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Arranca en el monte Ararat una excavación histórica que podría resolver el misterio del Arca de Noé

El relato bíblico plantea una operación logística sin precedentes, y tras nuevas excavaciones en Turquía, varios expertos sugieren que podría haber una base material

Héctor Farrés

20 de mayo de 2025 14:47 h

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Trescientas especies conviviendo en un mismo espacio cerrado. Insectos, reptiles, mamíferos y aves repartidos en niveles de madera, sin luz artificial ni ventilación mecánica. Ningún zoológico moderno ha intentado algo parecido y, sin embargo, esa es la premisa que describe el relato más antiguo conocido sobre una agrupación total de fauna terrestre.

El Arca de Noé, más que una historia bíblica, plantea una operación logística descomunal: organizar, alimentar y mantener vivos a todos los animales del mundo dentro de una embarcación flotante durante semanas. Una idea así, aunque sea extraída de una narración simbólica, ha vuelto al centro del debate tras las últimas excavaciones en el monte Ararat, donde un equipo internacional asegura haber hallado indicios que podrían sostener esa posibilidad.

Las extrañas formas del terreno que dieron origen a la búsqueda

La colina de Durupınar, a 29 kilómetros al sur del monte más alto de Turquía, alberga un perfil con forma de barco de más de 150 metros de largo. En los años 50, el capitán Ilhan Durupınar ya había detectado esa silueta anómala mientras analizaba imágenes aéreas. Desde entonces, el lugar ha generado una mezcla de fascinación, rechazo y escepticismo. Lo que ahora ha reactivado el interés no son las fotografías, sino los resultados de nuevas técnicas geofísicas aplicadas por Noah’s Ark Scans, un grupo que colabora con varias universidades turcas.

Según explican los investigadores responsables, el radar de penetración subterránea ha detectado un túnel longitudinal de cuatro metros de ancho en el centro de la estructura. También se han registrado tres capas superpuestas, lo que coincide con la descripción del Génesis sobre la distribución interior del arca. Andrew Jones, uno de los miembros del equipo, señala que la forma identificada bajo tierra encaja con las dimensiones bíblicas, y aclara que “lo que queda es la huella química, restos de madera y la forma de un pasillo en el terreno”.

Además de los escaneos, se han tomado muestras de suelo en 22 puntos distintos del interior de la formación. William Crabtree, especialista en análisis de suelos, asegura que los datos obtenidos presentan diferencias relevantes frente al terreno circundante. Según afirma, “la materia orgánica era el doble dentro de la formación respecto a las muestras exteriores”.

El hallazgo que más ha sorprendido al grupo es la presencia de estructuras angulares enterradas a seis metros de profundidad, acompañadas de lo que parecen corredores centrales y laterales. La hipótesis que manejan es que podrían tratarse de compartimentos bajo una cubierta, distribuidos como se esperaría en una construcción funcional. Jones ha explicado que, si todo fuera roca maciza o una acumulación de sedimentos, no se habrían registrado vacíos en el subsuelo ni niveles diferenciados.

Desde el inicio, el equipo ha limitado su intervención a pruebas no invasivas. Primero se hicieron escaneos por radar y análisis del terreno. El paso siguiente será realizar un sondeo con perforaciones para confirmar si las estructuras detectadas corresponden a materiales artificiales. En caso de obtener resultados favorables, se contemplará una excavación autorizada.

Un enclave singular que sigue enfrentando posiciones encontradas

El Ministerio de Cultura y Turismo de Turquía declaró en 1989 la zona como sitio natural protegido, lo que reconoce su potencial interés arqueológico. El arqueólogo Nezih Başgelen, uno de los principales referentes en la región, recuerda que “la estructura fue observada por primera vez en 1959 mientras se revisaban fotos de una zona montañosa entre Telçeker y Üzengili”.

Aunque una parte de la comunidad científica mantiene la postura de que se trata de una formación geológica, los defensores de la teoría del arca insisten en que las dimensiones, la morfología y las anomalías químicas del suelo apuntan a una intervención humana. Las medidas bíblicas, convertidas al sistema métrico, asignan al arca una longitud de aproximadamente 157 metros, muy cercana a la del perfil detectado en Durupınar.

El equipo de Noah’s Ark Scans continuará con las pruebas y tiene previsto ampliar los análisis a zonas colindantes. Su intención es contrastar los datos obtenidos en el interior con el entorno inmediato. Según ha explicado Jones, “eso podría darnos una imagen mucho más clara sobre si se trata realmente de algo construido por el ser humano”.

Por ahora, lo único confirmado es que bajo la superficie hay más preguntas que certezas. Aunque no se ha demostrado de forma concluyente que allí se encuentren restos del Arca de Noé, el debate sigue abierto y cada nueva capa que se perfora en la colina parece alimentar la historia.

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