Los retos para detectar y combatir la mutilación genital femenina: ''Es una violencia que sucede donde nadie la ve''

Imagen de archivo de una manifestación contra la mutilación genital femenina

Natalia G. Vargas / Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —
6 de junio de 2025 22:17 h

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“Recuerdo que hace años, cuando llegué a España, tuve una infección y acudí al médico, que me citó con una ginecóloga. Al llegar ahí me miraron y se asustó tanto que se le quedó la cara blanca como un papel y llamó a otros compañeros. De repente, tenía a cuatro personas mirándome sin decirme absolutamente nada. Yo estaba temblando, avergonzada y sudando. Quería de verdad contarles que esto no ha sido un defecto de nacimiento, quería contarles lo que me había pasado, pero no me preguntaron nada”. Así relata Asha Ismail cómo fue su primera visita ginecológica en España.

Fue víctima de mutilación genital cuando era una niña y es una luchadora por los derechos de las mujeres y niñas, por lo que fundó la asociación Save a girl, save a generation. Ella decidió que su hija no pasaría por este sufrimiento y sus nietas tampoco. Hayat Traspas, hija de Asha, señala que “ha sido una lucha intergeneracional”. Sin embargo, combatir esta violencia sobre las mujeres es aún un reto y las expertas plantean que aún hay que mejorar la formación para poder detectar casos.

En Canarias, solo en 2024 se contabilizaron 72 casos de mutilación genital femenina según datos de la Delegación del Gobierno. “Lo que pasa es que es una violencia que sucede en los genitales, donde nadie la ve”, recuerda Hayat Traspas, que señala que hay 230 millones de mujeres que han pasado por esta violencia en el mundo. No obstante, hay muchos mitos, pues, según Save a girl, de 94 países donde hay datos de que existe esta mutilación, 28 son africanos. “No es una violencia exclusiva de países africanos”, remarca.

En el Archipiélago, las mujeres que se ha detectado que sufrían esta violencia sí procedían de esos países, y esta comunidad autónoma es puerta de entrada de muchas de estas mujeres, por lo que la experta considera que las Islas deberían ser “pioneras” en maneras de intervenir y en estar más actualizadas en cuanto a datos.

Una forma de violencia machista

La literatura histórica remonta al antiguo Egipto la práctica de la mutilación genital femenina. “Era una práctica muy localizada, pero su propagación llegó con la Trata Árabe, una de las tratas esclavistas que afectó al continente africano, especialmente a partir de la Edad Media”, explica el historiador nacido en Costa de Marfil Dagauh Komenan. Esta etapa comenzó con un tratado entre los cristianos de Makuria (actual Sudán) y el califato Omeya (árabe-musulmán) en el año 652, en el que se acordó un intercambio de 360 esclavos anuales a cambio de protección y bienes como trigo y vino.

Es una violencia sobre el derecho de la mujer y de la niña que no cabe en ninguna religión ni en cabe ninguna cultura

Aunque este tratado no mencionaba la mutilación, los textos médicos de la época establecían que “las mujeres africanas tenían un deseo sexual descontrolado” y que, para reducirlo, había que proceder a la ablación. La documentación de la época, señala Komenan, recoge que las jóvenes esclavas eran “circuncidadas” antes de ser entregadas a los mercaderes para “hacerlas más valiosas”, “dóciles” y para “garantizar su castidad”.

Según el historiador, el mito machista sobre la necesidad de mutilar a las mujeres africanas para coartar su supuesto deseo sexual descontrolado “se ha reforzado durante siglos”. “Esto tiene un impacto similar a la expresión de ”pelo malo“, que hace que muchas mujeres se alisen el pelo o que se aclaren la piel, con las consecuencias que puede tener para su salud”, ejemplifica.

Komenan explica que, a finales de los años 90 los gobiernos africanos comenzaron a impulsar la lucha contra esta práctica, una forma de violencia contra las mujeres. El primer país del continente en hacerlo fue Guinea Bissau, seguido de Costa de Marfil y Senegal. Las sanciones son mayores si quien ejerce la mutilación es un sanitario. Estas medidas se han topado con el rechazo de un sector conservador, que tilda esta persecución de “coacciones para establecer la decadencia moral de Occidente en los países africanos”, cuenta el doctor en Ciencias Históricas por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).

En esta línea, el historiador marfileño subraya que, además de las medidas represivas, es clave la sensibilización de la población, a través de campañas escolares o del trabajo de las ONG locales, ya que a veces el rechazo a la mutilación hace que se criminalice a las víctimas de esta violencia. De esta forma, se podrá contrarrestar el discurso conservador que intenta justificar la mutilación de niñas y adolescentes porque “siempre se ha hecho”. “Hay que trabajar con las ONG locales, que tienen décadas de experiencia y conocimiento. Conocen muy bien la realidad del terreno”, insiste.

Impacto en la salud

La mutilación genital femenina impacta en la salud física y mental de las víctimas. Esta práctica constituye una forma de violencia contra las mujeres y puede provocar en sus víctimas hemorragias, infecciones e incluso la muerte. Además, “viola el derecho de las niñas y las mujeres a la integridad, afectando a su salud física, sexual, reproductiva y psicológica, perpetuando las desigualdades de género”. Así lo describen las fisioterapeutas Mónica Vargas y Celia Luis León en el capítulo que dedican a la mutilación en el Libro Blanco de la Fisioterapia.

Las niñas y mujeres que sufren la ablación pueden sufrir problemas de cistitis repetidas, dolor, incontinencia, disfunción sexual, dolor pélvico crónico y, además, patologías asociadas que pueden aparecer durante el embarazo, explica en declaraciones a este periódico Celia Luis. Ella es especialista en suelo pélvico en el Hospital de Fuerteventura y colabora con la asociación DIMBE, Mujeres Mauritanas en Fuerteventura. Para la sanitaria, la fisioterapia es clave: “Implica reconciliar a la mujer con su cuerpo, que se sienta mejor en su calidad de vida, también a nivel sexual”. “Nosotros no somos la solución al problema, pero sí somos un acompañamiento importante”, subraya Luis.

La sanitaria subraya la necesidad de que se haga un abordaje intercultural de este asunto. “Las mujeres se sienten más seguras cuando tenemos el acompañamiento de una mediadora. Esta figura debe estar presente en casi todos los ámbitos, no solo por el idioma, sino también por crear un espacio seguro para ellas. De ahí que las asociaciones trabajen directamente con las áreas de Educación, Sanidad o Asuntos Sociales”, indica. Asimismo, insiste en que es importante que desde Atención Primaria en Canarias se haga seguimiento a las niñas en edades vulnerables a este tipo de intervención, por ejemplo a través de revisiones obligatorias cada seis meses o un año durante la etapa de la infancia.

Las vacaciones, un momento clave

Tanto Asha Ismail como Hayat Traspas explican que las vacaciones son un momento clave para las niñas que viven en España y cuyas familias proceden de contextos donde se practica la mutilación. Traspas subraya que en Save a girl han creado un documento en formato pasaporte que es una especie de carta de compromiso en la que se alerta a los familiares de que si se le realiza esta práctica a la niña la madre irá a la cárcel en España y no podrá seguir ayudando a la familia. “Es una manera de ganar tiempo”, afirma Traspas, que añade que no es la forma más idónea ya que lo que se precisa es un cambio de mentalidad. “Esto no elimina el problema, solo ganas tiempo cuando visitas a tu familia porque la niña no está contigo 24 horas”, expone.

Hay que trabajar con las ONG locales, que tienen décadas de experiencia y conocimiento. Conocen muy bien la realidad del terreno

“El miedo no es la solución, la solución es buscar mecanismos reales que protejan, sensibilización y hay que tener paciencia. Nosotras trabajamos en Kenia y a lo mejor los avances que estamos consiguiendo, ese método, no nos funciona en otro sitio porque es una cultura distinta, es una forma de entender distinta. Tenemos que mirar el contexto”, incide Traspas, que al igual que su madre coinciden en que las medidas de cambio deben venir de las personas que conocen esta realidad.

Las víctimas pueden solicitar asilo

Asma El Omari es psicóloga y referente del equipo de violencia de género de CEAR Canarias. Explica que en esta organización normalmente los casos que detectan vienen de centros de acogida. Se realiza una entrevista muy amplia por la trabajadora social y ahí intenta “de forma muy delicada investigar si se le practicó la mutilación o no de su país”, aunque “a veces lo sabemos porque son derivadas por otras ONG”.

“Algunas mujeres, no tanto por esconderlo, sino por no tener conciencia de la consecuencia que pueda tener (puede tener muchos problemas a nivel vaginal o urinario) no lo relaciona con la mutilación, porque fue realizada en su infancia”. Por ello explica que realizan talleres de información, también sobre matrimonio forzado, una práctica que las expertas coinciden que va relacionada muchas veces con la mutilación.

La psicóloga explica que al tratarse de un tipo de violencia sobre la mujer es posible solicitar asilo si eres víctima de mutilación genital. Se realiza con apoyo del informe ginecológico que se realiza desde el centro de salud y ONG como Médicos del Mundo y el trabajo jurídico que se hace desde CEAR.

En la organización en la que trabaja Asma les dan asesoramiento sobre protección internacional a las mujeres, pero también se trabaja la parte social y psicológica, pues estas mujeres sufren “muchas secuelas psicológicas y las más habituales son el trastorno de estrés postraumático, sintomatología ansiosa, hipervigilancia, miedo constante a que le hagan daño, insomnios, pesadillas y todo lo que va en relación a la representación de su cuerpo, feminidad, en el ámbito de la relación amorosa y afectivo sexual también”, destaca.

“Se necesita mucho trabajo psicológico para cambiar esa representación de su propio cuerpo, de su feminidad, y también se necesita mucho trabajo sanitario porque hay veces que hace falta una intervención quirúrgica, fisioterapia… e intentamos coordinarnos para que se haga ese trabajo completo y se abarque todo”. “Desde CEAR abordamos todo lo que podemos y lo que no en coordinación con otras entidades”, apunta. Cree que se necesita que haya más profesionales con conocimientos específicos en los centros de salud, que algunos lo hacen de forma puntual pero no de forma generalizada.

Protocolos que deben difundirse

Asha Ismail También incide en que “las secuelas psicológicas son mucho más dañinas que las físicas, porque aquí en la física la herida se cura. Pero las psicológicas son permanentes, es un daño emocional que te acompaña toda la vida”.

Para Hayat Traspas, trabajadores sociales, médicos, ginecólogos, psicólogos se han encontrado con una realidad desconocida y por ello es clave la formación y la coordinación. Explica que muchas veces las mujeres no son conscientes de esa violencia que han sufrido, otras veces la falta de confianza les impide verbalizarlo con el profesional, también puede haber barreras idiomáticas… “Hemos visto personas que se defienden perfectamente en español que no se han sentido cómodas desde el momento en que el médico ha descubierto que han pasado por eso, porque el médico no ha sabido cómo abordar esta situación”, incide Traspas.

Asha Ismail añade que con las mujeres hay que hacer un trabajo continúo porque en ocasiones no entienden la violencia que ha sido ejercida sobre su cuerpo. “Por ejemplo, si es un solicitante de asilo, puede contar que ha huido y ha pasado por este problema, pero a lo mejor no menciona nunca la mutilación genital femenina porque no lo considera una violencia”, explica.

Laura García es técnica de proyectos de Save a Girl y reuerda que Canarias es un territorio muy importante donde se debe abordar cómo mejorar la detección y el tratamiento ante la mutilación genital ya que es puerta de entrada de mucha población migrante y es clave que los profesionales adopten una visión integral y concienciada. Apunta que es fundamental trabajar con las personas más jóvenes.

Esta asociación además de organizar las recientes jornadas de Casa África realiza una labor de prevención y de formación, así como visibilización en redes sociales. Están trabajando además en un podcast. “Mi sueño es que se escuchen todas las voces porque no todas las historias son iguales y podemos aprender y cuanto más se escuchen, probablemente podremos no solo erradicarlo, sino abordarlo de una manera mucho más holística”, añade Hayat Traspas.

Save a girl trabaja por tener una delegación en Canarias, donde ya trabajan sobre el terreno sobre este tema otras como la asociación Dimbe en Fuerteventura. Sukeina Ndyaye, de la Asociación de Mujeres Africanas de Canarias, incide en que la mutilación genital es “una violencia sobre el derecho de la mujer y de la niña, que no cabe en ninguna religión ni en cabe ninguna cultura. Desgraciadamente, todo lo que se empieza con dolor empieza con nosotras”, expone.

“Pero no podemos permitirlo. Por eso hay que hacer un trabajo de campo desde la prevención. Y la prevención es con todos los profesionales, desde la sociedad en general, porque es un problema sociocultural”. Incide en que en Canarias ya hay unos protocolos sobre la mutilación genital (como la guía del Instituto Canario de Igualdad (ICI) o el protocolo de Sanidad) pero creen que estos documentos hay que difundirlos y llevarlos a la práctica, “no guardarlos en un cajón”.

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