La tumba del 'Príncipe de Hielo' aparece en una villa romana: un entierro medieval con símbolos de poder

Los restos pertenecen a un niño de apenas año y medio

Héctor Farrés

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Sellaron la tumba con mortero de cal y la ocultaron bajo una estructura que antes había sido una villa romana. No se trataba de una sepultura cualquiera, ni por el esfuerzo que implicó ni por los objetos que albergaba.

La cámara funeraria, construida con bloques de piedra y preservada como un espacio de memoria durante generaciones, acabó atrapando el interés de un equipo de arqueólogos que, más de un milenio después, decidieron extraerla entera, congelarla y analizarla con minuciosidad en un laboratorio. Así empezó la historia del conocido como Príncipe de Hielo, cuyo descubrimiento ha desvelado cómo vivió y murió un niño de la alta sociedad en el sur de Alemania hace más de 1.300 años.

El frío como aliado para conservar hasta el más mínimo detalle

Los restos pertenecen a un menor que vivió entre los años 670 y 680, cuya familia se esforzó por rendirle homenaje con una tumba repleta de detalles exclusivos. La cámara fue hallada en el yacimiento de Mattsies, en la región de Allgäu, y su conservación se logró gracias a un método de congelación ideado por el equipo de la Oficina de Conservación de Monumentos de Baviera (BLfD), que encapsuló el conjunto en un bloque de hielo para trasladarlo sin dañar el contenido.

La reconstrucción del enterramiento reveló que el niño fue colocado sobre una piel de animal, vestido con una túnica de lino de manga larga decorada con tiras de seda, pantalones y zapatos de cuero. Esa prenda, tejida con una fibra que solo se conseguía en Europa a través del comercio con el Imperio bizantino, indica el alto nivel económico de su entorno familiar.

A su cintura llevaba una pequeña espada con aplicaciones de oro y empuñadura ornamentada. Dadas sus características, se interpreta como un objeto simbólico vinculado al estatus social.

En las muñecas llevaba brazaletes de plata, y en los pies, espuelas del mismo metal. Cerca del cuerpo se localizó un paño con una cruz compuesta por dos láminas doradas, cuya inclusión apunta a la temprana difusión del cristianismo entre las élites regionales.

Al otro extremo de la tumba, sobre una estera, se hallaban varios elementos cuidadosamente dispuestos, como un cuenco de bronce que contenía un peine, un recipiente de madera y una copa decorada con refuerzos de plata. También aparecieron frutos secos y huesos de un lechón que fue sacrificado como parte del banquete funerario.

Este tipo de ritos, según explicaron los expertos tras analizar la disposición de los objetos, incluían acciones simbólicas como el aseo con agua vertida del cuenco o el uso del peine para presentarse ante los dioses. La vajilla con refuerzos metálicos se empleaba durante las comidas ceremoniales, y el conjunto formaba parte de un homenaje póstumo destinado a reforzar el recuerdo del fallecido.

La muerte por una otitis y el respeto que perduró siglos después

El cuerpo del niño, según los análisis de ADN y dentales, pertenecía a una persona de cabello claro y ojos azules que probablemente nació en la misma zona donde fue enterrado. Murió con apenas año y medio de vida a consecuencia de una infección originada por una otitis que no llegó a curarse. En ese momento, aún estaba en etapa de lactancia.

El edificio en el que se encontraba la tumba fue reformado al menos en dos ocasiones tras el entierro, lo que indica que la familia mantuvo el espacio como lugar de culto durante un largo periodo.

La estructura se mantuvo en pie como una muestra de respeto que trascendió lo inmediato. El director general del BLfD, Mathias Pfeil, señaló que “el esfuerzo arquitectónico y la calidad de los materiales demuestran que su familia quiso honrarlo de un modo excepcional”.

Tecnología moderna al servicio del pasado más frágil y delicado

La técnica de extracción utilizada por los arqueólogos, que envolvió la tumba completa en hielo antes de su análisis, resultó decisiva para preservar los materiales orgánicos.

Fue la primera vez que se aplicó un método de este tipo en la región y, gracias a él, los investigadores lograron rescatar fragmentos textiles, madera y restos de alimentos que de otro modo se habrían deteriorado.

Con este hallazgo, el equipo de arqueólogos ha demostrado cómo la tecnología puede ampliar los límites del conocimiento sobre prácticas antiguas. “Hemos demostrado que, con métodos adecuados, podemos extraer información increíble incluso de restos muy frágiles”, explicó Pfeil, convencido de que este tipo de intervenciones abren nuevas vías para estudiar el pasado desde perspectivas más amplias y precisas.

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