De las gradas antifas a los 'looks' de 'influencers': ¿qué ha pasado con las Adidas Samba?

Las Adidas Samba aparecieron en el mercado en 1950, con sus tres rayas blancas y su suela de goma, y pasaron a convertirse más adelante en uno de los calzados preferidos de la subcultura skin. Han tenido sus apariciones en el 'brit pop', el 'skate' y el 'hip hop', pero siguen siendo una prenda de referencia para este movimiento –a pesar de la tensión que sienten cada vez más skins entre este icono y la explotación de recursos y mano de obra, y las polémicas pro Israel de su fabricante, Adidas–. En 2020 fueron declaradas la “deportiva de moda” y tras varios años de omnipresencia en redes sociales y eventos de moda, ya se empiezan a escuchar rumores de que ha llegado su ocaso. Mientras el mundo de las tendencias se decide, preguntamos a varias personas cómo han vivido la popularización de este calzado identitario.
El fotógrafo underground Milton Bananas retrata a Jorge “Milky” M. Ballarín, batería de la banda Biznaga, con unas Samba blancas. La elección no es casual: para el músico estas zapatillas están cargadas de significado. “En la época que me tocó y me toca vivir las Samba —me refiero a las Samba negras y blancas— tenían incluso una posición hegemónica sobre las botas 'Doc Martens', siendo estas últimas en realidad el calzado más auténtico, genuino y primigenio de la subcultura skinhead”. Para Noa Balboa, Social Media Manager y amante de este movimiento, “las Adidas Samba son mucho más que unas zapatillas: son parte de mi esencia”. Ella incluyó estas dos referencias estéticas en su boda: botas Doc Martens para la ceremonia y deportivas Samba para el baile.
¿Cómo alcanzó una deportiva de fútbol este poder identitario?
John Clarke afirmaba en una de las obras fundacionales de los estudios culturales, Rituales de resistencia. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de postguerra, que lo skin se construye a través de “valores centrales de la cultura tradicional de la clase trabajadora”. Stuart Hall y Tony Jefferson, editores del libro y autores de referencia de los estudios culturales y la escuela de Birmingham, asumían –recuperando a Karl Marx y Robert Barthes– que los bienes adquieren un significado por su uso social que les aporta a su vez un significado cultural. La asociación de las Samba con el fútbol y de este deporte con la clase trabajadora, y con las raíces hoolingans de lo skin, posibilitó que fuera apropiada por este grupo. El uso y significado que adquirió dentro del movimiento hicieron de esta zapatilla un signo.

Hall y Jefferson resaltaron tres características de esta subcultura: su conciencia de clase, su carácter comunitario y su estetización. La adquisición de rasgos estéticos —“la selección activa de objetos a los que se les atribuye unos significados concretos que son compartidos por el grupo”— construye ese carácter comunitario mediante códigos compartidos, así como reivindicativo, celebrando los códigos obreros y rechazando o apropiándose de forma subversiva de los de la clase dominante. Además, reforzando este carácter reivindicativo, la estética emana confrontación.
Angela McRobbie y Jenny Garber, desde la escuela de Birmingham y la teoría crítica feminista, observaron que otra característica diferenciadora de la estética skin era que no tenía marcados códigos de vestimenta por género. Frente a otras subculturas, posibilitaba tanto la representación de feminidades subversivas —el pelo rapado— como posibilidades dentro del espectro LGTBIAQ+, para las lesbianas y bisexuales butch y las personas transmasculinas.
Las Samba adquieren aún más representación porque operan dentro de un movimiento que se apoya intensamente en su estética, con unos significados que se han mantenido hasta el presente. Para Balboa, vestir las Samba “refleja mis gustos y las personas con las que me relaciono, no solo dentro del fútbol o la contracultura, sino también en círculos políticos y sociales. Las veo como una declaración de valores porque, al final, su historia y el trasfondo cultural están muy ligados a esas luchas”.

El negocio de la cultura y la contracultura
Noa Balboa describe como un shock la primera vez que se dio cuenta, mirando un escaparate de zapatillas y encontrándose unas Samba con plataforma, que se habían “puesto de moda”. En La conquista de lo cool. El negocio de la cultura y la contracultura y el nacimiento del consumismo moderno, Thomas Frank analiza cómo el capitalismo convirtió en mercancía la estética y los discursos de las subculturas desde que estas hicieron su aparición en los años 60.
Milky asegura que el ciclo estético de las Samba es habitual: “Mercancías facturadas en lo capitalista, apropiadas/resignificadas por grupos juveniles en los márgenes de lo normativo y lo hegemónico, que tiempo después la propia sociedad capitalista vuelve a meter en el mainstream vaciándolo de contenido contestatario y haciéndolo adecuado, apropiado e inofensivo para absolutamente cualquiera”.

Roland Barthes afirmaba que la moda permitía a las sociedades industriales crear un consumo que ya no tenía que acompasarse al ritmo de desgaste de las mercancías. Si conectamos las ideas de Barthes con Thomas Frank en La conquista de lo cool, Frank podemos observar cómo las Samba ofrecían dos posibilidades al mercado: vender la deportiva de moda y vender la deportiva de la subcultura skin a personas no vinculadas a este colectivo. En ambos caos, Adidas no contó únicamente con los publicistas de Madison Avenue que analizó Frank: desde la irrupción de Internet cuenta con las redes sociales y sus influencers.
El papel de Internet en la popularización de las Samba
Para el analista cultural especializado en marcas Eugene Healey, Internet ha despojado de sus componentes políticos y comunitarios a las subculturas, reduciéndolas a una estética a desear. Los movimientos pueden quedar en un cosplay, una estética fugaz que construye un look para un evento o una temporada, y una referencia más dentro de una estética que tiene como inspiración la hibridación de tendencias. “Todo es cuestión del remix”, dice el analista.
Así, aquellas personas que quieran replicar la estética skin de forma temporal, para mostrar una creatividad y un conocimiento de la moda, o de forma más continuada, porque les atraiga estéticamente y se sientan alineados con sus postulados —o simplemente quieran recibir el capital social de que se les perciba así– encontrarán sus rituales estéticos transformados en mood boards a un scroll de distancia.
“La estética, en los contextos de Inglaterra en los que empiezan a utilizarse zapatillas estilo Samba, se relaciona con una identidad de clase: surgía del barrio, del trabajo, de verte en la cola del paro”, explica Nagore Gartzia, profesora de Psicología Social de la Universidad de Vic y bajista de la banda Gaua. “En la actualidad, tienes una página de Pinterest o una respuesta de Chat GPT que te dice cómo vestirte como skin”.
El ascenso de las Samba también llenó las plataformas de contenido sobre la subcultura skin que explican, como hace aquí el creador de contenido sobre moda y cultura Jeru, el papel de la inmigración Jamaicana en su origen y desarrollo. Pero la hipervelocidad y superficialidad en el consumo de tendencias y contenido en la sociedad actual hacen dudar a personas como Balboa sobre si la popularización de estas deportivas, a pesar de la viralidad y aumento de este tipo de contenido, habrá contribuido a un imaginario con mayor profundidad sobre lo skin.
Las redes sociales, según el informe de RetailX Global Fashion 2024, han adelantado a Google como fuente para la búsqueda de inspiración de moda y tendencias, y las marcas lo saben. Colaboraciones con influencers, retos virales, consejos sobre cómo combinarlas: las plataformas decretaron que las Samba eran la deportiva básica de moda. Para Klau, la creadora de contenido sobre moda Dr. Andergraun, que también ha tratado la popularización de las Samba, esta viralidad puede venir de otras sinergias, pero principalmente es resultado de una estrategia de las marcas “que entrenan a los algoritmos a partir de un bombardeo repetitivo y continuo de contenido.”
Las plataformas y especialmente TikTok han propiciado la aparición de microtendencias que funcionan perfectamente para la industria de la moda ultrarrápida, ya que no solo se desecha un producto de una temporada a otra sino una estética completa. El cambio de tendencia es cada vez más rápida y el resultado, más consumo. “La popularización de la Samba es un catalizador de una sociedad absolutamente ligada al hiperconsumo de microtendencias en una sociedad donde el consumo es ocio” analiza Dr. Andergraun para elDiario.es.
La ruptura de la identidad y del signo
Esa aceleración del consumo de Samba ha provocado la subida de precios y la pérdida de calidad en los materiales y acabados, queja habitual para quienes, como Milky, las Samba eran un calzado de uso diario cargado de identidad. Para muchas personas, descubrir las Samba fuera de su contexto en personas que no saben si comparten esos principios y quizás ni siquiera una extracción social obrera se siente como una intromisión o incluso como una ofensa.
“Que se hayan popularizado tanto me hace sentir mal, me hace sentir violentado incluso, como si mi espacio personal fuese ocupado demasiado y demasiado deprisa”, comenta el batería de Biznaga. A Clau, tatuadora y guitarrista queerpunk, le molesta sobre todo que un elemento de la clase trabajadora combativa haya subido de precio en parte porque ahora sea moda entre la clase dominante.
Gartzia ha observado que hay personas de su entorno, vinculadas a la subcultura skin y punk, que tras su popularización fuera de los márgenes han empezado a renegar de su uso y aseguran que no volverán a comprarlas y concluye que “al desdibujarse los límites de lo skin y lo punk se pierde su valor como elemento de identidad colectiva.” “Parecerá una tontería, pero a mí la genealogía me importa; saber de dónde viene lo que visto, lo que escucho, lo que sigo”, añade Clau.
Para Dr. Andergraun el aprendizaje de la popularización de las Samba es “no consumir porque sea una microtendencia, romper la lógica de consumir cada vez mercancía más aséptica, o que se vende como tal descontextualizada de su significado original, e interesarnos por el origen primigenio de las cosas, darles valor, y usarlas hasta el final, cuidándolas y reparándolas”.
El reto de identificar la subcultura concreta parece mayor para quienes se han criado en los ochenta y los noventa. “Poder identificar a las personas por su ropa me da paz”, confiesa Bárbara Rebel, tatuadora y activista transfeminista, cuyo día a día en su adolescencia era el enfrentamiento directo con grupos de nazis. “Antes, si te encontrabas con alguien con unas Samba, solo había dos opciones”, comenta Balboa. “Sentías cierto orgullo porque sabías que esa persona pensaba de manera similar a ti o, en el peor de los casos, podría ser un nazi”. Para Rebel y Clau, la popularización de esta estética ha aumentado su estado de alerta. “El otro día estuve siguiendo a un tipo por un supermercado pensando que era un nazi y resulta que era un moderno”, recuerda la primera.
Las Samba, las viejas subculturas y lo postsubcultural
“Que las Samba hayan dejado de ser un icono claro es quizás una muestra del final de las tendencias estéticas y culturales como las entendíamos las nacidas en los ochenta”, analiza Gartzia. Para la docente, la identidad de estos movimientos no solo aparece como más porosa y cuenta con contornos menos delimitados, incluso para quienes forman parte, “sino que opera en un contexto velozmente cambiante que las hace más flexibles y por ello se están creando gramáticas que no podemos entender en los términos clásicos de las subculturas.”
Angela McRobbie apuntó ya hace veinte años, preguntada en Vogue por la popularización de la sudadera de capucha fuera de la subcultura hip hop, que el reconocimiento de un nuevo significado de un elemento o una estética no invalida el significado anterior. Es decir, que se hayan popularizado las Samba no deja sin sentido la estética y demás rituales de la subcultura skin. Lo interesante, añadió, era encontrar los nuevos significados.
En Instagram, una publicidad de Fred Perry presenta en una bomber con una falda mini de cuadros por encima de unos vaqueros. ¿Habrá en algunas de estas hibridaciones un germen de nuevas subculturas obreras negociando con las subculturas online? Quizás aún nos falte lenguaje para enunciarlo. Mientras, Adidas es la gran triunfadora de este debate y dentro de nada Vinted estará plagado de modelos de Samba.
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