No se asusten. No voy a darles envuelta en celofán una ruta de senderismo. Sólo quiero utilizar una experiencia personal para responder a mis amigos que han estado en China y se quejan de que la supervigilancia digital a que están sometidos los habitantes del gigante asiático. He aquí que hace un tiempo hice yo esa etapa del camino de la costa, del Pino de la Virgen en Fuencaliente a Montes de Luna en Mazo, un hermoso paseo cruzando un gran manto de lava muy trabajado por los siglos. Tal vez por el traqueteo irregular del camino siento una necesidad de aguas mayores, perdonen que sea tan escatológico, pero es lo que hay. Busco un recóndito lugar detrás de una de estas paredes ancestrales que abundan en La Palma y cuando estoy sintiendo ese alivio poético que da la naturaleza, me siento observado, no veo nadie, miro hacia arriba y hay un dron observándome, muy cabreado y yo que soy de una generación que solía resolver conflictos de patio de escuela a pedradas lanzo un mísil pétreo al dron que se aleja a toda velocidad. No daré más detalles, pero no sólo en China nuestra intimidad está amenazada. Tengo la sensación de vivir en la sociedad de los vigilantes, donde todo el mundo sabe lo que hacemos y decimos. Bueno, ya rumbo a Montes de Luna veo a una senderista  extranjera efectuando una operación similar tras una pequeña pared y pienso que esta ruta aparte de bella es laxante, ella me mira asombrada, yo educadamente tuerzo la cabeza hacia Poniente como si fuera un personaje de juego de tronos y señalo al cielo tratando de advertirle que por ahí anda volando un peeping Tom, un dron voyeur. Cerca de Montes de Luna  me adelanta y veo que es ella la que lleva el mando del dron. Bueno, qué le vamos a hacer, me consuelo pensando que mi trasero que modestia aparte cumple los estándares palmeros ahora mismo es internacional.