La portada de mañana
Acceder
Peinado manipula por tercera vez un testimonio y eleva su causa contra el Gobierno
La resistencia de Sánchez a elevar el gasto militar revuelve a Trump
Opinión - El juez Peinado se desmelena. Por Joaquín Urías

La vida es una conversación

22 de junio de 2025 11:26 h

0

¿Qué haces en la vida?

Si alguien nos hace esta pregunta, lo más probable es que respondamos: “soy abogada”, “trabajo en marketing”, “soy profesor”, “disfruto de mi jubilación”… Seguramente nadie nos diría: “yo, conversar”.

Conversamos al despertar, al planificar el día, al mandar un mensaje, al discutir un asunto en el trabajo, al consolar a un amigo, al pedir una cita médica; conversamos en el trabajo, en el supermercado, por la calle, en el café, en sueños y, cuando estamos callados, lo hacemos con nosotros mismos en esa conversación privada que no cesa.

Pero si conversamos tanto, si el acto de conversar está practicado hasta la saciedad, ¿por qué a veces nuestras conversaciones no logran los resultados que queremos? ¿por qué tantas veces sentimos que no nos han escuchado o que no hemos sabido hacernos escuchar? ¿por qué nuestras palabras provocan un malentendido o incluso enfado en el otro, cuando no era eso lo que buscábamos? ¿por qué pido cosas y no me las dan o me las dan mal?

Es curioso cómo damos por sentado que sabemos conversar bien. Creemos que basta con hablar y escuchar para lograr acuerdos, comprensión o conexión. Pero si uno mira honestamente su experiencia diaria, descubre que no es tan simple. Decimos cosas que no se entienden. No escuchamos todo lo que deberíamos. O suponemos que el otro “ya sabe” lo que queremos decir, cuando en realidad no es así.

Las conversaciones, esas que sostenemos a cada rato y en todo lugar, son la materia prima de nuestra vida. Con ellas creamos vínculos o los rompemos, generamos confianza o desconfianza, abrimos o cerramos posibilidades. De hecho, lo que hoy sucede en nuestra vida —en el trabajo, en la familia, en la pareja— tiene mucho que ver con las conversaciones que tuvimos (o evitamos tener) en el pasado.

Y, sin embargo, rara vez pensamos en esto. Cuando imaginamos lo que queremos para el futuro —un ascenso, una reconciliación, un nuevo proyecto, un cambio personal— pocas veces reparamos en que será precisamente una conversación (o varias) la que abrirá la puerta a ese deseo o impedirá que se haga realidad.

Tal vez no sea exagerado decir que la calidad de nuestras conversaciones determina la calidad de nuestra vida. Si las mejoramos, mejorarán también nuestros vínculos, nuestras posibilidades, nuestras decisiones y, en última instancia, nuestra felicidad.

Conversar bien no es un don reservado a unos pocos. Es una práctica que podemos aprender, ejercitar y perfeccionar cada día. Porque, después de todo, la vida misma es eso: una gran conversación.

Este es el primero de una serie de artículos en los que iremos descubriendo cómo podemos mejorar nuestras conversaciones para hacerlas más claras, efectivas y generadoras de posibilidades.

Etiquetas
stats
OSZAR »