Portugal recupera el tiempo perdido, y la población de lince prospera junto a la frontera de Huelva

Es domingo al mediodía, hace mucho calor expuestos como estamos al sol, y los coches pasan junto a nosotros por la carretera N-122 en la población portuguesa de Mértola junto al Guadiana (Alentejo, sur de Portugal).
Mientras las familias van para allá y acá de ocio, Pedro Sarmento y Paulo Días se afanan en la cuneta para clavar una estaca y fijarle una cámara, con la que rastrear a los linces que usen el paso bajo la calzada que evita los atropellos.
El empeño de Pedro, Paulo, o Joao, que asiste a la escena, muestra bien el esfuerzo que el país vecino hace para recuperar el tiempo y tachar aquel día de 1997, hace 28 años, en que se extinguió en la Sierra da Malcata, en el centro-norte del país, el último ejemplar conocido en Portugal de ese felino.

La de recuperación del lince ibérico es una historia constante de éxito, pero todavía no ha terminado. En 2002 la alarma saltó de golpe y con estruendo al comprobarse que de este animal exclusivo de la Península solo quedaban 97 ejemplares en dos núcleos aislados de Andalucía, Sierra de Andújar en Jaén, y Doñana en Huelva.
Biólogos como Miguel Delibes hijo, o la Unión Internacional para la Conservación para la Naturaleza (UICN), advirtieron seriamente al Gobierno español, y esta última supo tocar la fibra sensible: “Sería una vergüenza, para España pero también para Europa, que se les extinguiera una especie como esta”. La primera extinción de un felino en milenios.
Había habido años atrás una carta al entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, no contestada; programas incipientes Life financiados por Europa que no pudieron evitar la extinción en Portugal, ni tampoco la regresión de la especie en España…
Se actuó por fin de urgencia, en un centro de Doñana empezó a experimentarse la cría en cautividad con ejemplares capturados en el campo, en 2002 este félido fue declarado “en peligro crítico de extinción”, y por fin en 2005 nació en cautividad la primera camada en ese centro andaluz.
Desde el primer momento este programa Lince auspiciado por la Unión Europea con el 60% del presupuesto se concibió como integral ibérico; en 1994-95 se iniciaron los primeros pasos en Andalucía, Castilla y León, y Extremadura, y en el segundo de esos años en Portugal.
La reintroducción del lince en un territorio es muy lenta y dura varios años. No se quieren dar pasos en falso, y lo primero es localizar áreas idóneas, lo básico es que sean abundantes en el alimento principal de este “gran gato” salvaje, solitario, nómada, carnívoro, depredador y con un instinto acentuado para la caza: los conejos.
De alimaña, a querido por los niños
Pero claro, estamos hablando de la vuelta de un animal que fue conceptuado de alimaña dañina y que se podía cazar de forma legal en España hasta 1973; la UICN lo declaró en peligro en 1986, en 1990 ese concepto se incorporó a la normativa española, pero como hemos visto valió de poco: extinción en Portugal y casi desaparición en España.
Como una recordada alimaña, peligrosa para el ganado, la caza y los animales domésticos, hay que “preparar” a las poblaciones locales sin cuya colaboración el programa sería un fracaso. Hoy día los niños de la zona portuguesa de Mértola (Alentejo) y Alcoutim-Castro Marim (Algarve), todo alborozados, “le dicen a sus padres, ¡he visto un lince¡”, celebran ante un grupo de periodistas Paulo Monteiro, agente de vigilancia ambiental, y Paulo Días, uno de los de la estaca junto a la carretera, técnico del Instituto de la Conservación de la Naturaleza y los Bosques (ICNF) de la región algarvía.

José Ossorio es el encargado cinegético de la Herdade (finca) de las Romeiras en Mértola, en el parque natural Vale do Guadiana, una enorme extensión de 4.800 hectáreas apodada ‘El Serengueti portugués’ por replicar ese modelo de sabana africana donde conviven la caza mayor (venado, gamo y jabalí) y menor (conejo, liebre, perdiz), y cuyos propietarios tuvieron la visión acertada de albergar en 2014 (en 2011 había sido en España, en Andalucía), y tratada política y mediáticamente como un acontecimiento nacional, la primera reintroducción del lince en Portugal tras su extinción de 1997, si bien 15 años antes de esa suelta, en 1999, algunos ejemplares habían merodeado la zona tras pasar la frontera procedentes de España.
El de los cazadores es un gremio, junto a los ganaderos y agricultores, en principio muy reticente a la presencia del felino moteado ibérico: teme que disminuya la caza.
Ossorio nos explica que la experiencia en principio ha ido bien, pese a la reticencia de otros gestores de cotos. Disminuyeron los zorros, que procuran alejarse del territorio lince, un depredador más fuerte que él, y no solo disminuyó sino que aumentó la caza.

Pedro Sarmento, biólogo de Oporto, ex encargado de la Sierra da Malcata (Castelo Branco-Guarda) y coordinador en Portugal del actual programa Life / Lynxconnect 2020-2024, confirma esos resultados: “La clave es que el lince puede comerse otros predadores como el zorro, mientras que a él le basta con un conejo al día”.
Ahuyenta al zorro -Sarmento ha visto varios enfrentamientos, en los cuales el raposo acabó mayormente huyendo aunque en un caso murió-, pero también reduce poblaciones de meloncillo, hurón o comadreja. “Eliminan conejos enfermos, evitan la propagación de enfermedades entre ellos… Al final aumenta su población”, asegura.
En Portugal es importante que un hacendado de cierto nivel acepte la introducción del lince en su finca. Sirve de ejemplo, y cazadores y poblaciones locales siguen la estela y se tranquilizan.
Todo estos pasos -identificación de áreas idóneas por la abundancia de conejos, labor de persuasión de las administraciones, poblaciones y empresarios locales, suelta y seguimiento de ejemplares- se gestionan en un proceso idéntico a ambos lados de la frontera.
Sucedió en Andalucía, pionera del proyecto, en Extremadura, en Castilla-La Mancha, en Murcia, ahora en Castilla y León… En total en la Península hay ya 22 zonas con linces, en 17 de las cuales se han producido camadas: 6 en Castilla-La Mancha, 5 en Andalucía y otras tantas en Extremadura, más esta de Portugal en Alentejo-Algarve.
Paralelamente continúa el trabajo de los cinco centros de reproducción y selección genética en cautividad: Doñana (el primero, de 1992), Zoobotánico de Jerez de la Frontera, Santa Elena (Jaén), Silves, Portugal (2009) y Zarza de Granadilla (Cáceres, 2011).
Conectar poblaciones, repoblar la Península
El trabajo, muy coordinado entre esos centros, las administraciones autonómicas españolas, y los gobiernos de España y Portugal, ha permitido que de “En peligro crítico de extinción”, el lince ibérico haya pasado primero a solo “En peligro de extinción” (2015) y ahora a “Vulnerable” (2023). Actualmente se trabaja más intensamente en la mejora genética, y en la interconexión de poblaciones Alentejo-Doñana-Sierra Morena-Badajoz-Ciudad Real /Toledo-Murcia, para ir tejiendo una malla peninsular lincera que incluye a Madrid, Castilla y León, Aragón y Cataluña como próximos objetivos
La salvación total de la especie aún no se ha conseguido, porque hay 470 hembras territoriales reproductoras mientras que el umbral de seguridad se ha estipulado en 750. No obstante, el programa está ya en números de éxito exponenciales (29% aumento anual medio de individuos en los últimos ejercicios), de forma que hay esperanza de alcanzar en 2030 los objetivos de 2050, es decir dos décadas de anticipación.
El último censo, de 2024, cifra en 2.047 el número de ejemplares en España y de 354 en Portugal; total, 2.401.
La adaptación extraordinaria del lince en los Montes de Toledo ha hecho que Castilla-La Mancha (942 individuos de este bello y sigiloso felino) haya adelantado a Andalucía (836); otros 354 están en Portugal, 254 en Extremadura, y el resto se distribuye por la zona murciana de Lorca, o la montaña de Palencia.
La acogida en la zona lusa donde está presente parece especialmente cariñosa. Siluetas y estatuas amables del animal elaboradas por artistas y vecinos de los pueblos y colocadas a la entrada de las carreteras; artesanas locales que usan ese motivo en sus trabajos; creación de la marioneta Urania que en forma de lince anima a los niños y familias a implicarse.
También en el país en general. La escuadrilla aérea nacional que transporta autoridades u órganos para trasplantes, el servicio de protección de la naturaleza de la Guardia Nacional Republicana (el Seprona de la Guardia Civil), o la selección nacional de baloncesto han adoptado la figura de un lince como mascota.
Aunque no deja de haber también algunas fuertes críticas al proceso, como las que nos espeta Carlos Alcario, gestor cinegético en Pereiro (municipio de Alcoutim), otra finca de reintroducción: “¿Cómo va? Mal, ¡hay más linces que conejos!”, aprovecha la audiencia de periodistas y responsables del programa [el biólogo Pedro Sarmento apunta que eso no resiste lógica alguna].
Quejas más bien relacionadas con otras cuestiones, como el agravio de que en Alentejo se cobren ayudas agroambientales y no en el Algarve, similares a las que han obstaculizado la reintroducción en la Sierra Norte de Sevilla (compensaciones por daños agrícolas prometidas pero no pagadas), o en Zamora (problemas con el lobo). Platos rotos que paga el lince.
Sin embargo el clima y la sensibilidad popular parecen favorables. “Una vez nos avisaron de que había habido un atropello de un lince en la carretera”, recuerda el vigilante de la naturaleza Paulo Monteiro. “Cuando llegamos la brigada de tránsito (policía de carretera) y yo, nos encontramos al conductor llorando. ¡He matado a un lince!”, decía desconsolado.

Joao Alves, ex vicepresidente del Instituto de Conservación de la Naturaleza y las Florestas, coordinador político-administrativo de Life / Lynxconnect en Portugal, tiene mucho que ver en este cambio del estado de las cosas, y asiste satisfecho a narraciones como la de Monteiro.
Quien se acerca al trabajo de recuperación de este singular felino ibérico corre el peligro de quedar atrapado, o al menos convencido. Como le pasó a aquella gran propietaria de un latifundio andaluz con muchos posibles económicos, que tras escuchar atentamente la propuesta, y aceptar, lanzó, orgullosa: “Total, cualquiera puede tener un diamante de Tiffany…, ¡pero un lince en tu finca! ”.
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