'A cobijo': vivir fuera del mercado para habitar en comunidad

En un contexto de precios disparados y crisis de acceso a la vivienda, un grupo de personas en Zaragoza ha decidido dar un paso al margen del mercado tradicional. Y lo hacen a través de ‘A cobijo’, una cooperativa sin ánimo de lucro que impulsa un modelo de vivienda alternativo, sostenible, colectivizado, asequible y basado en la cesión de uso.
“Esto surgió en la pandemia por un grupo de familias que estaban de alquiler en el mismo edificio”, recuerda Ana, una de las integrantes de la cooperativa, sobre esta iniciativa transformadora en la que ahora están 18 unidades de convivencia embarcadas.
Inspiradas por proyectos como Entrepatios (Madrid) o La Borda (Barcelona), ‘A cobijo’ promueve este modelo alternativo de cesión de uso que, lejos de la propiedad o el alquiler, aboga por el uso indefinido, colectivo, no especulativo y desvinculado del precio del mercado.
En palabras de Aránzazu, otra de las integrantes, “esta idea al principio se veía rara porque no era conocida”, pero, cunado hicieron su presentación en el Centro Cívico de Delicias en 2021, “acabaron apuntándose más familias, con un perfil intergeneracional y diverso”.
“Nosotros no somos un proyecto orientado al retiro o a la jubilación como otros modelos de otras ciudades. Aquí hay familias, personas solas, parejas…”, explica Montse, que se incorporó hace poco más de un año a esta cooperativa en la que, a pesar de haber altas y bajas por distintas situaciones vitales, tienen un propósito común.
La cesión de uso como alternativa
El modelo de vivienda cooperativa en cesión de uso no es ni propiedad ni alquiler. En este caso, la cooperativa es la titular de las viviendas y cede su uso a las personas socias por tiempo indefinido, de tal forma que pueden elegir hasta cuándo quieren quedarse en este edificio.
“La propiedad no es individual de cada familia, sino que es colectiva. Eso hace que no se pueda vender, ni alquilar ni especular con esa vivienda”, aclara Montse, quien añade que las personas socias pagan una aportación inicial, retornable si abandonan el proyecto.
Esta aportación se suma a una cuota mensual ajustada al coste real de la vivienda y no al precio de mercado, por lo que “se ofrece una mayor estabilidad y flexibilidad al no depender del mercado inmobiliario”.
Este enfoque permite además que los precios de alquiler en la ciudad disminuyan, generando un impacto positivo también en el entorno. “Allí donde se reconoce este modelo, los alquileres bajan”, remarca Aránzazu.
Arquitectura colaborativa y vida comunitaria
En este momento, desde ‘A cobijo’ trabajan junto a un estudio de arquitectura en el diseño de su futuro edificio, que estará ubicado en el barrio de El Rabal. Y para llevar a cabo todo el trabajo, de manera organizada y consensuada por todos, la cooperativa se organiza por comisiones que tienen como fin la apuesta por una vida comunitaria que va más allá del hogar.
“No dejamos para los espacios comunes lo que sobra, son tan protagonistas como las viviendas. Hay pensadas salas polivalentes, una lavandería común, varias zonas de reunión…”, explican.
Además, buscan cooperativizar aspectos clave del día a día, como la energía, la telefonía o la alimentación. “Queremos hacer una comunidad energética en el barrio y compartir recursos con gente de fuera de la cooperativa. Los objetivos son cooperativizar, abaratar, compartir y colectivizar al máximo para vivir de forma más sostenible”, indica Aránzazu.
En este sentido, el proyecto mantiene una fuerte vocación ambiental. Apostarán por la creación de una comunidad energética con placas solares y estudian instalar un sistema de doble circuito de aguas grises. “Queremos hacer todo lo posible, aunque la sostenibilidad sea cara”, reconoce Aránzazu. Por ahora, instalarán la infraestructura y dejarán el depósito pendiente, a la espera de poder asumir ese coste en el futuro.
Montse lo resume con claridad: “Queremos autosuministrarnos en la comunidad y utilizar materiales sostenibles en la medida que podamos”.
Este enfoque también alcanza los cuidados, ya que, según añade, están viendo cómo este tipo de comunidades pueden ser, a medio plazo, una alternativa a las residencias. “Queremos cuidar y cuidarnos, no solo vivir juntos”, añaden las tres.
El reto de la financiación
Sin embargo, una de las grandes barreras a las que se enfrentan es la financiación, ya que, al ser la primera generación de la cooperativa, deben poner una aportación inicial y pagar un crédito hipotecario.
Según reconoce Aránzazu, esto tiene un mayor sentido a largo plazo, cuando ese crédito esté pagado y solo haya que asumir la cuota de uso mensual, que estará al nivel de una vivienda de protección oficial.
Por eso, el apoyo de entidades como COP57, cooperativa de crédito ético, ha sido fundamental. En su caso, esta entidad recoge el ahorro de gente que quiere que su dinero tenga un impacto social y ambiental lejos de las bancas tradicionales.
“Son nuestros aliados y nos acompañan financieramente, pero estamos todavía trabajando para encontrar el equilibrio y el mejor camino posible”, subrayan, además de pedir un mayor reconocimiento institucional y el desarrollo de una legislación adaptada al modelo de cesión de uso.
Actualmente, tal y como explican, ni las administraciones ni la normativa lo contemplan claramente, a pesar de que “todos los beneficios que tiene el alquiler debería tenerlos este modelo”.
En Aragón, se está redactando la nueva Ley de Vivienda, y desde REAS (Red de Economía Solidaria) y la propia cooperativa se está haciendo incidencia política para lograr su inclusión. “Queremos que se nos reconozca como una opción más. No venimos a sustituir nada”, afirma Montse.
Ana añade: “No tenemos problema en buscar ayuda externa cuando hace falta. Intentamos que todas las decisiones se tomen en consenso y sin que nadie sienta que su opinión no cuenta”.
Una alternativa real a futuro
A pesar de las dificultades y de no ser un modelo extendido en la comunidad, ‘A cobijo’ mantiene firme su visión: “Lo vemos como una oportunidad para vivir de manera alternativa y mejor”.
“Conforme vamos dándonos a conocer, hay muchísimo interés”, señala Montse, quien también sostiene que “hay ganas de otras cosas más viables” porque “desarrollarte en la vida está complicadísimo”.
De hecho, para ella, cuando este edificio esté construido habrá un “boom” de personas que quieran sumarse a este modelo de vivienda porque “se verá como una opción real y que funciona más allá del proyecto”.
“Tenemos una ilusión común de cómo queremos vivir. Esto no va solo de construir viviendas. Es otra forma de estar en el mundo”, concluye.
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