Días de Empresa es un espacio en el que eldiarioand quiere contar las historias de las empresas andaluzas. Cómo discurre sus días, cómo nacen y cómo se consolidan, y cómo, desde aquí, desde Andalucía se construye sociedad a través de las iniciativas empresariales.
Bidafarma, valores cooperativos en la distribución de medicamentos: “Detrás de cada pedido hay personas esperando su medicina”

“Detrás de cada pedido hay personas esperando sus medicinas”. Que cualquiera, en cualquier pueblo o barrio, reciba sus medicamentos en tiempo y forma no es fruto del azar: es una pieza fundamental de un sistema sanitario que aspira a la equidad. En España, ese principio se sostiene en gran parte gracias a redes logísticas como la de Bidafarma, una cooperativa farmacéutica que garantiza que todas las farmacias —grandes o pequeñas, urbanas o rurales— accedan a los mismos productos en igualdad de condiciones. La justicia sanitaria no empieza en la consulta, sino mucho antes: en un almacén donde se preparan cubetas, se revisan códigos y se mueven miles de medicamentos cada hora.
Bidafarma está integrada integrada por más de 8.800 farmacias socias. Surgida en 2016 tras la fusión de doce cooperativas regionales —entre ellas la histórica Cecofar— se ha convertido en el operador con mayor crecimiento del sector en España, con 32 centros de distribución repartidos por 36 provincias y una cuota de mercado del 28,95%. En 2024, la cooperativa alcanzó 2.960 millones de euros en ventas y un beneficio neto de 21 millones, que reinvierte íntegramente en infraestructuras, innovación, digitalización y servicios de apoyo a las farmacias.
Una planta que no duerme
En Sevilla, uno de los centros más importantes de la red, trabajan más de 200 personas organizadas en tres turnos diarios. Solo cierran dos días al año: el 25 de diciembre y el 1 de enero. El almacén abastece a 870 farmacias de la provincia en 96 rutas distintas, y gestiona un stock valorado en casi 30 millones de euros. Cada dos horas salen de allí unas 6.000 cubetas, preparadas con precisión quirúrgica.

Pasillos largos, estanterías que se alzan hasta el techo, cintas transportadoras que cruzan el espacio en varios niveles y una mezcla de automatización y trabajo manual marcan el ritmo. No hay lugar para la improvisación. Aurora Hernández, directora técnica del centro, lo deja claro: “Aquí el objetivo es que no falle nada. Que llegue todo, a tiempo y en condiciones”.
El reparto se organiza en dos ciclos: por el día, se preparan los pedidos para las farmacias que cierran a mediodía. Por la noche, para las que lo hacen a las nueve. Y además, durante la madrugada, se envía mercancía a otros centros de Bidafarma en Andalucía Occidental y Extremadura que tienen faltas de stock.
El detalle técnico, al milímetro
Buena parte del almacén está automatizado, pero hay tareas que requieren experiencia, precisión y trabajo manual. María, operaria desde hace casi una década, trabaja en el departamento de estupefacientes, aunque ha pasado por varias áreas. “No todo lo hace el robot. En muchas zonas, somos nosotros los que revisamos, cogemos el producto y lo colocamos en la cubeta”, cuenta. Sus turnos son rotativos: una semana de mañana, otra de tarde. “No te aburres. Siempre estás aprendiendo, y eso me gusta”.

Desde su puesto, María también gestiona devoluciones, atiende llamadas de farmacias y ayuda donde hace falta. Estudió pedagogía, pero su carrera dio un giro inesperado. “Aquí el trabajo tiene sentido. Sabes que hay alguien esperando ese medicamento”.
Mari Carmen González, por su parte, supervisa todo lo que entra y sale. Su función es aplicar y garantizar el cumplimiento de las Buenas Prácticas de Distribución: control de temperaturas, protocolos de recepción, trazabilidad, formación del personal, medidas de seguridad. “Estamos gestionando medicamentos, un producto muy delicado, y hay una normativa internacional muy clara que lo regula todo y que hay que cumplir”, explica. Mari Carmen reconoce que su trabajo es exigente, pero lo defiende con convicción. “No vemos al paciente, pero sabemos que está al otro lado. Cada caja que sale puede marcar la diferencia para alguien”.
Ser una cooperativa marca la diferencia
Andrés Rodríguez, Regional Operation Manager en Andalucía Occidental, conoce Bidafarma desde dentro. Comenzó como director técnico en Sevilla y ahora coordina a nueve centros. “Aquí el servicio está por encima de la rentabilidad. Si una farmacia comete un error en el pedido o necesita algo urgente, se le manda igual. Aunque esté en la sierra. Aunque no compense”, explica.

Ese principio responde a la naturaleza cooperativa de la empresa. “El socio no es un cliente. Es parte de la casa. Y eso se nota. Nos llaman, nos escriben, nos consultan. Y siempre respondemos”, afirma. Durante el proceso de fusión de las cooperativas que dio origen a Bidafarma, Andrés fue uno de los encargados de integrar el sistema operativo común. “El espíritu era el mismo en todas: cercanía, servicio, compromiso”.
Un modelo con alma, no solo con cifras
Antonio Mingorance, presidente de Bidafarma y farmacéutico de profesión, conoce a fondo la realidad del sector. Su discurso combina una defensa firme del cooperativismo con una mirada estratégica sobre el papel que juega la distribución farmacéutica en el sistema sanitario español.
“El sistema sanitario público no es solo la consulta o el hospital. También es la posibilidad de que alguien en un pueblo de la sierra tenga acceso al mismo medicamento que en una gran ciudad. Y eso no se puede sostener sin una red de distribución potente, equilibrada y con vocación de servicio”, afirma. Para él, la cooperativa no es una forma jurídica más: “Es una forma de actuar, de gestionar y de pensar en largo”.
Mingorance insiste en que la función de Bidafarma no es “servir a quien más compra o a quien más factura”, sino “servir bien a todos, en igualdad de condiciones”. Y ese compromiso no es gratuito: “Eso implica muchas veces asumir costes que una empresa tradicional no asumiría. Pero nosotros lo hacemos porque es nuestra razón de ser”.
Con más de cuatro décadas en la farmacia comunitaria, defiende el valor de la red de oficinas de farmacia como parte de la vertebración del territorio. “En muchos pueblos, la farmacia es el único recurso sanitario que queda. Si esa farmacia tiene que cerrar porque no puede sostenerse, perdemos algo más que un local: perdemos equidad, perdemos salud pública”.
El camino del medicamento, desde el muelle hasta la ruta
Todo lo que llega a Bidafarma tiene su destino claro. La mercancía entra por los muelles de recepción. Se descargan cajas procedentes de laboratorios con cientos de unidades por referencia. Desde ahí, los operarios las repasan y las introducen en el sistema. A partir de ese momento, cada producto es trazable: se sabe dónde está, en qué bandeja, en qué estantería, incluso a qué temperatura.

Una parte de los medicamentos va a las zonas de alta rotación, con sistemas automáticos que dispensan directamente a las cubetas. Los productos más pesados o delicados —como los jarabes en envase de cristal— se colocan manualmente en estanterías, para evitar roturas. “El criterio de ubicación depende de la rotación y de la volumetría”, explica Aurora. “Un producto que se vende mucho pero es frágil, no lo metes en automático. Porque si se rompe, no solo se pierde el producto, se pierde tiempo y confianza”.
Cuando el pedido se genera desde la farmacia, el sistema lo distribuye por zonas. En cuestión de minutos, la cubeta pasa por varios puntos del almacén, recogiendo cada producto. Al final, baja a la planta -1, donde los repartidores la cargan según la ruta asignada.
Tecnología que no sustituye, sino que acompaña
La automatización es una pieza clave de Bidafarma, pero aquí nadie habla de sustituir personas. La tecnología sirve para acelerar procesos y reducir errores, pero el trabajo humano sigue siendo imprescindible. Lo explica María, con orgullo: “Las máquinas ayudan mucho, pero el humano es el que corrige. Si un código falla, si un producto no cuadra, si algo se sale de lo normal, estamos nosotros para verlo”.
Además, muchas tareas siguen siendo completamente manuales: desde la colocación del producto hasta la preparación de pedidos en zonas sin automatizar. En esas áreas, los operarios escanean la cubeta, ven lo que se pide en pantalla, localizan el producto y lo colocan. Todo bajo supervisión técnica y con formación constante.
El almacén de Sevilla también cuenta con personal de limpieza, mantenimiento, atención al socio, asesoría y otros servicios que permiten que la actividad se sostenga las 24 horas del día con fluidez. Es una pequeña ciudad organizada en torno a una sola idea: que la cadena del medicamento no se rompa.
Una relación de confianza con las farmacias
A diferencia de una empresa tradicional, donde el cliente es un número, en Bidafarma los farmacéuticos son socios. Eso cambia todo. “Aquí hay farmacias que llaman directamente al técnico, que tienen su contacto, que saben que si hay un problema se va a resolver rápido”, explica Andrés Rodríguez.
Hay una cultura no escrita de cercanía y servicio. Si un pedido no llega completo o se ha producido una confusión, no se discute: se repite el envío sin coste. Si una farmacia remota necesita algo urgente, se busca la manera. Y si hay que reubicar un producto en el almacén porque ha aumentado su demanda, se hace.
Aurora Hernández lo resume en una frase: “Todas las farmacias son iguales, estén en Osuna o en el centro de Sevilla. Todas son socias. Todas merecen el mismo servicio”.
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