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Israel, declarada “culpable” de genocidio por la Corte Internacional simulada por alumnado de la Universidad de Oviedo

Alumnado de la Facultad de Derecho, junto a su tutora, Beatriz Vázquez, y las responsables de la Clínica Jurídica, Isabel Rodríguez-Uría y Alma Luna

Leticia Quintanal

Oviedo —

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A principios del mes de enero de 2024 Sudáfrica decidió poner en marcha, ante la Corte Internacional, un procedimiento en el que alegaba violaciones de la Convención sobre el Genocidio por parte de Israel contra el pueblo palestino, en sus ataques contra la franja de Gaza, donde en aquel momento ya habían muerto asesinadas más 21.000 personas, en tan solo tres meses. Hoy, un año y medio después de aquel 7 de octubre, los muertos superan los 50.000, y siete alumnos y alumnas de la Universidad de Oviedo han condenado a Israel por genocidio.

Ojalá un juicio como este en el Tribunal Internacional de Justicia, aunque de momento el mundo tenga que conformarse con la sentencia de la simulación que han protagonizado estos alumnos de segundo y tercero de la Facultad de Derecho, con todo el rigor y la profesionalidad de quienes llevan años ejerciendo la profesión. Lo han podido hacer dentro de los proyectos desarrollados en la Clínica Jurídica que dirige la profesora Isabel Rodríguez-Uría Suárez junto a Alma Luna Ubero.

Sacar el Derecho de las aulas a la calle. Este es el objetivo de la clínica jurídica de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo. Pero, ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de las clínicas jurídicas? Hablamos de herramientas de enseñanza y aprendizaje de las que disponen las universidades, que constituyen una de las formas más innovadoras de aprendizaje y aplicación del Derecho por parte de los alumnos, según nos cuenta su directora. Se basan en una metodología de aprendizaje-servicio en la que los alumnos y alumnas son los verdaderos protagonistas, desarrollando los proyectos que se ejecutan en el marco de estas iniciativas y en permanente contacto con las organizaciones y asociaciones del tercer sector vinculadas a ellos.

Esto es lo que han hecho Claudia, José María, Manuel, Leyre, Silvia, Jimena y Lucía, cuando a principios de curso, en el mes de octubre, decidieron embarcarse en esta aventura que concluía, después de horas de intenso trabajo y preparación a lo largo de los meses, y compaginándolo, como no podía ser de otra manera, con las horas lectivas, en la sala de vistas de la Facultad de Derecho, ataviada como si fuera la verdadera Corte Internacional porque no faltaba detalle.

La simulación de este proceso judicial, uno de los últimos proyectos desarrollados este curso en la Clínica Judicial, ha sido posible por el esfuerzo de estos chicos y chicas, pero también por el de su tutora, Beatriz Vázquez, profesora de Derecho Internacional de la Universidad de Oviedo, a quien cada uno de estos alumnos quiere agradecer su esfuerzo y entrega a un proyecto que les ha brindado la oportunidad de ponerse al frente de un juicio internacional, además, de semejante calado.

El reparto de los roles fue relativamente fácil, según nos cuentan Lucía y Leyre, pues no hubo que utilizar el a veces injusto sorteo. Claudia y José María facilitaron las cosas al asumir, desde un principio, el papel más controvertido, Israel, ante el “si no os importa nosotras preferimos ser Sudáfrica”, de Leyre y Silvia, para dejarles a Jimena, Manuel y Lucía ser los representantes de la Corte Internacional, cuya presidenta, Lucía, nos explica la importancia de que en este caso el número fuese impar para garantizar la ausencia de empates a la hora de las votaciones que derivarían en la sentencia judicial.

El juicio comienza pasadas las 12.30 horas del mediodía, ante la atenta y nerviosa mirada de las responsables de la Clínica y también de la tutora del proyecto quien, si bien asesoró y acompañó a los chavales durante los meses de preparación, no tenía ni la más remota idea de lo que allí iba a suceder, ni mucho menos, de cuál sería el fallo final.

Las chicas y chicos evidenciaban también los nerviosos propios del momento, ataviados con sus togas negras y asumiendo, cada uno, el papel que le había tocado en el proceso que estaba comenzando. Encargada de la introducción inicial, la Corte Internacional dio paso a las partes para que expusiesen sus planteamientos, y así demandante y demandado permitieron al público presente hacerse una idea de lo que allí se iba a ver.

El objetivo estaba claro: Leyre y Silvia, en nombre de Sudáfrica, debían demostrar, entre otras cuestiones, el dolus specialis, término que en jurisprudencia se refiere a la intención de destruir al grupo. “Era la postura más fácil, pero no por ser la más fácil al final lo fue”, reconoce Leyre, porque una cosa es la evidencia que se ve y otra muy distinta es poder probarla con fundamento jurídico. Ella comenzó su preparación leyendo la demanda original, de la que incorporaron algunas argumentaciones, otras no. “A partir de ahí, a echarle imaginación y poner la creatividad a trabajar”, recuerda.

Esta apasionada del Derecho Internacional, del que reconoce haberse enamorado el curso pasado, señala el punto fuerte de la demanda que elaboró junto a su compañera Silvia, el sometimiento del grupo (pueblo palestino) a condiciones que puedan llevar a su destrucción. Pero también incluyeron la matanza del grupo y la vulneración del artículo 5 de la Convención, que dice que los estados firmantes del Tratado de las Naciones Unidas deben incorporar a su legislación la tipificación de genocidio, e Israel no lo ha hecho, salvo con una ley muy discriminatoria solo aplicable a los casos de holocausto.

Para Lucía Fernández, alumna encargada de presidir la Corte Internacional, esta fue una experiencia diferente a lo que el alumnado acostumbra en la facultad, “sientes que puedes hacerte una idea de lo que te espera y sabes lo que es opinar después de haberte preparado mucho un tema”, algo que no es muy habitual hoy en día, añade, en una sociedad en la que todo el mundo opina, con o sin conocimiento.

Las partes preguntaron y repreguntaron a los rivales, y la propia presidenta de la Corte tuvo que ejercer en más de una ocasión para reconducir el interrogatorio, llamar la atención a demandante o demandado por alguna protesta a la que no había lugar o por responder de manera inapropiada a la interpelación del tribunal.

“Era previsible lo que iba a pasar”, cuenta Lucía, quien también reconoce el buen trabajo de Claudia y José María, defensores de Israel, a la hora de argumentar, legislación en mano, y defenderse de las acusaciones de Sudáfrica, a quien también le reconoce las pruebas aportadas que demostraban la intención genocida.

En su fallo, el tribunal condena a Israel por la comisión de un genocidio en la franja de Gaza, así como por perpetrar una matanza, someter a la población a condiciones de destrucción de la vida y por ocasionar a la población palestina lesiones graves contra la integridad física y mental del grupo, como por ejemplo, enuresis, autolesiones o suicidios.

Tras la lectura de una elaborada sentencia de 40 páginas y la pertinente explicación del voto de los tres integrantes del tribunal, ya que algunos puntos contaron con unanimidad y otros con mayoría simple, se levantó la sesión con sonoro aplauso del público y el orgullo de las académicas por unos alumnos y alumnas que, aunque exhaustos por el esfuerzo realizado, sonreían satisfechos, recibiendo las felicitaciones de los presentes.

Además de esta simulación del proceso judicial contra Israel, desde la Clínica Jurídica han abordado este año también la elaboración de una guía jurídica de orientación a personas afectadas por la DANA, un proyecto coordinado por la Red Española de Clínicas Jurídicas; un seminario sobre Derecho y Literatura en el que el alumnado pudo continuar su aprendizaje, en este caso, a través de la literatura; el proyecto ICAO, en el que, a través del Colegio de Abogados de Oviedo, los alumnos y alumnas han podido realizar labores de acompañamiento a abogados del turno de oficio; o la guía práctica de autorizaciones de extranjería, en colaboración con la ONG Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad.

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