Los 'herederos' de Félix Rodríguez de la Fuente que impulsaron el ecologismo en Cantabria hace 40 años

Sonaron varios disparos que precipitaron un inquietante ruido de cristales rotos. Como un trueno en la noche, alguien rompió a tiros el farol de la casa de Gonzalo Canales en 2008, entonces presidente de la asociación ecologista ARCA. Le pusieron protección y después de un año la Guardia Civil identificó a los presuntos autores de la amenaza. Eran dos compradores de viviendas en el Alto del Cuco, en el municipio de Piélagos, una urbanización de 400 casas de lujo que se proyectó en un área de especial protección paisajística en el monte de La Picota y que fue declarada ilegal por el Tribunal Supremo en 2011. Allí se construyó, se derribó y se restauró el paisaje. No queda huella de aquella aberración urbanística en la falda de la montaña.
El Cuco fue uno de los símbolos de la burbuja inmobiliaria en Cantabria y una de las batallas ganadas en nombre del ecologismo por la Asociación para la Defensa de los Recursos Naturales de Cantabria (ARCA) que, en cuatro décadas de existencia, ha representado los papeles de héroe y villano en los procesos que ha ganado en los tribunales. Ha tenido un indiscutible protagonismo en el urbanismo de Cantabria donde la justicia, a raíz de sus denuncias, ha condenado al derribo a un total de 859 viviendas ilegales con la absoluta impunidad de sus responsables.
ARCA fue una asociación pionera que se constituyó “cuando ni siquiera se había inventado el ecologismo”, reflexiona en conversación con elDiario.es el naturalista Javier García Oliva, uno de sus fundadores. Solo existía una organización similar en el País Vasco y la Sociedad Española de Ornitología, que se dedicaba al estudio de las aves y que encabezó una iniciativa para proteger Doñana. Pero nadie le ha dado nunca un premio ni un reconocimiento en Cantabria. Fuera, sí.
Han sufrido la censura de algunos medios de comunicación que no les nombraban, han sido temidos por los políticos y constructores durante muchos años, espiados por agentes de la Guardia Civil de incógnito que se colaban en sus asambleas y han sido detenidos en algunas ocasiones. Dos noches durmió en el calabozo en su juventud el actual presidente, Alan Musi, por encadenarse delante de las máquinas que estaban sacando arena del Parque Natural de las Dunas de Liencres.
En la actualidad, la asociación simboliza el antagonismo político, el combate con el urbanismo despiadado, el activismo medioambiental que vigila, propone y pelea contra los abusos de la Administración o su falta de acción. ARCA se ha hecho fuerte e incluso temida entre algunos sectores. Muchos han intentado desacreditarles y han rebuscado sin éxito en los pilares éticos de sus referentes públicos. Nunca han conseguido nada. Siguen intactos. Pero sí han recibido mucho odio además de algunos aplausos.

Ahora ARCA ocupa menos espacio público que hace años, cuando era un actor e interlocutor constante con las administraciones. Hoy trabaja de otra manera. “La poca visibilidad pública actual es buscada para ser más eficientes. Tenemos un perfil público más bajo y una capacidad de trabajo más grande”, considera Carlos García, uno sus portavoces.
Al principio había que llamar la atención, movilizar a la población y pedir apoyo para sus campañas. Pero la organización considera que ahora “hay que medir para evitar el desgaste de los voluntarios, que tienen vida privada, que trabajan con pasión, desinteresadamente”. Ahora toda la energía de los activistas se concentra en proponer, vigilar, hacer alegaciones y presionar en los tribunales. “Silenciosamente vamos presentando alegaciones a todos los proyectos que vamos conociendo y que creemos que no cumplen las normas”, añade el responsable de la organización.
Es un escándalo que el suelo fértil se dedique a hacer chalés, es una anomalía que solo se da en Cantabria
ARCA considera que sigue siendo necesaria. El litoral cántabro sigue en peligro, como se ha visto con la masiva manifestación que organizó la formación política Cantabristas en Loredo, por las modificaciones puntuales - “típico ejemplo de trampeo”- que hacen algunos ayuntamientos. Otra de sus banderas es la defensa del suelo rural: “Es un escándalo que el suelo fértil se dedique a hacer chalés, es una anomalía que solo se da en Cantabria”, denuncian. Por último, como tercer reto contemporáneo señalan la ausencia de un proyecto de comunidad: “Estamos siempre luchando contra el desorden urbanístico porque se lanzan a lo primero que aparece y pretenden poner los parques eólicos en la cumbre de la montaña”, citan como ejemplo del descontrol.
Entre otras cuestiones, la asociación ha sido muy crítica con la inversión millonaria en el futuro polígono logístico de La Pasiega, también en Piélagos, para hormigonar “innecesariamente” una de las pocas y más extensas llanuras de alto valor agrológico de Cantabria que quedaban disponibles. Consideran que el interés público del proyecto no está justificado y que es una cuestión de “intereses particulares y oportunismos políticos”. Mientras continúan las obras, crecen los sobrecostes y avanzan los trabajos que han destrozado este espacio natural, ellos siguen trabajando para intentar pararlo.
El origen: primavera del 84
Todo empezó en la primavera de 1984. En una generación que había crecido delante de la televisión con 'El hombre y la tierra', el mítico programa del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente. Un grupo de universitarios, estudiosos de la biología y de la naturaleza, vieron que se estaban produciendo verdaderos atentados medioambientales en Cantabria.
Habían pasado unos años desde la muerte de Franco y la Administración, los servicios de montes, no sabían nada de medio ambiente y conservación, tenían una mentalidad más cercana a la época de la dictadura que a los aires que llegaban de Europa. “En Cantabria se llegó a utilizar maquinaria pesada para hacer pistas en los montes sin planificación ni conocimiento”, recuerda García Oliva, que bastante tiempo después llegó a ser director general de Medio Ambiente en el Gobierno de Cantabria.
Pero el detonante para el nacimiento de ARCA fue la situación del urogallo, amenazado por la tala intensiva de árboles autóctonos. Aquel grupo de jóvenes se reunió en Cabezón de la Sal y ahí se tomó conciencia de que había que actuar para defender, no solo para estudiar. Primero lo hicieron como Colectivo Naturalista Cántabro, antes de la constitución oficial de ARCA. La campaña del urogallo fue un éxito, acompañada de la cartelería y las pegatinas que en aquella época constituían el material de propaganda y difusión.

Los nombres propios de Jesús Garzón, Alan Musi, Rufo Arroyo, Javier García Oliva y Guillermo Palomero coincidieron en la necesidad de actuar para defender el medio ambiente en Cantabria en la primera Junta Directiva. Junto a ellos, Carlos Aedo y Gonzalo Moreno. Además de César Blanco, protagonista e inspirador de este movimiento activista que murió cuatro años después, a los 28 años.
Un grupo de personas que se unió para proteger el medio natural sobre dos premisas irrenunciables. La primera: independencia y rigor técnico y científico. La segunda: no plantear críticas sin ofrecer alternativas. Para ello ha sido fundamental no recibir subvenciones. La financiación proviene exclusivamente de los socios. Hasta el punto de que, ahora mismo, han activado una campaña de donaciones porque necesitan 6.000 euros para recurrir en el Tribunal Supremo el parque eólico de El Escudo.
“La estrategia de ARCA se ha basado en dos principios: dominar la información, saber más que nadie y plantear alternativas”, subraya García Oliva. En los primeros tiempos la Administración “recibió muchos palos porque les vencíamos siempre, nos llegaron a coger miedo”, evoca. Hasta el punto de que el presidente de Cantabria, Juan Hormaechea, prohibió a sus consejeros participar en debates o encuentros con ARCA para que no fuesen derrotados ni cayesen en el ridículo.
La estrategia de ARCA se ha basado en dos principios: dominar la información, saber más que nadie y plantear alternativas
Así nació ARCA y creció con una estrategia que ha dado extraordinarios resultados: denuncias y recursos ante los tribunales y la Administración. Aquella primera generación de jóvenes animó a otros muchos que forjaron una organización sólida. Hoy, siguen formando parte de un proyecto que ha crecido y que ha hecho historia en la comunidad. Algunos, como Javier García Oliva, uno de los fundadores, la pasada legislatura fue diputado del PSOE en Cantabria y rompió la disciplina de voto de su partido en dos ocasiones: en contra de la Ley del Suelo y a favor de prohibir la caza de lobos.
“Soy el activista que siempre he sido”, considera Carlos García, secretario de la organización de ARCA y uno de los miembros más veteranos. “Por ARCA han pasado varias generaciones de jóvenes que ahora están en cargos públicos o en empresas”, recuerda. “En los inicios venían chavales de 14 y 15 años a asociarse, gente de grupos juveniles, de grupos de montaña, todos querían trabajar para proteger su tierra”.
En los mejores tiempos, ARCA llegó a superar el millar de asociados. Hoy, son 220 personas. Algunas personas han ido falleciendo y los jóvenes, explica Carlos García, “ya no se asocian a ninguna organización, vivimos en una sociedad más individualista y consumista, en una cultura del ocio y de la inmediatez que los aleja del compromiso”.
El punto de inflexión de Oyambre
Las primeras iniciativas fueron para proteger el urogallo y las aves migratorias, el acebo y los bosques cántabros. Pero fue la defensa de la playa de Oyambre donde consolidó su poder de convocatoria y de influencia en la sociedad cántabra. ARCA consiguió movilizar a los cántabros e impedir que se urbanizaran las dunas en aquella vorágine de cemento de la mitad de los años 80. El 17 de marzo de 1985, en un día de tormenta, dos mil personas gritaron desde la playa su rechazo a las obras que ya había autorizado el Ayuntamiento de Valdáliga.

La campaña duró casi dos años y en paralelo se iniciaron acciones para defender otras dunas: las de Somo y Liencres. Queda para la historia aquel día en que la Guardia Civil cargó sobre los manifestantes en la arena de Oyambre. Hubo golpes, culatazos, disparos y algunos heridos. Durante una sesión del Parlamento, en el invierno de 1986, un activista ecologista interrumpió el discurso del presidente de Cantabria, Ángel Díaz de Entresotos. Se sentó delante de la tribuna de oradores y desplegó una pancarta: 'Salvemos Oyambre'. La defensa de Oyambre, donde nació también el germen de Ecologistas en Acción, se ha convertido en histórica. Tuvo un final feliz. Dos años después fue declarado Parque Natural.
A continuación vino la lucha por salvar los humedales de Escalante, Noja y San Vicente. La campaña conjunta de ARCA con SEO-Birdlife en defensa de las marismas de Santoña logró que los tribunales europeos condenasen a España por agresión ambiental y generó la posterior declaración de Parque Natural.
En 1986 publicaron su libro verde, un documento con propuestas para la gestión del medio natural en Cantabria. Entre otras iniciativas, han defendido el monte Candina de los efectos de una cantera y han plantado 175.000 robles y hayas para reforestar con árboles autóctonos. Suyo es también el mérito de la batalla contra la urbanización de la playa de La Arena, en Arnuero, cuando se declaró urbanizable un bosque de encinas junto al arenal y varios ecologistas fueron detenidos en junio de 1992 por encadenarse a las máquinas de la promotora.

859 viviendas con sentencia de derribo
A partir de los años 90, ARCA comenzó una intensa e implacable campaña de defensa del litoral en una docena de ayuntamientos cántabros, denunciando en los tribunales lo que consideraban construcciones ilegales que, posteriormente, derivaron en una cascada de sentencias favorables de derribo. Especialmente en dos municipios que concentraron muchas ilegalidades, como son los casos de Piélagos y Argoños.
Las amenazas y las presiones eran constantes: algunos de los propietarios afectados se presentaban con un megáfono en el trabajo del entonces presidente de ARCA. Llovían los insultos gruesos y las descalificaciones. Le hacían 'escraches' a la puerta de su casa cuando todavía nadie utilizaba ese término.
Como herencia, décadas después aún quedan en pie urbanizaciones condenadas a la piqueta. Estos días, ARCA ha sido protagonista porque el Supremo ha ratificado la anulación del Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN) de las marismas de Victoria y Joyel, una normativa ejecutada para dar cobertura legal a parte de las 254 viviendas con sentencia de derribo. También consiguió en los tribunales la demolición de la depuradora de Vuelta Ostrera, en Suances, aunque la sentencia no se haya ejecutado todavía pese a los múltiples requerimientos judiciales.

“Fue una etapa muy dura, con una campaña de acoso y desprestigio personal a nuestro antiguo presidente”, subraya Carlos García, “pero en general la gente ha sido muy generosa con nosotros porque defendíamos cuestiones de sentido común, hemos tenido el apoyo de sectores muy diversos e incluso insospechados de la población”, asegura. “Para defender el litoral se optó por la vía judicial, la Administración no estaba acostumbrada a que le pusieran una demanda y la cascada de sentencias en su contra les pilló con el paso cambiado”, estima García Oliva. Ganaban todos los juicios y eso llevó a ARCA a multiplicar sus socios.
Ahora, ARCA cumple cuatro décadas como referente de la defensa del territorio en Cantabria. Un aniversario que la asociación, presidida actualmente por Alan Musi, conmemora con unas jornadas abiertas a la sociedad que se celebran del 2 al 6 de junio en el local de la asociación, en el número 21 de la calle Francisco de Quevedo de Santander.
Son cinco charlas sobre el origen del colectivo, la lucha por la defensa del litoral, la protección del lobo, las consecuencias de la Ley del Suelo de Cantabria o la naturaleza en la ciudad. Además de un paseo por el entorno de la Playa de la Arena, el sábado 7 de mayo, en el que volverán a reencontrarse con uno de los lugares ligados a su historia.
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