El carácter silencioso de la enfermedad renal crónica que precisa un diagnóstico precoz

Los riñones desarrollan un papel fundamental en el organismo porque realizan funciones vitales: depurativas, es decir, eliminan sustancias como la urea o el ácido úrico; metabólicas, por tanto, controlan los líquidos corporales; y endocrinas, vigilando las hormonas reguladoras de la tensión arterial. Cuando todo esto funciona correctamente, el sistema trabaja como un engranaje perfecto y equilibrado.

Pero cuando se deteriora alguna de estas funciones, de manera sostenida, aparece la enfermedad renal crónica (ERC), una patología que afecta a más de 850 millones de personas en todo el mundo, unas cifras que reflejan un aumento de su prevalencia en los últimos años de un 29% y que, según esta investigación, se prevé que se convierta en la quinta causa más común de años de vida perdidos a nivel mundial para el año 2040.

ERC: sin signos evidentes en las fases iniciales

Una de las particularidades de esta dolencia progresiva es su carácter silencioso durante años, sin síntomas, hasta que se llega a fases muy avanzadas, cuando se ha producido un daño irreversible. Esto explicaría, en buena parte, por qué estamos también frente a una enfermedad infradiagnosticada y para la que, cuando llega la hora de tratarla, tras observar signos evidentes como cansancio extremo, dificultad para concentrarse o problemas digestivos, el tratamiento es más complejo y la progresión de la enfermedad es rápida. A todo ello se le suma el inconveniente de que se suele asociar a múltiples afecciones a largo plazo.

Por tanto, cuanto antes se detecta la enfermedad, más medidas se pueden tomar para frenar su progresión a estados más avanzados y, en consecuencia, hay más opciones de revertirla. Es una de las conclusiones del estudio ONDAAS, publicado en Clinical Kidney Journal, liderado por el Doctor Sebastián Mas-Fontao, investigador del Instituto de Investigación Sanitaria de la Fundación Jiménez Díaz (IIS-FJD) y del centro de investigación biomédica en red de diabetes y enfermedades metabólicas (CIBERDEM), y el Doctor Emilio González-Parra, especialista del Servicio de Nefrología de la Fundación Jiménez Díaz e investigador del IIS-FJD, junto con los doctores María Izquierdo y Didier Sánchez Ospina, del Servicio de Nefrología del Hospital Universitario de Burgos, y en colaboración con la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León.

En este contexto, se pone sobre la mesa la problemática de que, pese a que la prevalencia y la carga de la enfermedad renal crónica están aumentando, muchas personas siguen sin diagnosticar. En concreto, y según el estudio, más de una de cada cinco personas tenía criterios de ERC y un 14,04% presentaba niveles de albuminuria por encima de lo normal. La buena noticia es que, mediante pruebas simples y poco invasivas, es posible diagnosticarla antes.

Prueba que frena el avance de la ERC

¿Cómo puede ayudar una sencilla prueba en la detección temprana de la enfermedad renal crónica? Tras realizar un estudio epidemiológico transversal y multicéntrico en casi 9.900 personas mayores de 18 años en centros de atención primaria en la provincia de Burgos, de febrero a mayo de 2024, los responsables del estudio concluyen que “el cribado de albuminuria en Atención Primaria permite detectar el doble de casos de enfermedad crónica que los métodos convencionales”, afirma el Doctor Mas-Fontao.

Esto es posible porque la albuminuria actúa de marcador tanto de los riesgos renales como cardiovasculares, aunque a menudo no se evalúa demasiado en la práctica clínica, sobre todo en las etapas iniciales de la enfermedad renal crónica. Se trata de una prueba en fase inicial que, aunque sencilla, no es rutinaria. Pero, gracias a la implantación de este análisis en Atención Primaria, los expertos pudieron identificar a 903 personas con valores normales de filtración glomerular, aunque con albuminuria elevada. De otra manera, habrían pasado desapercibidas.

Además, otras 434 personas ya diagnosticadas pudieron ser reclasificadas a un mayor nivel de riesgo gracias a los resultados entre la albúmina y la creatinina en orina.

En palabras del facultativo, se trata de un proyecto “innovador y pionero” cuyo éxito es el resultado del trabajo conjunto de los equipos de Atención Primaria, Análisis Clínicos y Nefrología. “Hemos conseguido integrar la atención hospitalaria y extrahospitalaria en este protocolo con una misma meta: Objetivo No Diálisis”, añade el Doctor Mas-Fontao.

Detección precoz en Atención Primaria

Pese a los avances en las técnicas de diagnóstico, los retos persisten, y la detección precoz es uno de ellos. Pero incluir de forma sistemática este análisis de relación albúmina/creatinina urinaria (uACR) en Atención Primaria permite “detectar precozmente la ERC en fases en las que aún es posible intervenir para frenar su avance”, explica el Doctor González-Parra. La comunidad castellanoleonesa tiene previsto implantar un plan pionero para realizar este análisis de forma generalizada.

El papel proactivo en la detección e incluir el cribado de albuminuria en las analíticas rutinarias en los adultos en el centro de salud permite comenzar el tratamiento cuando aún no hay daño renal irreversible y, por tanto, “retrasar la necesidad de diálisis hasta 27 años”, afirma González Parra.

Las personas con enfermedad renal en etapa temprana, además, pueden beneficiarse de conocer sus puntajes de función renal y de innovaciones en el tratamiento. Lo demuestran también los resultados de un estudio publicado en BMC Nephrology, según el cual los esfuerzos de cribado permitirán iniciar una terapia que haya demostrado tener un impacto significativo en la progresión, la reducción del riesgo cardiovascular y la mortalidad. Se ha demostrado, además, que la derivación precoz a un nefrólogo para pacientes con alto riesgo de progresión mejora los resultados.

De acuerdo con los resultados del estudio ONDAAS, y gracias a la actuación precoz, se pudo identificar a más de 2.000 candidatos a tratamientos precoces, bien de la mano de inhibidores del sistema renina-angiotensina, como de inhibidores de SGLT2, tratamientos todos ellos con capacidad para reducir complicaciones cardiovasculares, ralentizar la progresión de la enfermedad renal y mejorar la supervivencia.

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