Quiero dejar esto muy claro. Estoy encantado a más no poder con el tema de la Smart Island, isla inteligente, que conste en acta, señorías. No saben ustedes lo feliz que me hacen esos carteles informativos que nos dicen lo que ya todos sabemos, que ya se sabe que aquí somos muy despistados y se nos olvida dónde pusimos los pueblos, los barrancos etc., sobre todo con la edad. Soy fans number one sobre todo de esos con forma de donut gigante en cuyo agujero aparecen imágenes de espléndido folklorismo. Aplaudí hasta rabiar la señalización de zonas inundables pues desde entonces las cruzo llevando en el coche aletas y gafas de ‘submarinear’. Ahora no quepo en mí de emoción con las zonas de temperatura, que nos recuerdan que en Tazacorte, sin ir más lejos, no hace frío. Sugiero, muy tímidamente, pues soy de una generación de mejillas ruborosas, que hagan otra señalización de precios de viviendas, muy calientes en plan infernal, calientes a rabiar, calentitas pero imposibles para contribuyentes de perfil bajo, barranqueras tipo cuevas y chamizos, etc. Un concejal me dijo que de esa clasificación ya se encargan las inmobiliarias lo que revela hasta que punto soy un incomprendido. Ayer subí al Roque a ver las insólitas floraciones y vi que ya la inteligencia había llegado a lo más alto y había un cartel que anunciaba que la tremenda cantidad de tajinastes rosados que flanqueaban la carretera eran tajinastes y aconsejaban pisar el asfalto para no incordiar a los sufridos tajinastes que ya bastante tienen con soportar a los turistas que los asaetean a fotos y quebrantos, se hacen selfis con ellos y sienten una necesidad imperiosa de tocarlos, incluso vi a una señorita abrazándose a un tajinaste en actitud francamente inapropiada. Como diría el gran Leo Harlem olé, olé y olé.