Tiene 7.000 años de antigüedad, fue declarado Patrimonio Agrícola Mundial y lo llaman “el oro blanco de Álava”

Está a poco más de 30 kilómetros de Vitoria y es uno de los grandes atractivos turísticos de la provincia… y de todo el País Vasco. Un auténtico paisaje cultural y natural de sal de más de 7.000 años.
El valle salado de Añana es considerado, de hecho, una de las industrias más antiguas del mundo, un paraje que deja sin palabras a quien lo visita por todos sus elementos en los que predomina un intenso color blanco.
Está situado en la villa de Salinas de Añana. Y desde allí se ha producido, de forma ininterrumpida y desde la antigüedad, un elemento esencial para la vida de los seres humanos como es la sal.
En sí mismo, se trata de un paisaje al aire libre formado por miles de plataformas de evaporación construidas con piedra, madera y arcilla por cientos de generaciones de salineros. A esas plataformas llega el agua salada que surge de forma natural de los manantiales para la obtención de sal por evaporación solar. A partir de ahí, unos canales de madera distribuye el agua por gravedad hasta los puntos más recónditos de las salinas.
Hoy por hoy, uno de los muchos de los alicientes que genera este manto blanco alavés es la producción de cinco tipos de sales naturales ricas en oligoelementos: Flor de sal, Sal de manantial, Chuzo de sal, Sal líquida y Sal fina.
Varios reconocimientos
Uno de los grandes reconocimientos vino de la mano, en 2017, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que reconoció el tesoro de Añana como Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM), el primero de Europa. En 2019 la Red Europea de Patrimonio Industrial (ERIH) le otorgó el ‘Anchor Point’, la distinción más relevante en materia de patrimonio turístico industrial, al considerar este valle salado un lugar de “importancia excepcional”.
Y sí, se pueden realizar visitas a las salinas, con las que podrás conocer muy de cerca cómo surge tanta sal de este paraje, que es conocido, por méritos de sobra, como “el oro blanco de Álava”, sal con unas propiedades de sabor, olor, pureza y forma que ayudan a potenciar los sabores de las comidas.
De hecho, algunas de las maneras de llevarse un recuerdo “completo” de la visita pueden ser contemplar las extensas salinas con gafas de realidad virtual; realizar visitas guiadas para conocer la historia, la arquitectura, la arqueología y la biodiversidad de las salinas; catar la propia sal; o disfrutar de un spa salino al aire libre para meter los pies y las manos en estas inigualables aguas hipersalinas.
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