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La nueva Edad Media

Detalle de las togas de unos jueces.EFE/Archivo/Ballesteros
25 de junio de 2025 22:12 h

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En su novela León el Africano, Amin Maalouf escribe: “Quizá sea menester que alguien se atreva a enseñarles a mirar la derrota frente a frente, a explicarles que, para levantarse, hay que admitir, primero, que se ha caído.” Pues sí, amigos, los defensores de la Ilustración debemos asumir que hemos sido derrotados, que los promotores de una nueva Edad Media han ganado una gran batalla ideológica, cultural y política. Son muy poderosos, indudablemente, pero también muy hábiles en el adoctrinamiento, han logrado que ahora el sentido común vuelva a ser la ley del más fuerte.

Prima la desfachatez. Trump, el tipo que quiere explotar el genocidio en Gaza convirtiendo ese territorio en un balneario de lujo, se suma a la campaña israelí contra Irán con un bombardeo manifiestamente ilegal. Luego, cuando le sale de las narices, decreta un alto y fuego, y, como su coleguita Netanyahu remolonea, le suelta en vivo y en directo: “¡Coño, no tiréis más bombas!”. Poco antes o poco después, qué más da, el mismo Trump airea en sus redes sociales los mensajes zalameros que le ha enviado privadamente un tipo con corbata llamado Rutte, jactándose de que ha metido en cintura a los socios europeos de la OTAN y estos van a gastar más en armamento americano. Y los dos se quedan tan panchos.

Aprecio mucho la inteligencia de las columnas de Isaac Rosa en este periódico. Hace un par de días, contaba cómo había tenido que tranquilizar a su hija, muy preocupada porque lo de Irán supusiera el comienzo de la Tercera Guerra Mundial. El escritor le dijo que él ya había vivido varios momentos de paranoia generalizada con este tema –Irak, los Balcanes, el 11S…- y al final la sangre no se había desbordado por todo el planeta. Tiene razón: soy más viejo que Isaac y a los casos que cita podría añadirles la Guerra de las Galaxias de Reagan y la crisis de los misiles de Cuba.

No creo que estemos en vísperas de la Tercera Guerra Mundial, sino viviendo ya un conflicto de tipo medieval que va a ser largo, intermitente y sucio. No se enfrentarán dos bloques de Estados nacionales como en 1914-1918 y 1939-1945, pero se sucederán bombardeos, invasiones parciales, atentados terroristas, limpiezas étnicas y todo tipo de horrores ordenados en distintos escenarios por emperadores, reyes y señores feudales. Quizá los historiadores del futuro lo llamen la segunda Guerra de los Cien Años. Da miedo, sí.

La desfachatez de los más fuertes también alcanza en España niveles que dan mucho susto. Jueces como Peinado y Hurtado dictan autos que asombran por su arbitrariedad. Sus colegas se manifiestan con togas ante los juzgados para protestar por un proyecto de ley que democratiza el acceso a su carrera. Los magistrados se creen con pleno derecho a combatir al legislativo y el ejecutivo por razones políticas o gremiales, pero, ojo, cualquier crítica de un diputado, un ministro o un mero ciudadano a una resolución judicial concreta es tildada de desacato y grave violación de la separación de poderes. Lo mío –la sacralidad de la toga- es mío y lo tuyo –la política- es de todos.

¿Y qué decir de la caradura del portavoz de la Conferencia Episcopal pidiendo elecciones anticipadas, algo que los ensotanados no le demandaron al general Franco durante sus cuarenta años de gobierno despótico? ¿O la de esos dinosaurios del PSOE que piden la dimisión de Sánchez cuando no se la exigían al Felipe González de los casos Filesa, Ibercorp, Mariano Rubio, el hermano de Guerra, Roldán…? Por no hablar de mamarrachos como Vera y Barrionuevo, encarcelados por su relación con el terrorismo de los GAL y hoy supuestos adalides de la exquisitez.

Da miedo, repito. El fascismo, el de las camisas negras de Mussolini y las pardas de Hitler, ya está entre nosotros. No solo con palabras, también con la acción. Los ultras difunden datos privados de políticos y periodistas progresistas, y no pasa nada. Interrumpen a gritos las ruedas de prensa en el Congreso de diputados de izquierdas, y no pasa nada. Persiguen por la calle a los tertulianos progresistas que más odian, y no pasa nada. Vandalizan casas del pueblo socialistas, y no pasa nada. Es libertad de expresión al servicio de una buena causa, sentenciarían muchos jueces. Esa causa que permite a Ayuso llamar “hijo de puta” a Sánchez, la cruzada por el control de todos los poderes por los herederos de Fraga y Blas Piñar.

Asumir que se está en el suelo es lo primero para poder levantarse, reza la sentencia de Maalouf que cité al principio. Sí, los nietos del Siglo de las Luces tenemos que volver a ponernos de pie. En España y en todo el planeta. De momento, toca activar el modo Resistencia, el del 14 de junio de 1940. Los nazis han entrado en París, querida Rosa María Artal, y ahora toca ser muy duros y muy pacientes. Y, por supuesto, actuar con unidad inquebrantable, para sacarlos de ahí, para vivir un nuevo 25 de agosto de 1944. Por lo demás, hay que extraer lecciones de la derrota. Los progresistas tendríamos que ser mucho menos arrogantes y eufemísticos, mucho más claros y sagaces, que en la batalla cultural perdida ante los Señores del Caos.

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