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CV Opinión cintillo

Felipe González, al auxilio de Sánchez

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Siempre se ha visto con mal fario que te crezcan los enanos. Creo que la culpa la tiene el chiste del genial Eugenio. Por ese, y el del tipo con tan mala suerte que se clavó la aguja del pajar, merece un lugar en la historia de la filosofía. No es por la risa que provoca, sino por cómo describe la fatalidad. Pero luego, la realidad supera a la ficción y, pocos podían imaginar que al empresario circense del chiste, superado el primer momento de pasmo, el negocio le iba a ir mucho mejor. Pues es lo que le ha pasado a The Perro esta semana.

Hace apenas siete días era fácil imaginárselo (políticamente) a hombros de cuatro amigos (tres de ellos, los del Peugot) saliendo de Ferraz. Pero, una vez más, se las ha ingeniado para resucitar. Volver de la nada, cuando te daban por amortizado, es lo que hacía Fu Manchú y así siempre quedaba un capítulo más por escribir. De hecho, el tres veces doctor llegó a Presidente. Pues así se las gasta el Sánchez. Aunque esta vez el milagro no ha obrado por sí solo, sino por una conjunción de enanos empeñados en que aguante hasta 2027 como poco.

La primera de estas personas de talla baja, según el eufemismo políticamente correcto, que merece destacarse es Felipe González. Aunque siga sin darse por enterado, hace tiempo que se despejó la incógnita de la ecuación y todo el mundo sabe que él fue el señor ‘X’ (antes tuiter). Se cree además que no nos damos cuenta de por qué lleva ya tiempo dando una de cal y otra de cal. En su carrera a ningún sitio, lo mismo comparte pista con Aznar, como si de los Tonetti se tratara, que acude a divertirse a El Hormiguero o se sienta ante el micrófono del defraudador condenado Carlos Herrera para dar lecciones de lo que sea. Aunque a la gente mayor hay que tenerle un respeto, creo que hay unanimidad en que con él cabe hacer una excepción.

Esta semana, en modo sorpresa, el expresidente ha dado un giro de 180 grados en la estrategia de confrontación con Sánchez y ha anunciado que no volverá a votar al PSOE mientras no cambie el candidato. Con este argumento, hasta Durruti se hubiera hecho socialista. Y, qué decir de Alfonso Guerra, que aseguró que se ha entregado el partido a unos “bandidos y macarras”. El tipo sabe lo que se dice, no lo niego: entre él y su hermano copan la definición de esos perfiles. Hubo un tiempo en que decía estas tonterías y te reías. Ahora también, ya no de sus tonterías sino de él. Si de verdad quieren hundir a Sánchez, en lugar de criticarlo deberían ponerse en primera fila a aplaudir. La toxicidad se contagia.

Las viejas glorias del PSOE, los que eran algo en España cuando se estrenó Hostal Royal Manzanares, han querido sumarse a la biribilketa. Lo bueno de ser un palmero es que tiempo te sobra, y han aprovechado su ocio para mandarle una carta al presidente Sánchez. Supongo que en algún momento la tuvo delante y, poco después, detrás. Lo de menos es lo que decía —parece que la haya escrito el joven Figaredo— y lo de más es que llevaba la rúbrica de hasta 38 miembros del PSOE, de los que, con alguna excepción, no se acuerda nadie que no recuerde haber comprado yogures y que le regalaran cromos de La abeja Maya. Estaba Barrionuevo, condenado por los GAL, y el exfiscal general Eligio Hernánez, cuyo nombramiento fue declarado ilegal por el Supremo. Qué pena que nos dejara Luis Roldán, seguro que se hubiera adherido. De la carta de Lambán arremetiendo en El País contra la cultura woke no digo nada, porque daba vergüenza ajena, así que se la coma él, que para eso es suya. Si estos y los demás abajofirmantes dicen que no hay que votar al PSOE, cada vez se pone más difícil no hacerlo.

Pero los esfuerzos de la santa compaña del socialismo del siglo pasado —y del milenio, no me invento nada— casi quedan en nada por culpa de Feijóo que, en un intento de recuperar la iniciativa, [ojo al chiste fácil] no se pasaba tanto de la raya desde que compadreaba con Marcial Dorado. En el reciente Congreso de la Empresa Familiar, el Bilderberg de la endogamia, le sobraron huevos para arremeter contra el aumento del salario mínimo que, dice, “lo único que conlleva es esfuerzo para las empresas”. Los sobresueldos que cobró durante años también, y nunca le pareció mal. De paso, rechazó la reducción de la jornada laboral, y apostó porque los ricos paguen menos impuestos. Es su receta para sacar a España, que según él está al borde de la quiebra y para el resto del mundo es hoy la locomotora de Europa, de la crisis.

En la misma línea, Garamendi, el capo de la CEOE, se lanzó a criticar la amenaza del ejecutivo de aumentar los controles de los registros horarios. Según un informe de CCOO, las horas extra no pagadas (2,61 millones a la semana) suponen unos 3.254 millones de euros al año que se queda el empresaurio. Hasta el más tonto de los fachapobres, que suelen ser más tontos cuanto más fachapobres, le resultará complicado digerir todos estos argumentos. No digo que acaben en el PSOE, pero los veo más en SALF haciendo el ardillla, que votando al PP.

Y luego está Trump, que al señalar a Sánchez le ha hecho subir varios peldaños. España ha sido la única en decirle claramente al abusador sexual convicto que no va a subir el gasto militar al 5%. El resto de miembros de la OTAN también lo piensan y no lo van a hacer, pero no tuvieron el valor de decirlo. Tampoco nadie en la Unión Europea se ha atrevido a insistir en que hay que acabar con el acuerdo comercial con el estado genocida de Israel, solo el Perro. La Europa digna nos mira con envidia aunque nos haya puesto en el punto de mira (de momento como metáfora, que no somos niños desarmados pidiendo pan) del basura de Netanyahu. Esa medalla, nadie se la podrá quitar a Sánchez.

El caso Koldo, reconvertido en caso Ábalos, es desde hace unas semanas el caso Cerdán. No hace ni quince días Sánchez tenía cara de expresidente; ahora, un poco menos. Como siga a este ritmo la División Azul del PSOE y el resto de sus enemigos, Sánchez se jubila de presidente.

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