Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.
Ambulancias

Mi suegra, que vive en Madrid, está pasando unos días en casa. El viernes pasado, ante la sospecha de que estuviera sufriendo un posible accidente cerebrovascular (somnolencia extrema y pérdida de lucidez), llamamos a Emergencias y nos enviaron una ambulancia para llevarla al Virgen del Rocío. La ambulancia tardó dos horas en llegar. Como imaginarán, mi suegra podía haber fallecido perfectamente en ese tiempo si de verdad hubiera sido un ictus o derrame lo que le ocurría. No es mal sistema de diagnóstico. O te mueres, o ya te vas mucho más tranquilo camino del hospital.
Mejor ni hablar de las ocho horas que estuvimos con ella en Urgencias del complejo hospitalario para que la cribaran, le hicieran unas radiografías y unas analíticas de sangre y una neumóloga le dijera que tiene una infección respiratoria y le recetara unos antibióticos que ya llevaba dos días tomando. ¿Neumóloga? Sí. A nadie se le ocurrió que la visitara un especialista en neurología.
Hace seis meses, el día después de Reyes, una niña que estrenaba bicicleta atropelló a mi madre. Cayó de culo, justo sobre la zona en la que se había roto una vértebra un año antes, y sintió un dolor agudo. La recuperación de aquel primer accidente había exigido una intervención quirúrgica, reposo y rehabilitación. Tras llamar a Emergencias y exponer nuestro miedo a una nueva rotura en la misma zona dorsal, la ambulancia tardó seis horas en venir a atender a mi madre y llevarla al Macarena.
Al final, solo tenía una gran contusión y su sufrimiento se limitó a esas seis horas de dolor agudo, hasta que le dieron calmantes en Urgencias. Pero no creo que ese tiempo sea un plazo razonable de respuesta a una posible emergencia médica, la verdad. En aquella ocasión, la operadora de Emergencias nos reconoció que sólo había siete ambulancias para toda la ciudad y que había situaciones más graves que la de mi madre.
En estos días en los que Sevilla se convierte en capital del mundo, como escuché ayer decir a su alcalde, con la celebración de la IV Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo de Naciones Unidas, no estaría de más reflexionar sobre nuestro propio desarrollo
Una de mis mejores amigas lleva meses lidiando con una cruel enfermedad oncológica. Las visitas para consulta o tratamiento al Virgen del Rocío han sido incontables en este tiempo. Por su estado físico, necesita de traslado en ambulancia al hospital. Aunque las citas son programadas con semanas de antelación y con un horario determinado, y que su marido llama el día anterior a la empresa de ambulancias para confirmar el servicio, las esperas para la recogida y para la devolución a casa son de horas y horas.
Y, como bien me cuenta él, “todavía, a la ida, esperamos en casa; pero para volver nos toca estar horas esperando en la puerta de urgencias del hospital, ella en una silla de ruedas”. Si la visita termina justo antes de comer, se les arruga el ombligo. Todas las ambulancias de la ciudad paran al mismo tiempo para el almuerzo. Y no hay turnos ni excepciones.
De veras que no sé si siete ambulancias son suficientes para atender a una población de cerca de 700.000 personas (más del doble incluyendo el área metropolitana) pero a mí se me hacen pocas. Y seguro que estoy siendo injusto porque probablemente mezclo ambulancias de transporte de pacientes (subcontratadas) con uvis móviles para emergencias. Pero el enfoque debe ser siempre ponerse en la piel del paciente y de los familiares y cuidadores. Y arriesgarse a que una lesión grave empeore por un retraso en la atención, o hacer sufrir innecesariamente a quien ya está en una situación límite de salud, me parece una auténtica crueldad.
En estos días en los que Sevilla se convierte en capital del mundo, como escuché ayer decir a su alcalde, con la celebración de la IV Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo de Naciones Unidas, no estaría de más reflexionar sobre nuestro propio desarrollo.
Es una indignidad que un paciente de cáncer y con dolor tenga que esperar cuatro horas en la puerta de urgencias del Virgen del Rocío para que le devuelvan a su casa. No me jodas
Vivimos en la ciudad que tiene seis de los 12 barrios más pobres de España, según el INE. Con enormes bolsas de marginalidad y miseria, apagones de luz cada dos por tres y escasas perspectivas de futuro para un alto porcentaje de la población. Nuestro sistema educativo público funciona a trancas y barrancas, con muchas limitaciones. Y el sanitario, por mi experiencia reciente, parece que se nos está yendo al garete.
Todas estas deficiencias, por supuesto, no son responsabilidad de los profesionales, que lo dan todo precisamente para cubrir y tapar los agujeros que van surgiendo. Honor para sanitarios, docentes, trabajadores de la limpieza o conductores de Tussam, entre otros servidores públicos. Esas deficiencias son causadas por la falta de recursos. Y eso es una decisión política.
Con más dinero, nuestros hospitales, colegios, institutos, autobuses y camiones de la basura funcionarían mucho mejor, se lo puedo asegurar, querido lector. No me vale la milonga de que no hay más presupuestos. En ningún ámbito, ni estatal ni autonómico ni local. Si no hay más recursos, se cobran más impuestos. Se persigue el fraude fiscal. Se aumenta la presión a grandes empresas, multinacionales y millonarios que evaden su responsabilidad a través de la ingeniería fiscal y financiera. Lo que sea. Pero no me jodas. Es una indignidad que un paciente de cáncer y con dolor tenga que esperar cuatro horas en la puerta de urgencias del Virgen del Rocío para que le devuelvan a su casa. No me jodas.
Sobre este blog
Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.
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