Víctor Rodríguez, psicólogo especializado en infancia migrante y adicciones: ''La acogida debe ofrecer estabilidad''

“Un entorno seguro puede reducir el consumo y prevenir su cronificación”. Víctor Rodríguez es psicólogo y trabaja con menores migrantes llegados a Canarias. En concreto, se encarga de la prevención y el tratamiento de las conductas adictivas. Para él, en el caso de los supervivientes de la ruta migratoria del Atlántico, la integración y un sistema de acogida estable son claves para evitar que los jóvenes caigan en adicciones. “Tiene que haber una disponibilidad sincera. Que los chicos perciban que el apoyo que tú les ofreces es sincero y que lo que te interesa es su bienestar”, indica en una entrevista concedida a Canarias Ahora.
Rodríguez detalla que los consumos más comunes entre jóvenes, tanto migrantes como nacionales, son el cannabis y el uso “problemático” de las tecnologías de la información y la comunicación. Esta última es especialmente notable en los menores nacionales. Desde la Fundación Canaria Yrichen también se trata el consumo de alcohol y benzodiacepinas y conductas como el juego patológico o las conductas sexuales compulsivas, “que a menudo pasan desapercibidas”.
En el caso de los menores migrantes, el abordaje que realizan desde la entidad es “integral”. “No solo atendemos el consumo, sino que acompañamos sus procesos personales y sociales, entendiendo que el consumo suele ser un síntoma de otros conflictos no resueltos”, explica el psicólogo, especializado en la intervención en el campo de las adicciones desde la perspectiva de género y la transculturalidad.
Rodríguez subraya que la infancia migrante llega “con muchos traumas, muchos miedos y mucha inseguridad”. “Esto se puede agravar si no encuentran un lugar seguro o sus expectativas no se cumplen”, añade. La ruta migratoria hacia el archipiélago canario es la más mortal del mundo. Solo en 2024 se cobró la vida de 9.757 personas, según el último informe del colectivo Caminando Fronteras. Además, las carencias de la red de protección de las islas ha frenado la atención individualizada de los jóvenes y la garantía de sus derechos fundamentales, tal y como han reconocido en reiteradas ocasiones desde el Gobierno autonómico.
En este punto, para el psicólogo es fundamental que el sistema de acogida sea “un entorno seguro, que escuche y atienda las necesidades de los jóvenes”. Aunque no hay un patrón único, son muchos los jóvenes que llegan a las islas sin consumos problemáticos o con un uso ocasional. Sin embargo, “las condiciones a las que se enfrentan aquí, como la soledad, la falta de apoyo o la inseguridad, pueden agravar o desencadenar el consumo”.
“Muchos de ellos son menores en situaciones de alta vulnerabilidad que necesitan sentirse protegidos”, continúa Rodríguez. “Muchos jóvenes relatan constantes cambios de centro, falta de referentes y desconocimiento de sus derechos, lo que genera frustración y desmotivación”, añade. Para paliar este impacto en la salud mental de los jóvenes, el experto incide en la importancia de entender sus historias personales y sus contextos de vida.
“Los chicos están primero en un proceso de construcción de su propia identidad, su propia autoestima, amor propio, autocuidado… Entonces, si no se sienten cuidados, difícilmente vamos a educar en que se cuiden ellos”, valora el psicólogo. “Al final son niños necesitando afrontar una vida adulta para tirar hacia adelante. Están cargados de miedos y si nadie les escucha van aprendiendo a no expresar lo que necesitan, a lo que se suman las dificultades idiomáticas”, ejemplifica.
“Cuando no encuentran apoyo institucional, lo buscan en otros jóvenes que también están en crisis, donde pueden surgir consumos abusivos como una forma de afrontar el malestar. Por eso, la integración en entornos saludables, con actividades que generen placer y pertenencia, es clave para su bienestar”, sostiene el coordinador del equipo de tratamiento con jóvenes de Yrichen.
Las diferencias de género también se reflejan en las adicciones. “Uno de los principales retos es la baja visibilidad de chicas migrantes en nuestros recursos, en parte porque los espacios de atención a adicciones han sido históricamente masculinizados y sus consumos, más invisibles”, afirma Rodríguez. A esto se suman las vulnerabilidades específicas y los riesgos que enfrentan las niñas y adolescentes migrantes, como la trata o la prostitución.
Un entorno seguro
Potenciar la autoestima, la identidad y las habilidades para gestionar emociones y frustraciones es una herramienta decisiva en el tratamiento de los menores con adicciones. Según el especialista, una vez que los jóvenes perciben que son escuchados y valorados “muestran mayor motivación y compromiso hacia su bienestar y buen desarrollo”.
“Es importante salir del despacho y compartir entornos saludables con ellos. Así trabajamos no solo desde los problemas o las dificultades, sino lo que al chico le gusta: el fútbol, la música, el surf, la escalada…”, asegura. “Hacemos un acompañamiento sincero. No solo desde el trauma, sino desde las fortalezas, la seguridad y las metas alcanzadas”, apunta.
El reconocimiento de sus competencias y motivaciones también se plasma en el fomento de la formación y el empleo. También, desde Yrichen se promueven las relaciones saludables y actividades gratificantes que ayuden a los menores a reconectar con una vida satisfactoria. Rodríguez también insiste en comprender las historias migratorias. “En cuanto al consumo, buscamos reducir riesgos, mitigar daños, y construir junto a ellos planes realistas para reducir o abandonar el consumo, promoviendo una vida más saludable”, concluye.
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