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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

Dominguiri de Ramos

Web Un Relato Andaluz (10)
25 de abril de 2025 06:01 h

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El Domingo de Ramos, a las taitantas de la noche, me encontraba en un callejón del centro histórico sevillano contemplando el discurrir de una cofradía. No era el epítome del romanticismo, porque hacía frío, estaba cansada, tenía mal cuerpo y algún disgusto en lo alto, pero aguanté con ese estoicismo que se aprende cuando te crías en ambiente cofradiero. Sabes que el premio vendrá tras unos cuantos nazarenos más (aunque en no pocas ocasiones, verlos pasar y pedirles caramelos o estampitas es un gusto en sí mismo). El caso es que la cofradía pasó y, tras el palio, tocaba incorporarse a la bulla para ir saliendo de las calles saturadas y poder marchar a casa. Nada para lo que no estuviera igualmente mentalizada: apreturas, parones, lentísimo avance, algún empujón, resoplidos de quien se agobia, … Todo se sobrelleva con resignación porque, habituada a la bulla, sabes que poco a poco se va moviendo hasta abrirse y poder salir de ella. O así era antes. 

La mentalización y el conocimiento de a lo que se viene es fundamental, no ya para sobrevivir, sino para entender y disfrutar de la Semana Santa. No se puede prever todo, pero ir con una idea de por dónde sopla el aire ayuda a organizarse y facilita las cosas. A nadie debería sorprender esto, ya que básicamente es un consejo aplicable a todo en la vida. Por alguna razón, sin embargo, en la Semana Santa se aplica cada vez menos. Mi perspectiva es la de una sevillana inserta en el mundo cofrade desde la cuna, con lo cual entiendo que no se dará igual en sitios menos masificados en estas fechas, o menos atravesados por esta festividad. En cualquier caso, creo que el fenómeno de fervor cofrade que estamos viviendo actualmente está lo suficientemente extendido como para que, desgraciadamente, lo que procedo a contar nos resuene a cualquiera. Y es que, volviendo a mi domingo, yo iba mentalizada para todo, menos para hablar inglés en una bulla. Seré una inocente, pero eso en mi planificación no entraba. Ni eso, ni tener que explicar en dicha lengua lo que estaba pasando a alguien que estaba, a todas luces, más perdido que el barco del arroz. 

La Semana Santa, especialmente la andaluza, tiene muchas dimensiones. Una de ellas, la que más fuerza parece estar cogiendo en los últimos años, es la turística. Se vende el fenómeno como una experiencia de colorido, música estridente y fantasía; algo que hay que ver al menos una vez en la vida. La campaña funciona: Andalucía ha recibido esta Semana Santa 1’02 millones de turistas, superando en un 22’3% la cifra del 2023, hasta ahora el máximo histórico. El consejero de Turismo y Andalucía Exterior se congratula de que los últimos turistas, además de ser más y gastar más, se compatibilizan mejor con el residente local, habiendo como resultado una mejor convivencia. Que me perdone Arturo, pero esos no fueron los turistas que me encontré, no ya el Domingo de Ramos, sino toda la semana. Aunque, ¿le importa a Arturo Bernal eso? ¿Le importa a Juanma Moreno la calidad del turismo que está atrayendo la Junta de Andalucía con sus campañas? 

Nada de eso le hizo parar de gritar y dar codazos. Subiendo el tono, le dije que eso era Sevilla en Semana Santa, que era lo que había, y que tenía que ser más respetuoso. Su reacción a eso fue gritar y empujar aún más (incluyendo a la de la silla de ruedas), y meterse de lleno en una bulla en la que deseé que le faltara el aire sólo para que se callara un ratito

Tres ocasiones para maldecir el Andalusian Crush tuve tan sólo el Domingo de Ramos. La primera, motivada por una pareja aparentemente británica, que sin miramiento ninguno llegó dando empujones, echando del sitio a quienes esperábamos y hasta dando pisotones. Se les dio cumplida explicación, en andaluz y en inglés, de que no podían comportarse así, que debían echarse hacia atrás porque molestaban y faltaban al respeto. A nadie echaron cuenta. Hubo quien acabó exigiendo que se fueran a grito pelado y la respuesta fue la ignorancia y hasta medias sonrisas. Pero ah, la turismofobia… 

La segunda ocasión, en la bulla que refería al principio. En el momento de esperar a que terminara de pasar el palio para poder ir detrás, saliendo así de las apreturas, hubo un señor (cuya lengua no supe ubicar, aunque sonaba nórdica) que empezó a gritar y a empujar a todo el mundo. Cambió de su lengua al inglés, y ahí entendí que nos exigía que nos moviéramos porque él quería pasar. Como tuve la desgracia de tenerlo en la nuca, fui yo quien le explicó, también en inglés, que había que esperar un poco para poder moverse. De paso, le dije que tuviera cuidado, que por donde pretendía salir había una persona en silla de ruedas. Nada de eso le hizo parar de gritar y dar codazos. Subiendo el tono, le dije que eso era Sevilla en Semana Santa, que era lo que había, y que tenía que ser más respetuoso. Su reacción a eso fue gritar y empujar aún más (incluyendo a la de la silla de ruedas), y meterse de lleno en una bulla en la que deseé que le faltara el aire sólo para que se callara un ratito. Cosas de la turismofobia. Tras él y de su mano, una mujer y un niño pidiendo perdón. 

Tampoco a esto harán caso el alcalde Sanz, ni el alcalde de la Torre, ni el consejero Bernal, ni el presidente Moreno. Su estrategia está clara, el rumbo trazado, y la locomotora del progreso avanza de la forma en que a menudo se malentiende: arrollando a quien se cruce y dejando al atropellado en la cuneta

La tercera fue al salir de dicha bulla. A punto de atravesar uno de los pasos de cruce de la Carrera Oficial (esos están regulados por personal de seguridad), llegó una familia italiana a la que había visto por la zona, maletas en mano, varias horas antes. Buscaban su apartamento turístico sin éxito, comiéndose el paso de varias cofradías y calles cortadas o taponadas, pero ni por esas se decidieron a preguntar a nadie. La que abanderaba el grupo gritaba que daba miedo verla, en un desquicie absoluto. Pretendía pasar por encima de quien fuera y de malas maneras, por lo que una persona le pidió que se tranquilizara (iba a pasar, sólo tenía que esperar un par de minutos). La mujer elevó mucho más sus gritos, jurando que aquello no era normal, que la ciudad era un asco y la fiesta una mierda, que le daba igual todo y que sólo quería irse a casa. De paso, le endosó unos cuantos insultos a quien le pidió tranquilidad (quien por suerte no se enteró de lo que le estaba llamando). Yo en la cola, atónita, pensando inicialmente en ofrecerle ayuda para ubicarse, noté que repentinamente se me iban las ganas de ayudar. Debió ser la dichosa turismofobia de nuevo. 

Tres episodios a una sola persona en un solo día. Tres, que denotan lo mismo: las costuras no dan más de sí. Y no es que lo diga yo, es que lo dice hasta el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla, poco sospechoso de ser turismofóbico. Pero tampoco a esto harán caso el alcalde Sanz, ni el alcalde de la Torre, ni el consejero Bernal, ni el presidente Moreno. Su estrategia está clara, el rumbo trazado, y la locomotora del progreso avanza de la forma en que a menudo se malentiende: arrollando a quien se cruce y dejando al atropellado en la cuneta. Pero, ¿qué están vendiendo exactamente y cómo? ¿Sabe de verdad quien viene a lo que viene? Teniendo en cuenta que el turismo ha dejado esta Semana Santa en Andalucía, dicen, un impacto de unos 500 millones de euros, cualquiera les hace frenar la locomotora y ponerse a responder preguntas. Al contrario, más se reafirman en su rumbo y en sus inversiones: 3’5 millones de las arcas andaluzas, entre Junta, diputaciones y ayuntamientos, va a costar mandar a la Esperanza de Málaga y al Cachorro de Triana a la Magna de Roma. ¿Por qué? Porque es “marca Andalucía y proyección de Andalucía”. Por muy cofrada que sea una, cabe preguntarse, cómo mínimo, qué no harían esos tres millones y medio invertidos en Sanidad Pública. Pero esa pregunta será, también, fruto de la turismofobia...

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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

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