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La cariátide del Erecteion que no está en Atenas: ¿por qué la tiene Londres?

Cariátides

Adrián Roque

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En la majestuosa Acrópolis de Atenas, uno de los símbolos más emblemáticos de la antigua Grecia es el Erecteion, un templo dedicado a Atenea y Poseidón. Este templo, en el que se fusionan mitología y arquitectura, es conocido por su peculiaridad: las Cariátides, seis figuras femeninas que reemplazan las columnas tradicionales del edificio.

Estas estatuas de mármol representan a mujeres que, según la leyenda, fueron castigadas a sostener el templo para toda la eternidad, condenadas por su rol simbólico en la historia de la humanidad.

Las Cariátides son más que simples figuras ornamentales; son parte de una historia trágica que se remonta a la mitología griega. Según la leyenda, las mujeres fueron elegidas como guardianas del templo, y a pesar de su belleza, su destino fue ser parte de la estructura misma. El mito y la realidad se mezclan, convirtiéndolas en símbolos de sacrificio, resistencia y belleza.

Un castigo eterno y la simbología del yugo roto

En la mitología, las Cariátides son representadas con posturas erguidas, cada una sosteniendo el templo sobre su cabeza. En la mano, algunas de ellas portan un yugo roto, un símbolo que representa el fin de la opresión. Este castigo eterno, que las condena a sostener la estructura sin descanso, se interpreta como una alegoría de la lucha constante por la libertad y la autonomía.

Lo curioso es que, mientras otros mitos griegos también incluyen castigos perpetuos, las Cariátides se han convertido en una de las pocas figuras mitológicas que, en lugar de ser solo parte de relatos orales, se encuentran representadas en la vida real, accesibles a los visitantes de la Acrópolis. Sin embargo, una de las Cariátides originales no permanece en Atenas.

La Cariátide que viajó a Londres: el expolio de las esculturas del Partenón

En 1801, el séptimo conde de Elgin, Thomas Bruce, embajador británico en la corte otomana, adquirió varias esculturas y partes del Partenón con la idea de adornar su mansión en Escocia. Entre estos objetos se encontraba una de las Cariátides, que fue retirada de su ubicación original en el Erecteion y llevada a Londres. Aunque Elgin sostenía que obtuvo un permiso del imperio otomano, muchos consideran que este acto fue un expolio de la cultura griega, una apropiación ilegal de piezas de incalculable valor histórico y cultural.

La estatua de la Cariátide que se encuentra hoy en el Museo Británico es la pieza más famosa de este saqueo. Su presencia en Londres ha sido durante mucho tiempo motivo de controversia, ya que Grecia reclama su restitución como parte de su patrimonio cultural. En 1816, el gobierno británico compró las piezas de Elgin por 35.000 libras, una cantidad que estuvo muy por debajo de la cifra original que Elgin había solicitado.

El lamento de las Cariátides

La leyenda cuenta que, cuando la Cariátide fue retirada de Atenas, los demás miembros de la escultura supuestamente lamentaron su partida, y se dice que los obreros que transportaban las piezas oyeron los llantos de las estatuas mientras eran llevadas. A pesar de este simbolismo, la estampa de la Cariátide en Londres se ha convertido en un tema de debate, ya que muchos consideran que las esculturas deben regresar a su lugar de origen, mientras que el Museo Británico sostiene que fueron adquiridas legítimamente y deberían permanecer en su colección.

Las Cariátides en el arte y la cultura

A lo largo de los siglos, las Cariátides han fascinado a artistas, historiadores y visitantes. Su simbolismo de sacrificio y fuerza las ha convertido en un tema recurrente en el arte, la literatura y la cultura popular. Además de ser un icono del arte griego, las figuras de las Cariátides representan la relación entre la naturaleza, la mujer y la arquitectura, uniendo estos elementos en una sola escultura de gran expresión.

Hoy, tanto la Cariátide del Museo Británico como las otras que permanecen en la Acrópolis siguen representando una historia de sacrificio, lucha y belleza. La historia de estas figuras perdura en la memoria colectiva, recordándonos el poder de las antiguas civilizaciones y su influencia en el arte y la cultura de la humanidad.

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