Lamine Yamal, el jugador que salió de un barrio obrero de Mataró y que ha sido fundamental para que el Barcelona gane LaLiga

El FC Barcelona ha derrotado al Espanyol para poner punto final a la pelea por LaLiga. El Real Madrid, que había hecho sitio a Kylian Mbappé en su vestuario tras años de espera, no pudo sostener el pulso a los azulgrana. El Atlético de Madrid tampoco logró engancharse a la regularidad que exige una carrera de 38 jornadas. Esta vez no hubo demasiado suspense. El título viaja a la capital catalana, con una parada muy concreta en su camino de regreso: Rocafonda.
La historia de Lamine también es la de su familia y su gente
En la persiana metálica de una panadería del barrio obrero de Mataró aparece pintado Lamine Yamal, vestido de blaugrana. Lo acompañan tres banderas: la española, la marroquí y la de Guinea Ecuatorial. El mural lo firmó el artista Antonio Moreno. En esa zona, de renta media inferior a los 8.000 euros anuales y con casi la mitad de la población en riesgo de pobreza según datos del INE, se celebra cada gol de Lamine como si fuera un gol propio. El último, precisamente contra el conjunto periquito, cuya afición sufrió un atropello masivo antes del partido.
Y cada vez que marca, él responde con el mismo gesto: levanta los dedos y forma el 304, los tres últimos dígitos del código postal del barrio. En una pista de cemento, al salir del colegio, niños y niñas repiten esa señal. Allí, donde abundan las camisetas del Barça, del Real Madrid y Marruecos, algún chaval luce la de Messi, aunque sea la de Argentina. Muchos de ellos afirman que en algún momento han logrado jugar con él.
Uno de ellos, Imran, de 9 años, contaba a elDiario.es que “claro que hemos jugado al fútbol con él, en esta plaza” y que su tío, muy amigo del futbolista, “a veces le da entradas”. Al preguntarle por Lamine, no dudó en formar el 304 con los dedos.

A solo unos metros, en la plaza Joan XXIII, Abdelhak regenta una tienda de ropa de cama. En su móvil guarda la foto de la camiseta con el dorsal 41, la que llevó Lamine el día que debutó contra el Betis. Mientras mostraba la imagen, recordaba la conversación que tuvo hace años con el padre del jugador: “Yo siempre le dije a Mounir que debía cuidar a su hijo. Que iba a llegar lejos”. Lo contaba en conversación con La Vanguardia, donde también explicaba que Fátima, la abuela paterna de Lamine, llegó a Catalunya desde Tánger hacía más de tres décadas.
Consiguió trabajo en una residencia y lo hizo, como ella misma solía recalcar, con todos los documentos: “Se marchó a trabajar a una residencia. Y se instaló en Catalunya. Siempre presume de que ella lo logró con los papeles en regla”. Hoy tiene 65 años y estaba jubilada. Según relataba el propio Abdelhak en el mismo diario, ella consiguió reagrupar a toda su familia en España: “También dice que ella fue capaz de traerse a sus cuatro hijos y a sus tres hijas”. Sobre el abuelo, decía simplemente: “Nunca habla de él”.
En la misma plaza se encontraba el piso donde vivieron hasta nueve personas, entre ellas Lamine, sus padres, su abuela y su tío Abdul. Este último era el propietario de la Panadería Arábica, que desde el primer día lucía una imagen del futbolista en el rótulo. Prefería no hacer predicciones sobre el futuro de su sobrino. También contaba a elDiario.es que fue la abuela quien le regaló una camiseta firmada por Lamine tras su debut. “Tiene hasta su sudor”, decía entre bromas, mientras recordaba cómo los amigos de la familia alucinaban cuando lo veían jugar en La Torreta de Granollers: “Le decíamos a su padre que tenía una joya en casa y que la cuidara”.

En El País, varios vecinos del barrio explicaban que desde que Lamine debutó en la élite, muchos chicos se animaron a jugar al fútbol. Uno de ellos, Sergio Martínez, que entrenaba a un equipo local, resumía ese efecto: “El factor Lamine ha sido muy bueno. Ahora están más motivados, tienen más ilusión”.
Un barrio que se reconoce en él incluso cuando no se viste de blaugrana
La presencia del jugador también reforzó el sentimiento de pertenencia entre vecinos con raíces migrantes, que han sufrido una gran estigmatización. “Muchos llevamos más años aquí que en Marruecos, así que claro que vamos con España, y no es solo por Lamine”, decía Youssef a elDiario.es. A su lado, Kharim añadía: “Que se enteren todos los de derechas. Aunque lo nieguen, nosotros somos españoles. Por eso es irónico que los racistas tengan que aplaudir a un marroquí”.
También recordaban el episodio en el que Mounir, el padre del jugador, fue multado con 550 euros tras tirar huevos a una carpa de Vox. “No está bien agredir a nadie, pero entiendo por qué lo hizo. Hay que ser mala persona para venir aquí a llamarnos moros y luego celebrar los goles de Lamine”, opinaba Yassine.
En Rocafonda, más que camisetas del Barça, hay muchas del Real Madrid. “Es que aquí todos somos del Madrid”, decía uno de los vecinos a este mismo medio, entre risas. De hecho, el propio patriarca de la familia ha reconocido abiertamente haber animado toda la vida al conjunto blanco. Aunque reconocían que ahora todos seguían con atención cada partido de Lamine. “Más que del Barça, somos de Lamine”, apuntaba un conocido de la familia. Otro lo resumía con ironía: “Nos encantaría comprarnos una camiseta suya, pero son carísimas. Lo llevamos en el corazón, pero no en la cartera”.
En el bar El Cordobés, también regentado por un madridista, cuelga una camiseta firmada por el jugador. Juan Carlos, el dueño, explicaba a elDiario.es que su establecimiento ha recibido a decenas de periodistas desde que Lamine Yamal explotara. “Incluso vinieron del New York Times”, decía. Y dejaba claro lo esencial: “Lamine es del barrio y eso es lo que importa”.
Aunque nació en Esplugues de Llobregat, fue en Rocafonda donde creció. Allí aprendió a jugar, en la plaza Joan XXIII, entre muros llenos de grafiti y redes improvisadas. Cada vez que levanta los dedos tras marcar, no solo celebra el gol. También deja claro de dónde viene. 3-0-4.
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