El poema de amor más antiguo del mundo escrito hace 4.000 años solo se puede ver en Turquía

Todos conocemos la historia de la humanidad narrada a través de grandes relatos de batallas, conquistas y cambios de civilización. Sin embargo, en medio de estas historias, el amor también ha dejado su huella imborrable. Hace más de 4.000 años, en la antigua Mesopotamia, un poeta anónimo escribió lo que hoy se considera el poema de amor más antiguo del mundo.
Se trata de la “Canción de amor para Shu-Sin”, una declaración de pasión que ha trascendido los milenios y que, a pesar de su importancia, sigue siendo desconocida para muchos.
Este poema fue descubierto en el siglo XIX en la ciudad sumeria de Nippur, en la actual Irak. Escrito en escritura cuneiforme sobre una pequeña tablilla de arcilla, representa uno de los primeros testimonios de literatura amorosa.
Un hallazgo arqueológico que reescribió la historia
Durante el siglo XIX, arqueólogos europeos emprendieron excavaciones en Mesopotamia con la intención de encontrar pruebas que confirmaran relatos bíblicos. Sin embargo, en lugar de los vestigios esperados, lo que hallaron fueron miles de tablillas de arcilla inscritas en cuneiforme. Entre ellas se encontraba la ahora famosa tablilla Estambul 2461, la pieza que contenía este poema sumerio.
No fue hasta la década de 1950 cuando el experto en sumerología Samuel Noah Kramer comprendió su verdadero significado. Hasta entonces, el “Cantar de los Cantares” de la Biblia, fechado entre los siglos VI y III a.C., se consideraba la expresión literaria más antigua de amor. Sin embargo, el poema sumerio desplazó a este texto bíblico, demostrando que la literatura amorosa tenía raíces mucho más antiguas de lo imaginado.
El poema de amor sumerio es una oda apasionada en la que una mujer expresa su deseo por su amado, el rey Shu-Sin, comparándolo con un león y exaltando su belleza. Su tono es erótico y romántico a partes iguales, algo que, lejos de ser censurado, era celebrado en su cultura.
Algunas de sus líneas más destacadas rezan:
“Esposo, amado de mi corazón,
Grande es tu hermosura, dulce como la miel.
Tú me has cautivado, déjame que permanezca temblorosa ante ti.
Esposo, yo quisiera ser conducida por ti a la cámara.“
Este fragmento deja ver que la pasión y el deseo ya eran temas centrales en la literatura hace más de cuatro milenios. Además, su contexto original iba más allá de una simple declaración de amor.
Un poema con un profundo significado cultural
El poema formaba parte de un antiguo ritual conocido como “matrimonio sagrado”, un evento en el que el rey sumerio encarnaba al dios Dumuzi, mientras que su consorte representaba a la diosa del amor y la fertilidad, Inanna. En la mentalidad sumeria, la unión entre ambas divinidades garantizaba la prosperidad de las cosechas y el bienestar del reino.
Durante la ceremonia, que se realizaba en templos sumerios, la sacerdotisa de Inanna recitaba versos similares a los del poema antes de consumar la unión simbólica con el monarca. Este acto no solo tenía un significado religioso, sino también político, ya que reafirmaba el poder divino del rey y su papel como garante del orden y la fertilidad de la tierra.
A diferencia de muchas sociedades posteriores, los sumerios no veían el amor y la sexualidad con tabúes. Al contrario, eran considerados esenciales para la armonía. El poema refleja esta visión, en la que el amor, el deseo y la fertilidad estaban estrechamente vinculados.
El poema en la actualidad: un tesoro escondido en Estambul
Hoy en día, la tablilla Estambul 2461, que contiene este poema, se encuentra en el Museo Arqueológico de Estambul, donde permanece como uno de los testimonios más antiguos del amor escrito. A pesar de su trascendencia histórica, sigue siendo una pieza poco conocida fuera del ámbito académico.
Este hallazgo no solo cambió la percepción sobre el origen de la poesía amorosa, sino que también puso de manifiesto la riqueza cultural de la civilización sumeria. Su escritura cuneiforme, su mitología y su legado literario continúan fascinando a historiadores y lingüistas, revelando que, aunque han pasado milenios, el amor sigue expresándose de formas sorprendentemente similares.
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