no se llega a conocer a fondo a personas de otros países. Al final, en los pueblos pequeños la convivencia es mayor y mucha población local nos ha reconocido el papel que hacen las personas que llegan, ya que, gracias a ellos, hay cuidadores, nuevas familias, más niños, se mantienen empleos…
Es cierto que vivimos en unos tiempos en los que hay determinados grupos o sectores que están en contra de la llegada de inmigrantes, pero, en general, no es un problema. En el mundo rural, se tolera y se acepta más que en las zonas urbanas la llegada de población extranjera.
¿Hacia dónde tendrían que ir las políticas?
Hace unos años se hablaba de los inmigrantes como los salvadores del mundo rural. Ellos tienen los mismos problemas y sus propias aspiraciones sociales, económicas y laborales. Manifiestan los mismos problemas y necesitan los mismos servicios que todo el mundo. No hablamos de que ellos necesitan algo diferente, sino que en todas las zonas rurales se necesita lo mismo. De la noche a la mañana no podemos mejorar la situación de todos los pequeños pueblos de Aragón y de España, habría que ser selectivo para mejorar los servicios e infraestructuras.
¿Y qué pasará en el futuro si no se interviene?
Los pequeños pueblos que están en agonía demográfica no se van a poder mantener en el tiempo. Ni los nativos ni los inmigrantes salvarán a esos pequeños pueblos que, cuando muera la generación que ahora tiene entre 80 y 90 años, se van a quedar en muerte biológica. Lo que habría que hacer sería fortalecer políticas de vivienda para todo el mundo y mejorar los procesos de concesión de residencia, en este caso para las personas migrantes. Muchas veces tienen que estar en un limbo administrativo sin poder trabajar porque se pegan años esperando a una autorización para ello. También estaría bien que se les homologara un título académico para que puedan trabajar utilizando la formación que traían de su país. Hay problemas que son puramente propios de los inmigrantes, pero luego hay que tomar medidas a nivel general. Hay que mejorar las condiciones de vida, ofrecer viviendas sociales a precios asequibles o dotar de recursos para que la población joven pueda formarse y quedarse en el territorio.
¿Cómo valoras proyectos como el de Burbáguena de Accem?
Algunas entidades sociales como Accem están implantando algunos de estos dispositivos de alojamiento en el medio rural. Y se valoran de manera muy positiva. No hay ningún problema en el pueblo, sino al revés. Se ofertan empleos, no hay conflictos, se crea masa social y población… Se llevan a cabo iniciativas puntuales en algunos municipios porque es importante estar en los 700 que tiene Aragón. Pero confiamos en que eso se puede ir ampliando y pueden ser muy positivas para todo el mundo. Hay que hacer lo posible porque ese empleo que se les ofrece cuando llegan a pueblos como Burbáguena, se mantenga y que esas personas, cuando salgan del sistema de protección, puedan continuar allí trabajando. Hay que crear condiciones óptimas para que sigan viviendo en el medio rural. Porque al igual que les pasa a los nacionales, la movilidad de los extranjeros también es elevada. Al final, se van a trabajar allí donde sus condiciones son mejores.
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