Los halcones urbanos han aprendido a cazar por el sonido de los semáforos

Las reglas del tráfico no solo regulan a quienes conducen. También han reconfigurado la forma en que algunas especies se adaptan a los entornos urbanos. Los semáforos, las señales acústicas y las paradas de autobús han pasado de ser elementos exclusivos del comportamiento humano a convertirse en piezas estratégicas para determinadas aves.
Lo que antes era un entorno hostil, se ha transformado en un sistema lleno de patrones que pueden ser memorizados, analizados y aprovechados por animales con la capacidad de reconocer secuencias. Entre ellos, el halcón de Cooper ha encontrado una utilidad sorprendente en la señal de camine de los cruces peatonales de Nueva Jersey.
El ave aprendió a conectar estímulos urbanos con oportunidades de caza
En medio del asfalto de West Orange, una intersección cualquiera pasó a convertirse en un punto de caza eficiente para un joven halcón que llegó al barrio en pleno invierno. Vladimir Dinets, zoólogo de la Universidad de Tennessee, lo observó durante semanas, fascinado por la estrategia que se repetía.
El ave no actuaba al azar. Esperaba escondido en un arbusto junto a la calle hasta que un peatón presionaba el botón de la señal. En cuanto escuchaba el pitido, el halcón salía disparado hacia la línea de coches que se formaba, se deslizaba entre ellos a baja altura y cruzaba la calle en dirección a una casa concreta.

Ese movimiento no respondía solo a un instinto, sino a una secuencia aprendida. Dinets comprobó que la familia que vivía en esa vivienda solía comer en el jardín delantero, lo que atraía a palomas y gorriones que se agrupaban en busca de restos. Era el momento perfecto para atacar. La fila de coches servía como pantalla que ocultaba su vuelo. El ruido de la señal activaba su desplazamiento. La asociación entre el sonido y la disposición de los vehículos revelaba un nivel de análisis poco habitual.
Durante los meses en que duró la observación, el científico dedicó hasta doce horas diarias a seguir el comportamiento del ave. Anotaba cada movimiento, cada reacción ante el tráfico y cada caza exitosa. Según explicó en su artículo publicado en Frontiers in Ethology, lo que más le llamó la atención fue que el halcón parecía anticiparse al patrón urbano.
Había creado una especie de mapa mental del entorno que le permitía calcular el momento más adecuado para actuar. En sus palabras, “eso significaba que el halcón entendía la relación entre el sonido y la eventual línea de vehículos en espera”.
La eficacia del método no se quedó en una temporada. Al año siguiente, Dinets volvió a ver un halcón actuando con la misma estrategia. No podía confirmar que fuera el mismo, pero el comportamiento era idéntico. Volaba bajo por encima de los coches, cruzaba al jardín y cazaba en cuanto detectaba movimiento entre los arbustos cercanos. El patrón se había convertido en un hábito.
Otras aves también han aprendido a sacar partido de las ciudades
En el estudio, Dinets recordó que otras especies también muestran este tipo de comportamientos en contextos urbanos. Los cuervos, por ejemplo, se han visto soltando nueces en carreteras para que los coches las rompan. Algunos pájaros cantores usan los vehículos como escudo para evitar ser atrapados por depredadores. Incluso hay registros de aves carroñeras organizadas en turnos para revisar tramos de autopista en busca de animales atropellados.
Pero lo que más le interesaba al zoólogo era la manera en que un ave como el halcón de Cooper, normalmente solitario y discreto, podía adaptar su forma de cazar utilizando herramientas humanas.

Para él, no se trataba solo de una curiosidad etológica. Según afirma, “creo que mis observaciones muestran que los halcones de Cooper logran sobrevivir y prosperar, al menos en parte, gracias a su gran inteligencia”.
La bióloga Wenfei Tong, autora de un manual sobre el comportamiento de las aves, ofreció una lectura más cautelosa del estudio. En su opinión, el hecho de que las pruebas sean observacionales reduce su alcance, ya que otras especies como loros o córvidos presentan patrones más complejos y socialmente avanzados.
Aun así, el propio Dinets matizó que la inteligencia depende del entorno de cada especie. Desde su perspectiva, “los halcones parecen menos cercanos, pero pueden ser igual de inteligentes”.
La historia de ese halcón urbano concluyó poco después. La familia se mudó, el jardín dejó de atraer pájaros y la señal dejó de funcionar. Dinets no volvió a ver al ave desde entonces. Pero lo que aprendió quedó registrado como una prueba más de que incluso en entornos artificiales, algunos animales encuentran formas de adaptarse con una precisión que desafía lo esperado.
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