Taylor Swift ya es dueña de su música: así marcó un hito en la industria discográfica

Taylor Swift ha vencido: la artista ya es dueña de la música de toda su carrera. Después de haber luchado durante años por adquirir los derechos de sus seis primeros discos, Swift finalmente ha podido hacerse con la propiedad de sus grabaciones originales en el que es uno de los acontecimientos más relevantes en la historia de la cultura. La artista, que ha revolucionado la industria discográfica con el movimiento de regrabar sus álbumes para ser dueña de su repertorio, ha marcado un hito con la trascendental compra de todo su trabajo, que durante mucho tiempo se le había denegado. “Por fin puedo decir estas palabras: toda la música que he compuesto... ahora me pertenece... a mí”, ha anunciado la cantante y compositora en una carta escrita a sus fans que es, desde hoy, un descomunal triunfo tanto para ella como para el resto de artistas.
“Casi dejé de creer que esto pudiera suceder después de 20 años esperando una recompensa que se me ofrecía y luego se me quitaba. Pero todo eso ya es pasado”, ha declarado Taylor Swift, que asegura que “decir que esto es un sueño hecho realidad es quedarse bastante corto”. “Todo lo que siempre he querido era trabajar lo suficiente para, algún día, tener la oportunidad de comprar mi música al completo, sin ataduras y sin socios de por medio, con total autonomía”, ha apuntado la artista, que lleva gran parte de su carrera intentando poseer los derechos de su arte, según confesó en 2019, cuando la discográfica de sus antiguos discos le denegó la compra de los mismos y comenzó una batalla legal de una magnitud sin precedentes.
Ahora, Taylor Swift ha llegado a un acuerdo con el último propietario de su obra, Shamrock Capital, para ser la dueña de la totalidad de sus proyectos, como ella misma cuenta en la carta: “Todos mis videoclips, todas las películas de conciertos, las portadas y fotografías, las canciones inéditas, los recuerdos, la magia, la locura, cada una de las eras, el trabajo de toda mi vida”. En su extensa declaración, que llega justo cuando se cumple el primer aniversario de sus conciertos en el Santiago Bernabéu, Swift agradece a Shamrock Capital ser “la primera persona a quien ofrecieron esta compra” y plasma su felicidad por cómo resultaron los eventos de los últimos seis años: el hecho de no poder comprar su música la llevó a regrabarla, un movimiento que dio vida al concepto de The Eras Tour, la gira más taquillera de la historia, cuyas ganancias le han permitido recuperar todo su catálogo.

Según el portal especializado Billboard, la cantante habría comprado sus grabaciones por alrededor de 360 millones de dólares, una cifra muy parecida a la que tuvo que pagar Shamrock por ellas. Sin embargo, desde esa compra a la de Swift han pasado unos años en los que la marca de la artista ha crecido exponencialmente, transformando su música en un imperio milmillonario entre 2023 y 2025. Por ende, los discos deberían haberse convertido en un activo extremadamente valioso para Shamrock, algo que no fue así porque Swift ha podido adquirirlos por un precio muy similar media década después. La cantante no solo devaluó enormemente sus obra gracias a las regrabaciones, sino que también pudo presentársela a las generaciones más jóvenes publicándola de nuevo, desencadenando así los acontecimientos que hicieron que Swift se convirtiera en la persona más importante del mundo.
Pero el camino no ha sido fácil. Para comprender el calibre de esta historia, una de las más influyentes de todos los tiempos, es necesario remontarse a 2005, cuando una joven de quince años nacida en Pensilvania se paseaba por las discográficas de Nashville con una guitarra y un álbum casero de canciones country. Por ella se acabaría interesando el recién nacido Big Machine Records, sello con el que Swift firmaría un contrato y publicaría sus seis primeros discos —Taylor Swift (2006), Fearless (2008), Speak Now (2010), Red (2012), 1989 (2014) y Reputation (2017)—. Cuando ese contrato expiró en 2018, la cantante decidió firmar para Republic Records, sello con el que se aseguró de tener la propiedad de sus futuros álbumes, una anomalía en la industria musical: las grabaciones siempre pertenecen a las discográficas, nunca a los artistas. Es por esto que poseer los derechos de los discos anteriores no quedaba en sus manos.
La guerra estalló en el momento en que Scott Borchetta, fundador de Big Machine Records, vendió la discográfica a Scooter Braun, mánager de cantantes como Kanye West o Justin Bieber y persona de la cual Swift había estado recibiendo un “acoso constante y manipulador”, tal y como expresó la compositora en una carta publicada en el verano de 2019. “Durante años pedí, supliqué, la oportunidad de ser dueña de mi obra”, contaba en la carta, donde explicó que Big Machine le propuso recuperar cada disco por cada uno nuevo que publicase, aun sabiendo que planeaba vender el sello y, con este, a Swift y su futuro. “Tuve que tomar la dolorosa decisión de dejar atrás mi pasado. La música que escribí en el suelo de mi habitación y los vídeos que creé y pagué con el dinero que gané tocando en bares, en clubes, luego en arenas y después en estadios”, narraba la artista.
Lo que la estadounidense no esperaba era que el sello, al que el catálogo de Taylor Swift aportaba el 80% de los ingresos según el medio especializado Variety, acabara vendiéndose a Scooter Braun por 330 millones de dólares: “Este es mi peor escenario. Esto es lo que ocurre cuando firmas un contrato a los quince años con alguien para quien el término 'lealtad' es claramente solo un concepto contractual. Y cuando ese hombre dice que 'la música tiene valor', en realidad quiere decir que su valor está en deuda con hombres que no participaron en su creación”. La cantante, que afirmaba que siempre estaría orgullosa de su trabajo anterior, también alegaba que, afortunadamente, había dejado su pasado en manos de Borchetta y no su futuro: “Espero que los artistas jóvenes o los niños que tienen sueños musicales lean esto y aprendan a protegerse mejor en una negociación. Mereces ser dueño del arte que creas”.
El giro que se produce en la historia se debe a que el contrato firmado en 2005 posibilitaba a la artista volver a grabar su vieja música si así lo deseaba. Mientras que Braun pasaba a poseer los derechos de las grabaciones de esos seis álbumes, Swift todavía conservaba los derechos de composición por ser la autora de todas las canciones. A raíz de ahí, la persona con más premios Grammy al álbum del año decidió embarcarse en un proyecto que tuvo en vilo a la industria musical desde el primer día: regrabar su obra al completo, tratando de que sonase lo más exacta a la original pese al cambio de madurez en su voz y sacando “del baúl” temas inéditos. La declaración de intenciones se hizo patente en su actuación en los premios American Music de 2019, en la que apareció con una camisa que tenía impresos los títulos de sus discos robados, y donde además cantó un popurrí de sus éxitos para celebrar su reconocimiento como artista de la década. En consecuencia, Braun revendió el catálogo de Swift a Shamrock Capital en 2020.
El proyecto ‘Taylor's Version’, un éxito estratosférico
Taylor Swift dio comienzo a la publicación de sus regrabaciones el 12 de febrero de 2021, cuando presentó su clásico Love Story (2008) bajo la etiqueta Taylor's Version (versión de Taylor). La canción pertenece al álbum country más premiado de la historia, cuya regrabación publicaría con el título de Fearless (Taylor's Version) más tarde ese mismo año, en abril. El disco haría lograr a Swift el mayor debut de Estados Unidos desde su propio evermore (2020) y registraría la semana de ventas más grande para un álbum country de los últimos seis años. En plataformas de streaming muchas canciones no tardaron en superar en reproducciones a las originales, y Billboard informó en 2023 que, desde su lanzamiento, Fearless (Taylor's Version) había vendido el triple de unidades que el original, una hazaña solo a su alcance.
La compositora publicaría Red (Taylor's Version) a finales de 2021, que celebraría con un aclamado cortometraje que ella misma dirigió de su canción de culto, All Too Well. Su versión de 10 minutos lideró las listas de éxitos de la mayor parte del mundo, convirtiéndose en el tema de más larga duración en hacerlo. Desde entonces no hizo más que comenzar lo que muchos han definido como la “Taylormanía”, un fenómeno a la altura de los Beatles que va más allá de la cultura: es económico, es político, es social. La artista vendió más de un millón de discos solo en Estados Unidos en la semana de lanzamiento de Midnights (2022), su décimo álbum de estudio. En 2023, además, Swift dio el pistoletazo de salida a su mastodóntica gira The Eras Tour, y durante su transcurso lanzó las regrabaciones Speak Now (Taylor's Version) y 1989 (Taylor's Version), esta última con ventas superiores en su primera semana a las conseguidas por el disco original.
El último trabajo discográfico de la artista fue The Tortured Poets Department (2024), publicado en mitad de la gira, que vendió solo en Estados Unidos más de 2,6 millones de copias en su primera semana, una cifra que parecía impensable en la era del streaming. En España fue el álbum más vendido de 2024, convirtiendo a Swift en la primera artista de habla no hispana que lidera la venta de discos en todo el siglo. Se esperaba que su siguiente paso fuera el lanzamiento de las regrabaciones de su debut Taylor Swift y Reputation. Aunque Swift ha informado en la carta que ya ha regrabado su álbum homónimo y que podría publicarlo en cualquier momento, reconoce que “ni siquiera” ha regrabado una “cuarta parte” de Reputation: “Es el único de los seis primeros que sabía que no podría mejorar rehaciéndolo”. Lo que sí ha afirmado es que, si sacara estas regrabaciones, ya no lo haría “desde un lugar de tristeza y añoranza”, pues ahora serían “una celebración”.
La industria musical, a los pies de Taylor Swift
Con su lucha por tener el control de su obra, Swift no solo ha conseguido reclamar su arte, sino que ha llevado a gran escala un debate que hasta el momento solo se mantenía dentro de la propia industria discográfica. “Cada vez que un artista emergente me cuenta que acordó tener la propiedad de sus grabaciones al firmar su contrato gracias a esta disputa, recuerdo lo importante que era para mí que sucediera”, escribe la cantante en su carta. Son este tipo de cosas las que subrayan por qué Taylor Swift es, sin lugar a dudas, la mayor artista del siglo XXI. Su influencia se ha percibido en cantantes como Olivia Rodrigo, una de las grandes estrellas de la generación Z, que debutó con Sour (2021) y, en una entrevista para el periódico The Guardian, reveló que, inspirada por la batalla de Swift, se aseguró de ser la dueña de sus álbumes cuando firmó el contrato.
Esta no es la primera vez que Swift se preocupa por los derechos de los artistas. Su música no ha estado disponible durante años en plataformas de streaming como Spotify debido a las malas condiciones que estas ofrecen a los músicos. Además, ya en 2015, la compositora envió una carta a Apple Music para expresar su desacuerdo con que no los remuneraran por las canciones que la gente reproducía en los tres meses del periodo de prueba: “Tres meses es mucho tiempo sin cobrar y es injusto pedirle a alguien que trabaje a cambio de nada. No les pedimos iPhones gratis. Por favor, no nos pidan que les proporcionemos nuestra música sin ninguna compensación”. La amenaza de eliminar su álbum 1989 (2014) de la aplicación fue más que suficiente para que Apple Music cambiara su política de pago al día siguiente, uno de los logros más significativos de la etapa digital.
La saga que ha determinado el rumbo de la cultura durante toda esta década concluye con una Taylor Swift completamente victoriosa, que durante su trayectoria siempre ha sabido cómo controlar y dominar la narrativa. La artista fue en contra de los titanes discográficos y no solo ha acabado con lo que quería en sus propios términos, sino que ha allanado el camino para aquellos cantantes que todavía están por llegar y que pueden encontrarse con problemas similares. Aunque nadie pensaba realmente que Taylor Swift pudiera perder, lo cierto es que tampoco nadie pensó que una victoria fuera posible. Ahora, la artista es dueña en su totalidad de uno de los catálogos musicales más aclamados y exitosos de la historia, que no es más que el suyo propio: “Gracias a vosotros y a vuestra buena voluntad, a vuestro trabajo en equipo y a vuestros ánimos, lo mejor que jamás ha sido mío... ya lo es por fin”.
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