Después de terminar su tesis doctoral en Química Orgánica y Farmacéutica por la Universidad de Granada en 2014, Fátima Morales se enfrentó a la falta de oportunidades laborales en España. Sin embargo, encontró una oferta de la Universidad Nacional de Chimborazo, en Ecuador, y pensó que allí podría aportar como doctora, movida por la vocación de cooperante y activista que la había impulsado desde pequeña a participar en proyectos de voluntariado.
Así fue como empezó su historia con este país sudamericano, al que lleva vinculada más de diez años. En un principio, le pidieron que siguiera investigando el tema de su tesis, centrada en el desarrollo de fármacos antitumorales. Pero, después de hacer un voluntariado con la Fundación Omar Mosquera en comunidades indígenas de Riobamba (a 4.000 metros de altura), decidió darle un giro a su trayectoria investigadora y comenzar un proyecto que aunara cooperación con investigación.
Junto a una compañera nutricionista, empezó a diagnosticar los problemas de salud que presentaban los niños en las escuelas del cantón Riobamba, una zona de difícil acceso. Les llamó la atención que abundaban las infecciones parasitarias y “cuanto más se lavaban las manos, más parásitos tenían”, por lo que lo vincularon a la falta de saneamiento en el agua.
Aunque Fátima tuvo que abandonar el proyecto para marcharse a Estados Unidos, con ella siempre viajó la idea (y la ilusión) de retomarlo en algún momento. En 2019 regresó a España y, dos años después, encontró en la Universidad de Sevilla la oportunidad de darle continuidad a sus proyectos en Ecuador, ya como profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública.
A su vuelta a España, Fátima decidió estudiar un máster de Antropología en la Hispalense para incorporar el enfoque antropológico a su mirada científica como investigadora, tras la primera experiencia que había tenido en Chimborazo como investigadora. “La antropología me ha dado esa capacidad de ligar cooperación con investigación, siempre teniendo en cuenta las necesidades de las personas”, explica.
A partir de ahí, se incorporó como profesora a la institución sevillana y, gracias a la Oficina de Cooperación de la universidad, pudo retomar el proyecto que había iniciado hacía seis años en Ecuador, dándole “ese enfoque antropológico y alguna solución”. El primero de los proyectos que financió la Oficina de Cooperación tuvo lugar el curso 2021/2022 y se enfocó en buscar fórmulas para desinfectar el agua de la contaminación fecal, desde el respeto con la naturaleza, identidad y cultura del lugar.
Tras realizar entrevistas a los vecinos, optaron por instalar filtros de barro que se rellenaban con agua del grifo y “filtraban los parásitos y los microorganismos para que pudieran sacar agua limpia”. El curso siguiente introdujeron la alternativa de baños secos para la reducción de las enfermedades parasitarias y desnutrición crónica infantil a través del saneamiento integral del agua, de nuevo desde un enfoque antropológico con economía circular.
El potencial transformador de estas intervenciones para una comunidad indígena identificada como especialmente vulnerable captó la atención de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en Ecuador, que financió con 220.000 euros una tercera fase. Esta vez, el objetivo fue reducir la desnutrición crónica infantil en estas comunidades indígenas de la región de Chimborazo, incorporando a la Fundación Shungo, una ONG local que trabaja por el empoderamiento de mujeres indígenas.
Shungo significa corazón en quechua. Y esa perspectiva es la que guía al último proyecto que se puso en marcha en 2023 y concluye este verano. En esta ocasión, la búsqueda de mejoras en los sistemas de agua en comunidades indígenas vulnerables se puso en manos de las mujeres de la citada fundación para que ellas comprueben que son capaces de liderar el cambio.
“Durante este tiempo han estado pensando formas de sanear el agua, algo que contribuye a la salud de la población infantil, que tiene un problema de desnutrición crónica importante, mientras se empoderan las mujeres, y así se cierra el círculo”, explica Fátima Morales, quien este verano viajará nuevamente a Ecuador para supervisar los avances y realizar los ajustes necesarios antes de dar por concluido el proyecto.
El siguiente paso que tiene en mente el equipo liderado por esta profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública es el de replicar estos modelos en otras zonas de Ecuador y de América Latina. De hecho, Fátima Morales ya colabora con universidades y organizaciones en Perú y Brasil.
Para Fátima, regresar a las comunidades que visitó en 2014 para aportar soluciones reales a los problemas de la gente humilde ha sido profundamente gratificante. “Ver cómo algo tan sencillo como un filtro puede mejorar la salud infantil y recibir el agradecimiento de las familias porque han notado el cambio es muy satisfactorio”, comenta.
Aquella experiencia motivó precisamente su “cambio de paradigma”, de diseñar fármacos en laboratorios a impulsar proyectos de cooperación desde la universidad. “Cuando trabajaba en el diseño de fármacos antitumorales, no veía el fin de la investigación porque es un proceso muy largo hasta que el resultado llega a las personas, pero gracias a la universidad puedo mejorar la salud de las personas con proyectos que tienen un impacto inmediato”, asevera.
Esa “gratificación personal” que le da su trabajo ha llevado a Fátima a preparar su concurso de oposición para consolidarse como profesora titular del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Sevilla, desde donde espera seguir contribuyendo al cambio social a través de proyectos de cooperación e investigación capaces de transformar vidas.
Sobre este blog
El blog Postales Universitarias es un espacio respaldado por la Universidad de Sevilla donde encontrarás información sobre todos los programas internacionales de esta universidad pública a través de estudiantes protagonistas. Sus miedos iniciales, la oportunidad que suponen, sus alegrías. Sus historias.
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