La dolce vita a ratos

La mafia (en general, no una marca registrada) está en el sistema, es legal y es guay. Por su parte el sistema ya estaba corrupto al 100%, excepto alguna cosa, así que admite blanqueos que no lo son porque todo viene ya blanqueado (sepulcros, etc) de origen en su impenetrable opacidad.

Debajo de todo resiste el residuo líquido (sudor y lágrimas) de la clase media (por los pelos pero si) ya olvidada y en auge del pleno resquemor, furia etc.

Populística hedonista individual biorrespladeciente, etc.

Auge del resquemor muy visible al tacto por todas partes. Hasta el éxito requiere su autovictimismo para sostenerse un día más y no sucumbir a la rutina.

No hay barreras ni medianiles: las finanzas mundiales impactan en tu páncreas sin intermediarios ni omeprazoles.

No hay tiempo ni energía para disimular, tomar precauciones o actuar con sigilo en las conjuras y conspiraciones, sólo hay prisa, urgencia por cumplir órdenes y encargos emitidos por mensajería sin filtros, ya se da por hecho que todo se filtra rápido y se trata de envolverlo en miles de mensajes absurdos hasta que se haga bola y vórtice…

Y ya se sabe que nadie va a tener tiempo ni ganas ni dinero para seguir esos hilos y desenredar la madeja bla bla y mucho miedo estandarizado... Siempre se puede desacreditar al desenredador mil millones de veces.

Las mafias diversas (en sentido figurado esperpéntico, figura literaria, puesto que ya no existen) son entes semi institucionales legales casi invisibles con cláusulas invisibles secretillos a voces sonrisa colmillera.

La dolce vita a ratos no pensar no leer más de una línea no nada nunca gracias amén.

(La escritura de estas aporías –sea lo que sea eso– viene influenciada o abducida por la prosa torrencial genial de Marta Sanz en su novela autobío tierna brutal autoflagelante irresistible “Los íntimos” (Anagrama).