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La paradoja del pacto de pandemias: por qué un acuerdo histórico muestra que la OMS está en su peor momento

La jefa de la unidad de enfermedades emergentes y zoonosis de la OMS, Maria Van Kerkhove (izda), y otros miembros del Órgano Intergubernamental de Negociación (INB) celebran el acuerdo.

Sofía Pérez Mendoza

20 de mayo de 2025 22:45 h

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La tensión en la que se ha instalado el mundo ha calado estos días en un lugar que estaba poco acostumbrado hasta ahora a cargar con las tensiones geopolíticas: la salud global. En la apacible, incluso aburrida, ciudad de Ginebra se han citado esta semana los principales responsables sanitarios de los países que forman la Organización Mundial de la Salud para afrontar quizá la mayor paradoja a la que se ha expuesto el organismo de Naciones Unidas: celebrar un acuerdo inédito en el peor momento de su historia.

El director general, Tedros Adhanom Ghebreyes, muestra la contradicción que atraviesa la cita de arriba a abajo: pasó de anunciar que al menos en 70 países los pacientes “no están recibiendo sus tratamientos, han cerrado los centros de salud y los trabajadores sanitarios han perdido sus empleos”, como consecuencia de los recientes recortes de financiación de Estados Unidos, a ponerse en pie para vitorear, en medio de una gran ovación, el nuevo tratado contra pandemias, cuyo precedente más inmediato hay que ir a buscarlo a 2004.

Es un dulce en medio del amargor: en las próximas semanas se decidirá de qué empleados de la OMS se prescinde para sobrevivir a la amputación de fondos de la administración Trump. Lo que se sabe hasta el momento es que se reducirán a la mitad los departamentos y los equipos directivos porque “la organización no puede hacer todo lo que los estados miembros le piden con los recursos de los que dispone”. La OMS ha adelgazado su presupuesto para el próximo bienio (2026-2027) de 5.300 millones de dólares a 4.200 y tiene asegurados 2.600, es decir, un 60% del total, según recoge Efe. Faltan 1.700. “Sabemos que con el panorama actual, movilizar esa suma será difícil”, reconoció Tedros.

Algunos de los que recorren los pasillos de la ONU –mandatarios internacionales, ministros y ministras, organizaciones de la sociedad civil– perciben que incluso un hito como el tratado de pandemias es incapaz de compensar todo el estupor, la desazón y la incertidumbre que rodea al encuentro. “Es como si todos los valores que antes tendían puentes hubieran desaparecido de la noche a la mañana. Hay un vacío y una sensación de que estamos en un mundo completamente nuevo”, aseguran a elDiario.es desde una organización española que ha acudido al encuentro.

Sobre el evento planeaban dudas razonables. Si la delegación estadounidense–que ha decidido abandonar la OMS hace unos meses pero aún no está formalmente fuera– aparecería para dinamitar el encuentro o cómo actuarían los estados gobernados por opciones populistas o de extrema derecha que tienen el multilateralismo como uno de sus principales enemigos –finalmente algunos como Italia, Polonia y Eslovaquia, además de Israel, Rusia e Irán, se han abstenido–. El ambiente está tan agitado que hasta la asociación ultracatólica HazteOír ha ido a pescar en el río revuelto con un autobús contra el acuerdo de pandemias por las calles de la ciudad suiza.

Parte de las incógnitas se despejaron el lunes por la noche, cuando se confirmó en la primera votación que el tratado de pandemias saldría adelante. Hasta el último momento había una amenaza, pequeña pero real, de que la mayoría se viniera abajo si había un efecto rebote entre los países más críticos con el tratado. El Gobierno de Eslovaquia, dirigido por el populista Robert Fico, aseguró que el tratado violaba el “principio de soberanía de los estados miembros e interfiere desproporcionadamente en la esfera de los derechos humanos”.

Algo que la propia OMS ha desmentido y, de hecho, queda aclarado explícitamente en un artículo del tratado: “Nada de lo dispuesto en el Acuerdo de la OMS sobre Pandemias se interpretará en el sentido de que confiere a la Secretaría de la Organización Mundial de la Salud, autoridad alguna para dirigir, ordenar, alterar o prescribir de otro modo la legislación nacional y/o interna”. El texto alude a medidas específicas como “prohibir o aceptar viajeros, imponer mandatos de vacunación o medidas terapéuticas o diagnósticas o aplicar cierres patronales”. Con todo, al final 11 estados se abstuvieron.

“Estamos en tensión”

Varias fuentes consultadas coinciden en que es un pacto “histórico” porque, además, tiene pocos precedentes y apuntan a 2004 para encontrar un acuerdo similar: el Convenio Marco para el Control del Tabaco que logró reducir el consumo. Gian Luca Burci trabajaba en la Oficina Jurídica de la OMS cuando se adoptó y formó parte de la plantilla hasta 2016. Ahora, es testigo de lo que está pasando como profesor de Derecho internacional en el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de Ginebra.

“Hay partidos constantemente conspirando contra la OMS, tratando de romper esta forma de organizar el mundo y los acuerdos para resolver los problemas relativos a la salud global. Eso puede influir, pero me atrevería a decir, siempre de segunda mano porque no estoy allí, que esto haya tenido una gran influencia en los debates. Esta puede venir de la desconfianza entre países desarrollados y en vías de desarrollo, de los intereses económicos o del lobby de la industria, pero no creo que las teorías de la conspiración o las noticias falsas hayan tenido un gran peso”, apunta Burci en conversación con elDiario.es. Uno de los artículos del tratado reconoce precisamente este problema, e insta a los países a promover la alfabetización sanitaria. “Ahora bien, está claro que hay mucha ansiedad y mucho nerviosismo con los recortes, la gente puede pensar: quizá sea mi puesto”, remata el profesor.

“Se manda la señal de que es necesario tener acuerdos internacionales porque la salud requiere una acción coordinada pero a la vez la mayoría de los países trasladan que la colaboración sanitaria es algo en lo que se puede recortar. Es la tensión en la que estamos ahora y, dentro de ella, el tratado manda una señal de optimismo que quizá puede ayudar”, analizan, por su parte, desde la organización Salud por Derecho.

Un acuerdo metido “en la nevera” hasta 2026

En todo caso, los expertos consultados coinciden en que el tratado adoptado este martes “es más un comienzo que un final”. “Lo que importa será lo que pase a partir de ahora porque el trabajo no está terminado”, advierte Burci. Se refiere al anexo que todavía debe acordarse para crear un sistema multilateral de acceso a patógenos y reparto de beneficios (PABS, por sus siglas en inglés). Este mecanismo marca que los países que detecten virus con potencial pandémicos tendrán que compartir la información disponible (en forma de muestras y secuenciación genética) y a cambio reciben beneficios en forma de donaciones o productos a precio asequible.

Los 124 países que han votado a favor del texto deben acordarlo en el plazo de un año. Es como si los estados pusieran a partir de ahora el texto en una nevera hasta el siguiente acuerdo. De hecho, el tratado no se ha firmado y eso hace de este proceso algo completamente “inusual”, según el ex trabajador de la OMS. Otra de las cuestiones que deben desarrollarse en el anexo mandata a los desarrolladores de vacunas a poner a disposición de la OMS entre un 10 y un 20% de la producción de sueros y terapias en caso de una emergencia. Cuando se acuerden todos estos flecos, imprescindibles porque concretarán las vaguedades de algunos artículos, se procederá a la firma y, después, a la implementación por parte de los países.

¿Cuánto de vinculantes son estos compromisos? Aunque el tratado propone ambiciosos mecanismos y nuevas herramientas, la mayoría de sus disposiciones dependen de la voluntad de los estados para incorporarlas. No hay tampoco sanciones. El sistema para compartir los beneficios todavía no está ni definido en detalle.

“El acuerdo es un poco paradójico porque, por un lado, es muy ambicioso. Si lo lees, lo cubre todo: desde la prevención hasta el reparto de patógenos y beneficios, pasando por la financiación, la distribución de vacunas, etcétera. Sin embargo, al mismo tiempo, también es muy débil. Todas las obligaciones están muy descafeinadas porque los estados se someterán a la legislación nacional según proceda”, desgrana Burci. “Con todo, soy moderadamente optimista, necesitamos un resultado”, zanja.

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