La biblioteca más antigua del mundo está en África, fue fundada por una mujer y sigue en funcionamiento tras más de 1.000 años

La mezquita que Fátima fundó en 859 fue el germen de una institución que terminó acogiendo también una universidad y una biblioteca

Héctor Farrés

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Cuando se fundó, no existía ninguna universidad en Europa. Tampoco imprenta. Ni gafas. En el año 859 ya funcionaba en Fez una biblioteca, una universidad y una mezquita reunidas bajo un mismo nombre: al-Qarawiyyin. En el interior de su sala de lectura se han consultado miles de manuscritos a lo largo de más de un milenio. Esa continuidad ha convertido al complejo en una de las instituciones educativas más antiguas del planeta. Y fue una mujer quien tomó la iniciativa de fundarlo, algo poco habitual en su época.

La historia de Fátima al-Fihri comenzó marcada por la pérdida. Su padre, un comerciante que se había establecido en Fez tras huir de Qayrawán, murió cuando ella aún era joven. Poco después fallecieron también su marido y su hermano.

La familia había prosperado en Marruecos en el siglo IX, tras ser expulsada de Túnez junto a otros exiliados chiíes. Aunque apenas se conservan datos sobre su infancia, se sabe que tanto Fátima como su hermana Mariam recibieron educación en casa, como era habitual en familias acomodadas.

Un proyecto que creció hasta convertirse en una referencia del saber islámico

Con la herencia paterna en su poder, ambas decidieron invertir su fortuna en obras religiosas. Mariam financió la mezquita de al-Ándalus, mientras que Fátima proyectó una construcción aún más ambiciosa: un centro que integrara oración y enseñanza. En el año 859 se inauguró la mezquita de al-Qarawiyyin, que en poco tiempo amplió sus funciones y acabó dando origen también a una universidad y una biblioteca. Los tres espacios se desarrollaron de forma paralela, con la biblioteca como eje intelectual.

En su interior se llegaron a conservar más de 30.000 volúmenes en la Edad Media. Algunos de ellos fueron destruidos en un incendio en 1323, pero muchos otros sobrevivieron y forman parte del archivo actual. Entre ellos hay copias únicas del Muqaddimah de Ibn Jaldún o un ejemplar del Corán del siglo IX. También se conserva el que se considera el título médico más antiguo del mundo, otorgado en 1207.

A medida que el prestigio de al-Qarawiyyin aumentaba, también lo hacían los requisitos para ingresar. Pronto se exigió a los estudiantes haber memorizado previamente el Corán, y se organizó un sistema de formación que culminaba con la concesión de un ijazah, una autorización que se considera el origen del actual concepto de título universitario. Durante siglos, este proceso atrajo a alumnos de todo el mundo islámico, y no solo: según los registros, el futuro papa Silvestre II estudió allí astronomía y matemáticas antes de regresar a Europa.

La historia de Fátima vuelve a tomar protagonismo siglos después

El espíritu feminista de esta institución ha ganado peso con el tiempo, sobre todo a raíz del proyecto de restauración de la biblioteca. En 2016, el encargo recayó en Aziza Chaouni, una arquitecta marroquí-canadiense que conocía bien el valor del edificio. Su familia tenía vínculos personales con al-Qarawiyyin: su bisabuelo había sido alumno y en ocasiones llegó a dormir allí. Chaouni explicó en una entrevista con la biblioteca de Georgia Tech que, al recibir el encargo, recordó lo que esa figura había representado para ella: “Cuando era joven, me impresionaba mucho esta Fátima al-Fihri, que dedicó toda su herencia y también su vida a crear un centro de conocimiento para su ciudad”.

La intervención permitió reabrir la biblioteca al público por primera vez en siglos. Además de preservar los manuscritos, se instalaron sistemas modernos de ventilación, un laboratorio de restauración y una sala de consulta especializada. A diferencia de épocas anteriores, hoy no hace falta formar parte del claustro para solicitar el acceso a la colección, aunque sigue siendo obligatorio tramitar una solicitud previa a través del Ministerio de Asuntos Islámicos de Marruecos.

Durante la Edad Media, al-Qarawiyyin desempeñó un papel decisivo como centro del saber en el mundo islámico. Algunas de sus alumnas podían asistir a lecciones públicas, y en ocasiones los profesores eran mujeres. Aunque desde una perspectiva actual se suele presentar a Fátima como una pionera, lo cierto es que muchas mujeres de su época participaron activamente en la vida religiosa, intelectual y filantrópica. Su caso no fue una excepción, pero sí un ejemplo especialmente duradero.

Hoy la biblioteca sigue abierta, custodiando más de mil años de historia. Entre columnas de mármol, mosaicos geométricos y techos de madera tallada, aún se respira el propósito con el que fue creada. El mismo que llevó a una mujer del siglo IX a dedicar su herencia a algo que ningún otro había imaginado.

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