La controvertida Comunidad Arcoíris se instala sin permiso en un pueblo abandonado de Huesca para su acto anual

El municipio despoblado de Abellada (Huesca), en el corazón de la sierra de Aineto y a 1.221 metros de altitud, se ha convertido en el epicentro de una polémica. La controvertida Comunidad Arcoíris, conocida internacionalmente como The Rainbow Family, ha elegido este remoto enclave de la comarca del Alto Gállego para celebrar su encuentro anual, un campamento de 28 días que coincide con el ciclo lunar. Este asentamiento, considerado ilegal por carecer de permisos oficiales, ha generado una creciente preocupación entre los vecinos de la zona y mantiene en alerta a las autoridades, que vigilan de cerca el impacto de esta reunión en un entorno natural protegido.
Desde hace una semana, personas de diversas nacionalidades han comenzado a llegar a Abellada, un núcleo deshabitado desde los años 60 del siglo pasado, como había adelantado Diario del Alto Aragón. Los primeros en aparecer formaron el denominado “campamento semilla”, una avanzadilla encargada de preparar el terreno para el resto de los participantes. Estos, que viajan en autobús, autostop o a pie, deben recorrer un trayecto de difícil acceso hasta el lugar del encuentro guiados por pistas como telas atadas a los árboles. La localización, situada dentro del área periférica de protección del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, refuerza el carácter aislado y silvestre que busca la comunidad.
La Subdelegación del Gobierno, a través de la Guardia Civil, ha confirmado que está al tanto de la presencia del grupo. “El Instituto Armado está realizando un seguimiento de la situación, principalmente en cuanto al control de la normativa relacionada con espacios naturales, sin que por el momento se haya producido ningún incidente”, indicaron fuentes oficiales. La Dirección General de Medio Natural, Caza y Pesca del Gobierno de Aragón, en colaboración con los Agentes de Protección de la Naturaleza (APN), también ha intensificado la vigilancia para garantizar que no se infrinja la normativa ambiental en esta zona protegida.
Fundada en 1972 en Estados Unidos, The Rainbow Family es una comunidad que se define como heterogénea que promueve valores como el amor a la naturaleza, el crecimiento espiritual y la convivencia colectiva. En su página de Facebook se describen como “gente que ama a la madre tierra con la luz de nuestro ser” y cuyo propósito es “vivir en armonía con la naturaleza”.
Sus encuentros, que suelen celebrarse en lugares remotos y silvestres, atraen a personas de todo el mundo, desde trabajadores que aprovechan sus vacaciones hasta quienes viven de ahorros acumulados tras años de empleo. Algunos miembros practican el nudismo, aunque no es una práctica obligatoria, y todos comparten un interés por fortalecer los lazos comunitarios a través de la espiritualidad.
No es la primera vez que Abellada acoge a esta comunidad. En 2016, entre el 2 de julio y el 4 de agosto, unas 150 personas se reunieron en el mismo despoblado en un campamento que, al igual que el actual, fue considerado ilegal por no contar con autorización. La llegada de los primeros miembros de la Comunidad Arcoíris ha reavivado las inquietudes en los pueblos cercanos. Los vecinos temen que el goteo inicial se transforme en una afluencia masiva que altere la tranquilidad de la comarca, una región ya marcada por el despoblamiento y la búsqueda de calma.
“En la Comarca no se ha recibido ninguna petición de autorización”, confirman fuentes del Alto Gállego, subrayando la naturaleza no autorizada del campamento. El terreno, de propiedad pública, está bajo estricta vigilancia para evitar daños al entorno, especialmente en un área protegida como la periferia del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara.
En 2016, la presencia de coches y furgonetas estacionados de forma desordenada en los accesos a los pueblos de la Guarguera generó un notable malestar. Los vehículos, abandonados temporalmente mientras sus ocupantes continuaban a pie hacia Abellada, obstruyeron caminos y complicaron la vida diaria de los residentes. “No es solo una cuestión de espacio, es que no sabemos quiénes son ni qué impacto pueden tener en la zona”, explica un vecino de un pueblo cercano, que prefiere mantenerse en el anonimato. Esta incertidumbre se suma a la preocupación por el posible deterioro del entorno natural, un recurso valioso en una región que depende en parte del turismo ecológico.
La elección de Abellada no es casual. Su aislamiento, su entorno natural y su condición de despoblado lo convierten en un lugar idóneo para los principios de la Comunidad Arcoíris. Este núcleo, compuesto por tres viviendas y una iglesia dispuestas transversalmente, se encuentra a los pies del barranco de Abellada, afluente del río Guatizalema. Según el censo de 1842, Abellada y Azpe contaban con 17 hogares y 126 habitantes, pero el municipio desapareció entre 1842 y 1857 al integrarse en Bara y Miz. Durante los años 60, el despoblamiento se completó, dejando el lugar como un vestigio de la historia rural de Aragón.
El acceso a Abellada se realiza por pistas que parten de la carretera de la Guarguera, a la altura de Lasaosa, o de la carretera de Belsué a Bara, cerca de Nocito. Esta lejanía, combinada con la belleza del paisaje, ha hecho de Abellada un punto de interés para quienes buscan desconectar del mundo moderno, pero también plantea desafíos logísticos y de control para las autoridades.
La Comunidad Arcoíris ha celebrado encuentros similares en otros puntos de España en los últimos años, consolidando su presencia en el país. En 2021, se reunieron en La Rioja; en 2023, en la sierra de Grazalema (Cádiz); y en 2024, en Cerulleda (León). En cada ocasión, la llegada de decenas o cientos de personas ha generado debates sobre el equilibrio entre la libertad de reunión y el respeto por las normativas locales. Estos eventos, que suelen congregar a participantes de todo el mundo, destacan por su carácter internacional y por la diversidad de sus asistentes, desde jóvenes en busca de experiencias alternativas hasta adultos que han adoptado este estilo de vida de manera permanente.
En Abellada, la Guardia Civil de Huesca ha confirmado que mantiene un control exhaustivo de las personas que acuden al lugar, con el objetivo de prevenir incidentes y garantizar el cumplimiento de la normativa. “Tenemos constancia de este asentamiento y estamos llevando un seguimiento”, indican fuentes de la comandancia. Esta vigilancia refleja la delicada balanza entre permitir la expresión de una comunidad que aboga por la armonía y proteger un entorno natural que requiere cuidados especiales.
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