La 'revolucionaria' medida de Nueva York para acabar con su plaga de ratas son los contenedores que llevan años en España

Las cifras económicas, la influencia cultural o la capacidad armamentística son solo algunas de las razones por las que se asocia Estados Unidos con una potencia mundial. Las decisiones que se toman en Washington tienen impacto global, tanto en política exterior como en el precio de productos básicos.
Este peso internacional convive con contradicciones internas que, en ocasiones, dejan al descubierto carencias difíciles de justificar en un país con tantos recursos. Una de ellas ha quedado retratada en Nueva York, donde la instalación de simples contenedores de basura de toda la vida en un barrio concreto ha sido presentada como un avance revolucionario.
Adiós a las ratas implementado algo lógico
El proyecto se ha desplegado en West Harlem y marca un antes y un después en la gestión de residuos urbanos de la ciudad. Por primera vez, todos los edificios del barrio —sin importar su tamaño— cuentan con contenedores cerrados para almacenar la basura. Ya no hay bolsas amontonadas en las aceras ni restos esparcidos al alcance de ratas. Todo el sistema está diseñado para mantener los residuos encerrados hasta que los servicios municipales los recojan de forma automatizada.
El Departamento de Saneamiento ha colocado más de 1.100 contenedores Empire Bins, distribuidos según la capacidad de cada inmueble. Los edificios con más de 30 unidades residenciales disponen de uno propio, mientras que los que oscilan entre 10 y 30 han podido elegir entre este modelo o los cubos con ruedas. Cada contenedor cuenta con un sistema de apertura restringida, accesible únicamente con tarjetas electrónicas personalizadas para residentes del edificio.
Este despliegue logístico se ha completado con la llegada de camiones automatizados, capaces de vaciar los contenedores sin intervención humana. La flota estaba prevista para 2030, pero se ha adelantado gracias a la inversión comprometida en el presupuesto municipal de 2026. En total, se han destinado más de 32 millones de euros al proyecto, que ya está mostrando resultados medibles: los avistamientos de ratas han disminuido de forma constante en los últimos seis meses.
La ciudad convierte la recogida de basura en una bandera política
El alcalde de Nueva York, Eric Adams, ha sido el rostro visible de la iniciativa y no ha dudado en defenderla como una transformación de largo alcance. En una intervención pública, explicó que “los neoyorquinos no tienen por qué vivir con basura en la calle”.
Esta afirmación se enmarca en una estrategia más amplia iniciada en 2022 bajo el nombre de Revolución de la Basura, que comenzó con el cambio en los horarios de recogida y siguió obligando a los negocios a almacenar residuos en cubos cerrados.
El mismo Adams, en un vídeo institucional compartido en redes, contextualizó el alcance del cambio asegurando que “cuando dijimos hace cuatro años que íbamos a tener calles más limpias y menos plagas, los cínicos se mostraron incrédulos y dijeron: La ciudad de Nueva York es demasiado grande, el gobierno actúa con lentitud y nadie podrá vencer jamás a las ratas”. Según añadió, ese escepticismo ha quedado superado con hechos concretos y visibles en las calles del barrio.
Las redes reaccionan al entusiasmo neoyorquino con ironía y comparaciones
La transformación ha desatado una oleada de comentarios, tanto dentro como fuera del país. Algunos usuarios en redes sociales han ironizado sobre el entusiasmo de las autoridades neoyorquinas ante una medida habitual en muchas otras ciudades.
Entre los mensajes más compartidos, destaca uno en el que se afirma que “cuando se enteren que pueden estar soterrados creerán que viven en el 2050”. Otro recuerda que “hace unos meses vinieron dirigentes a algunas ciudades españolas a ver cómo funcionaba el modelo aquí”. Concretamente, Meera Joshi, vicealcaldesa de la Gran Manzana, estuvo en Madrid.
Pese a las bromas, el Ayuntamiento se muestra satisfecho con los avances. Javier Lojan, comisionado interino del Departamento de Saneamiento, aportó contexto histórico al recordar que “cuando comencé como trabajador de saneamiento en 1999, la idea de que pudiéramos llegar a donde estamos hoy parecía imposible”. Ese mismo recuerdo sirve para ilustrar hasta qué punto el sistema anterior estaba asumido como inamovible.
Con este paso, Nueva York da forma a una transformación que en otros lugares como España se produjo hace décadas. La contenerización de West Harlem empieza a normalizar lo que debería ser un estándar básico de salubridad urbana, con resultados visibles y una implementación que debe ir a más.
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