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He leído el libro del historiador y profesor Alberto Sabio Alcutén “Excomunistas. De la Revolución a la guerra fría cultural: Joaquín Maurín (1896-1973)”, 537 páginas de un mundo trepidante bajo el temblor de la bomba.
La pereza y el calor me impiden escribir de eso, y de cualquier otra cosa que no sea automática. Lo dejo para otro día: el libro es interesantísimo y Maurín, del que escribió Anabel Bonsón en 1995, es un personaje espectacular. En estas páginas hay un artículo de Fernando García Mongay sobre Maurín.
Alberto Sabio ha expurgado archivos de Estados Unidos, donde se reinventó Maurín, y nos mete en su vida en medio de la colisión monstruosa diaria de los dos bloques.
La guerra fría cultural es la misma que ahora, más o menos, solo que ahora la CIA no paga, que yo sepa, y Rusia, o China, o quién sea, tampoco, que yo sepa. Ni la OTAN (que solo quiere cobrar). Hay que estar atentos.
Sigo limpiando el sótano, poco a poco, en sesiones de diez minutos. Se está fresco. En el casco histórico o viejo de ZGZ las casas no tienen fin por abajo: acaban en el Ebro, en las acequias subterráneas o en simas sin fondo (como el Pozo de San Läzaro).
Hay bodegas que sirvieron de refugios en la guerra civil convertidas, por ejemplo, en librerías de viejo; tal vez haya que volver a bajar si la locura universal arrecia.
Al menos se está fresco… aunque a veces da un poco de yuyu. Hay lóbregos pasadizos con cuartos que se cierran con verjas, menos mal que están entreabiertas (y oxidadas) y podrían ser trasteros antiguos… o celdas para encerrar gente. Tal vez las dos cosas, según las exigencias de los tiempos.
A ver.
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