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CRÓNICA

Los norteamericanos han abandonado a Aznar y él no puede soportarlo

Aznar en el acto de FAES sobre la relación con EEUU el 29 de mayo.
29 de mayo de 2025 22:41 h

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Los norteamericanos se han olvidado de cómo hay que ser norteamericano. Afortunadamente para ellos, ahí está José María Aznar para recordárselo. Pueden sentarse en un diván colectivo mientras el doctor Aznar les ofrece el diagnóstico que explica sus dolencias y les receta los medicamentos que les sanarán. Tienen que volver al atlantismo cuanto antes e ignorar todo lo que les ha dicho Donald Trump sobre sus relaciones con Europa. No lo dice, pero también podría apuntar que si Washington continúa con su actitud, a él le van a volver loco. Da la impresión de que él les necesita más a ellos que al revés. 

Aznar ha quedado huérfano. Sin la relación privilegiada con Estados Unidos, lo que se ha dado en llamar el atlantismo se queda sin su principal patrón, sin recursos y sin posibilidades de victoria. En Alemania, su nuevo primer ministro, el conservador Friedrich Merz, anunció en febrero que Europa debía asumir la realidad cuanto antes y reconocer que la relación especial con EEUU es ya historia: “Mi prioridad absoluta será fortalecer Europa tan rápido como sea posible para que paso a paso consigamos la independencia de EEUU”. Aznar nunca aceptaría algo así. Antes preferiría arrancarse los ojos.

“El Pacto Atlántico es un pacto político que ha dado estabilidad al mundo desde la Segunda Guerra Mundial”, dijo el expresidente el jueves en un acto de FAES que culminó un ciclo de conferencias sobre las relaciones transatlánticas. No se puede decir que sea ya un producto del pasado, pero multitud de políticos y expertos han decidido que no sobrevivirá en su forma actual a cuatro años de presidencia de Trump. Para remediar esa situación, la única solución que se le ocurre a Aznar es dar un gran salto adelante: convertir la OTAN en una alianza defensiva global. Renunciar a su apellido del Atlántico Norte y extenderse a otras zonas del planeta como Oriente Medio, Latinoamérica y Asia.

“La OTAN debe expandirse”, dijo, “con los países que defienden esos valores en todo el mundo”. Cuando dice Oriente Medio, está retomando una vieja idea suya que ofreció por primera vez hace años. Planteó que sería conveniente que Israel entrara en la OTAN. El Gobierno israelí de la época agradeció el gesto, pero lo descartó por completo. Israel nunca formará parte de una alianza que limite su capacidad de acción. Si hablamos de valores políticos compartidos, la confusión de Aznar es aún mayor hasta que se descubre que el expresidente no cree que la violación de los derechos humanos de los palestinos sea un obstáculo definitivo.

Resultó evidente cuando mencionó lo que ha ocurrido en Gaza desde octubre de 2023. “Ver las imágenes es terrible. Todos estamos de acuerdo. Pero Israel es el país del mundo, tras EEUU y China, con más empresas tecnológicas, con más capacidades militares. Ahora está destruyendo drones con láser. ¿Y estamos diciendo que queremos romper relaciones con Israel?”. A Aznar le gusta mucho hablar de valores, de un sistema internacional basado en normas, pero parece que esas convicciones admiten unas cuantas excepciones o simplemente ocultan un doble rasero vergonzante.

Las imágenes de la destrucción de Gaza le parecen terribles, pero no cree que matar a 53.000 personas en una guerra de aniquilación, incluidos más de 15.000 niños y adolescentes, descalifique a Israel como socio de Europa y EEUU. Es un argumento difícil de aceptar a menos que se piense que los aliados de Occidente tienen carta blanca para desatar un genocidio o cometer crímenes de guerra.

Sobre la situación actual de EEUU, Aznar no entiende nada. Esa parte es difícil reprochársela. Se pregunta por el significado real del eslogan (MAGA, iniciales en inglés de 'hagamos grande a América otra vez“). ”Hagamos grande a América, ¿pero en relación a qué época?“. Como ha dicho en alguna otra ocasión, EEUU no puede quejarse prácticamente de nada. ”EEUU es la gran potencia hegemónica del mundo. A ustedes no les ha ido mal en el siglo XX“.

En realidad, la política exterior norteamericana lleva molestando a Aznar desde hace años. No suele hacer referencia en sus intervenciones al desastre de la ocupación de Irak, cuya invasión apoyó con un entusiasmo que ni siquiera compartían sus votantes. Tampoco al hundimiento del apoyo a George Bush en su segundo mandato a causa de la aventura imperial iraquí. Se diría que en todas aquellas ocasiones en que EEUU ha sido menos imperialista Aznar quedaba decepcionado.

Por eso, criticó la retirada norteamericana de Afganistán, después de que los gobiernos de Bush, Obama, Trump y Biden fueran incapaces de crear una Administración que funcionara después de veinte años de presencia militar. Aznar es de los que comparten una idea muy extendida en la Guerra Fría tanto en Washington como Moscú. Por encima de cualquier otra consideración, los imperios deben resguardar su reputación. “La retirada de Afganistán fue el detonante para la decisión de Putin de invadir Ucrania”. No tiene ninguna prueba de que esto sea cierto. Es lo bueno que tienen las relaciones internacionales. Las explicaciones simplistas de los problemas complejos son más fáciles de aceptar.

Como a los enamorados abandonados con un ramo de flores en la mano, Aznar no se explica qué es lo que ha pasado. No reconoce a EEUU ni a su presidente. Cree que el padre, contagiado del virus del “populismo radical”, que levantó una estructura que protegía a todos ahora la ha demolido con estrépito. Está a la intemperie y teme que la situación incluso empeore. Aun así y a diferencia de Merz, no cree que sea posible separarse de EEUU. Continuará esperando a que su amada recapacite y, si esta no lo hace, solo le quedará el sufrimiento.

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