Fingen ser venenosas: así engañan las ardillas terrestres a sus enemigos usando piel de serpiente

Tanto las ardillas terrestres como las de roca utilizan pieles abandonadas o incluso el suelo donde estuvo una serpiente para camuflarse con su olor

Héctor Farrés

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Las crías de ardilla terrestre de California salen de la madriguera antes de aprender a esquivar serpientes. Son torpes, inexpertas y huelen exactamente como su depredador preferido esperaría. A falta de mejores defensas, recurren a un truco sorprendente: desgajan un trozo de piel seca de serpiente y lo trituran con insistencia. Con el hocico empapado en ese olor, se frota el lomo una y otra vez hasta quedar impregnada. Esta forma de camuflaje olfativo, lejos de ser un gesto puntual, se ha convertido en una estrategia habitual para despistar a los crótalos.

Un truco que huele mal pero engaña muy bien a las serpientes

En distintas zonas de California y Nuevo México, un grupo de investigadores ha documentado cómo las ardillas terrestres y las ardillas de roca recogen trozos de muda, los mastican y se frotan el pelaje con ellos. El proceso no se limita a las pieles abandonadas: también recogen olores directamente del suelo o de superficies donde han estado los reptiles.

Según explican desde la Universidad de California en Davis, esa maniobra actúa como una especie de camuflaje olfativo que confunde a los depredadores. Donald Owings, psicólogo y coautor del estudio, añade que este comportamiento “forma parte de un conjunto de defensas asombrosas que las ardillas utilizan contra las serpientes cascabel”.

Barbara Clucas, investigadora en comportamiento animal y autora principal del trabajo, observó que son sobre todo las hembras adultas y las crías quienes aplican este camuflaje con más frecuencia. Clucas apunta que “los machos adultos son menos propensos a usarlo porque tienen menos riesgo de depredación”.

La estrategia resulta especialmente útil cuando los animales duermen en sus madrigueras, un momento en que las serpientes suelen aprovechar para atacar. Al cubrirse con ese aroma, las ardillas logran algo más que disimular su rastro: adoptan el disfraz de su mayor enemigo y fingen ser venenosas, como si una serpiente ya estuviera dentro del túnel. El engaño olfativo puede hacerles pensar que hay un reptil ciertamente peligroso ocupando el refugio y, por lo tanto, no es buena idea meterse ahí.

El repertorio defensivo no acaba con el disfraz de serpiente

El equipo ha comprobado que esta conducta no es exclusiva de estas dos especies. Otros roedores también han sido vistos usando aromas de depredadores para disfrazarse. Pero en el caso de estas ardillas, el repertorio de trucos no acaba ahí. En trabajos anteriores, el mismo grupo de investigación había demostrado que estos animales pueden calentar la cola y moverla para enviar señales infrarrojas que sólo las serpientes pueden detectar. Esa agitación térmica tiene un objetivo claro: disuadirlas. Y funciona.

Uno de los experimentos incluyó pruebas de comportamiento con crótalos reales, que se sintieron menos atraídos por el olor de ardillas cubiertas con esencia de serpiente. En contraste, no se observó ningún efecto relevante en las pulgas, ni entre otros miembros del grupo.

La resistencia al veneno completa el arsenal. Richard Coss, profesor de psicología y colaborador del estudio, ha documentado cómo estas ardillas han desarrollado cierta inmunidad que les permite sobrevivir a mordeduras que serían letales para otros pequeños mamíferos. Esa ventaja evolutiva, combinada con la lectura acústica del cascabel —que les permite evaluar el nivel de amenaza—, hace que el encuentro entre ambos animales no siempre termine como dictaría la lógica del tamaño.

Owings resume la estrategia evolutiva de estas ardillas con una idea simple que resume el enfoque oportunista de su conducta: “Están dándole la vuelta a la situación frente a la serpiente”.

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