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Adopción internacional: cuando la infancia se convierte en mercancía global

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El documental Adopción internacional, un escándalo mundial, dirigido por Christine Tournadre y Sonia Gonzalez y disponible en ARTE.tv, constituye una denuncia poderosa y dolorosa de las prácticas ilegales y profundamente lesivas de derechos humanos que han tenido lugar bajo el paraguas de las adopciones internacionales. En un momento en el que la adopción se presenta a menudo como un acto de amor y solidaridad, esta obra nos obliga a cuestionar los sistemas que han permitido que miles de niños y niñas fueran sustraídos de sus familias y países de origen, vulnerando sus derechos más elementales.

Entre la caridad y el mercado: la lógica perversa de la demanda

Durante décadas, especialmente en la segunda mitad del siglo XX, la adopción internacional fue promovida como una solución humanitaria para menores en situación de pobreza, abandono o conflicto. Sin embargo, tal y como documenta esta producción, en muchos casos no se trató de adopciones legítimas sino de verdaderas sustracciones, facilitadas por redes de poder institucional, complicidades estatales e intereses geopolíticos y económicos.

El documental desvela cómo miles de menores de países como Chile, Sri Lanka, Corea del Sur o Etiopía fueron separados de sus familias mediante engaños, falsificaciones de documentos, desapariciones forzadas o presiones ilegítimas. En muchos de estos casos, sus madres ni siquiera dieron su consentimiento libre, previo e informado, tal como exige el artículo 21 de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN, 1989).

Estas prácticas no fueron casos aislados, sino el resultado de una lógica de mercado. La alta demanda de familias adoptantes en países del Norte Global —motivadas muchas veces por un deseo legítimo, pero no siempre crítico, de formar familia— incentivó un sistema que operaba más como una industria transnacional que como un mecanismo de protección.

El derecho a la identidad: una herida abierta

Uno de los ejes más desgarradores del documental es el testimonio de las personas adoptadas, ahora adultas, que descubren que su adopción se basó en una mentira. Muchas crecieron creyendo que fueron abandonadas, cuando en realidad fueron robadas. La fractura en la identidad, el desarraigo y la imposibilidad de reconstruir su historia personal se manifiestan como una forma de violencia institucional que se ha prolongado durante toda su vida.

Este daño toca directamente el artículo 8 de la CDN, que establece el derecho del niño a preservar su identidad, incluyendo su nombre, nacionalidad y vínculos familiares. La omisión de este derecho por parte de los Estados de origen y de acogida representa no solo una negligencia, sino una vulneración activa del marco de protección de derechos humanos.

Asimismo, desde la perspectiva del derecho internacional, se reconoce el derecho a la verdad como una dimensión fundamental de justicia para las víctimas de violaciones graves de derechos humanos (ONU, 2005). El acceso a los archivos de adopción, la transparencia institucional y la posibilidad real de conocer el origen biológico no son meros actos administrativos: son componentes esenciales de la reparación.

Entre la negligencia y la complicidad: responsabilidades institucionales

El documental no acusa únicamente a las agencias de adopción o a individuos concretos. Señala también a los Estados que, por acción u omisión, permitieron que estas prácticas se mantuvieran. En algunos casos, como en las dictaduras latinoamericanas, las adopciones se utilizaron como mecanismos de represión ideológica; en otros, como en Sri Lanka o Corea del Sur, se insertaron en políticas de control demográfico y propaganda internacional.

Estas acciones son contrarias al principio de subsidiariedad, recogido en el Convenio de La Haya de 1993, que establece que la adopción internacional solo debe contemplarse cuando las opciones de cuidado dentro del entorno familiar o comunitario en el país de origen se hayan agotado. La adopción, en este marco, no es una solución de primera instancia, sino una medida de carácter excepcional.

Además, la persistencia de la opacidad y la resistencia institucional a abrir archivos o facilitar la búsqueda de orígenes constituye una vulneración continua del derecho a la reparación integral. Como establece la Observación General N.º 21 del Comité de los Derechos del Niño (2017), los Estados deben promover activamente la reunificación familiar, la restauración de la identidad y el acompañamiento psicosocial a quienes han sido víctimas de estos procesos.

¿Es posible una adopción ética?

Este documental no niega el valor de la adopción como medida de protección. Tampoco culpa a las familias adoptantes, muchas de las cuales actuaron de buena fe y desconocían los orígenes ilegales de sus procesos. Lo que denuncia es un sistema internacional que ha operado con graves fallos estructurales, sin mecanismos eficaces de control, seguimiento ni rendición de cuentas.

La cuestión, entonces, no es si debe existir la adopción internacional, sino cómo garantizar que esta se base en criterios éticos, transparentes y centrados en los derechos del niño. Es necesario transformar el enfoque: de una lógica de oferta-demanda, a una lógica de protección y reparación. Los deseos de adultos, por legítimos que sean, no pueden prevalecer sobre los derechos fundamentales de la infancia.

Adoptar no es rescatar. Adoptar es asumir una responsabilidad compleja, profunda y comprometida, en la que la verdad, la identidad y la historia del niño o niña deben estar en el centro.

Hacia la memoria, la justicia y la reparación

Adopción internacional, un escándalo mundial es mucho más que una denuncia. Es un grito urgente a la memoria, la justicia y la reparación. Nos obliga a revisar críticamente nuestras narrativas sobre la infancia, la familia, el amor y la ayuda. Nos interpela como sociedad, como profesionales y como instituciones.

La infancia no puede ser considerada objeto de consumo ni bandera de causas filantrópicas mal entendidas. Es sujeto de derechos. Y cuando esos derechos han sido vulnerados —como lo fueron en miles de adopciones ilegales e ilegítimas—, la respuesta no puede ser el silencio, sino la acción reparadora.

Reconocer, investigar, acompañar y reparar no son gestos simbólicos. Son obligaciones éticas, jurídicas y políticas. Porque la justicia, para muchas de estas personas adoptadas, aún está pendiente. Y la infancia —como bien nos recuerda este documental— no puede esperar.

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