No puede comprar su piso de alquiler porque pasa de un fondo de inversión a otro: “Nos están echando del barrio”

Lotes de pisos, bloques enteros que se venden de un inversor a otro, con los inquilinos dentro como un “activo inmobiliario” más. Esto está pasando en muchas ciudades españolas, Zaragoza es una de ellas. El barrio de La Magdalena, en pleno centro, está viviendo un proceso de gentrificación y de “abandono”, según denuncian los vecinos. Ana Gijón ha visto cómo su sueño de comprar la casa de alquiler en la que vive ha “desaparecido”. Su contrato de alquiler concluye dentro de un año y, ante el miedo a una subida del precio, Ana decidió acudir a las oficinas del fondo de inversión propietario de su piso-y de varios en en bloque- para ofrecerse a comprar el domicilio.
Explica que su barrio es humilde, de gente obrera y que, en los últimos años, los precios no han dejado de subir. “Yo alquilé hace seis años este piso y ya era caro, es un cuarto sin ascensor y me cuesta 500 euros. Pero en estos seis años veo que las rentas del entorno se han disparado, alquileres que hace diez o quince años costaban 300 euros, ahora cuestan 750”.
“Cuando firmé el alquiler de mi casa, renuncié a la cláusula de tanteo y retracto, es decir, los propietarios no están obligados a ofrecer primero el piso al inquilino. Sin embargo, hace unas semanas pregunté y me dijeron que sí que estaba a la venta, les dije que estaba interesada y me empezaron a presionar para que lo comprase ya. Me pedí un día libre en el trabajo para ir a la oficina y estaba dispuesta a firmar ya un contrato de arras, pero necesitaba un par de meses para mirar las hipotecas”, expone. Ana es profesora y estos meses son los de más trabajo, por eso les solicitó el verano de plazo para poder consultar con diferentes bancos las condiciones de una hipoteca.
Salió de la oficina pensando “que me vendían el piso”. Esa misma tarde, recibió una llamada en la que le comunicaron que su piso y varios más que tenían en el el bloque se habían vendido a otro fondo de inversión y que “me tendría que haber dado más prisa”. Ante su argumento de que, siendo una inquilina “intachable” le podrían haber dado más margen, la persona empleada del fondo de inversión le contestó que, precisamente por ser una buena inquilina, “querían comprar el piso conmigo dentro. Me doy cuenta de que son eso, un activo inmobiliario”.
Los pisos pasan de un inversor a otro, “no llegan a la ciudadanía”. Ana explica que, desde ese día, está mirando webs de viviendas sin parar para ver la magnitud de la situación y asegura que los únicos pisos asequibles son los que se venden entre fondos de inversión. “Los que salen a la venta para la gente son pisos de 250.000 euros para arriba o agujeros donde no puede vivir una familia”.
La situación en la que se queda Ana es “precaria” al no saber si estos nuevos propietarios “van a mantener mi piso, me van a subir el alquiler… en mi calle hay pisos como el mío por 800 euros, es un movimiento especulativo bestial. La gente del barrio nos estamos quedando sin acceso a la vivienda, están vendiendo los pisos entre inversores, los compran, los remodelan y los venden a un precio desorbitado”. Asegura que el deterioro del barrio es “importante”. Dice que, desde su ventana, ve un bloque entero de pisos vacíos, todos pertenecientes al mismo gran tenedor, “imagino que en espera de poder especular. Estamos con casas sin gente y gente sin casa, precios desorbitados y un movimiento especulativo en el barrio”.

Ana reivindica en todo momento la importancia del barrio. Su hijo ha crecido en esas calles y ella no quiere irse a la periferia y perder esas raíces. “Una vivienda no son solo las cuatro paredes, es un entorno, yo quiero quedarme en el barrio donde conozco a la gente. Los vecinos nos cuidamos, eso lo hace el barrio y la comunidad, en el momento en el que nos echan de nuestros barrios rompen todo ese tejido y estamos perdidos”.
Expulsión de la población
Chabier Gimeno es sociólogo y experto en procesos urbanos, está trabajando en un proyecto enfocado en el barrio de las Fuentes. Expone que, en La Magdalena se está dando “un proceso de expulsión de la población por la precarización” y que esa población se está desplazando a zonas de Las Fuentes. Explica que estos procesos no suceden de un día para otro y que la “no rehabilitación de zonas de la ciudad” ha generado una “degradación de la vivienda”: “Hay compradores que están comprando vivienda muy degradada sabiendo que la van a alquilar, llegan a sacar dinero de cualquiera”. Expone que hay situaciones de personas hacinadas en pisos, “gente sin recursos que tiene que acudir a estas alternativas habitacionales”.
Tras la degradación, llega “la expulsión”. Gimeno asegura que las familias con menos recursos “están siendo expulsadas del centro urbano”. Explica que, en el caso de la Magdalena, no se ha rehabilitado durante años y que ahora se dan situaciones en las que conviven en un edificio familias y personas que llevan toda la vida en el barrio “con un narcopiso”. Asegura que esto está directamente relacionado con la expulsión de las clases populares de ciudades como Barcelona, “están llegando aquí, allí el proceso es mucho más bestia”.
En el caso de Zaragoza, ahora se está empezando a rehabilitar el centro, pero “para otro tipo de usos, estamos en la siguiente fase de la gentrificación”. Y considera que la línea de tranvía es la que marca “las zonas de renta que importan de la ciudad, en términos urbanos, desde Plaza España a San Francisco, todo se rehabilita”.
Los problemas de vivienda y la gentrificación se van a debatir en el Pleno del Ayuntamiento a raíz de una moción presentada por Zaragoza en Común. Plantean la creación de una oficina pública de gestión de las viviendas de alquiler asequible, en colaboración con el gobierno de Aragón, con el fin de garantizar el cumplimiento de los requisitos de los inquilinos/as y que la adjudicación de esas viviendas se haga de manera justa y transparente.
El concejal de ZeC, Suso Domínguez, expone que la ciudad atraviesa una “emergencia habitacional”: “El precio del alquiler se ha disparado hasta el punto de que resulta casi un milagro encontrar un piso en cualquier barrio de Zaragoza por menos de 650 euros”.
Domínguez explica que la vivienda es en Zaragoza “un negocio lucrativo donde han entrado los fondos de inversión con mucha fuerza, comprando viviendas en muchas ocasiones habitadas por inquilinos, convirtiéndolos en alquiler por habitaciones o simplemente para alquilarlas a un mayor precio, lo que acaba expulsando a los vecinos y vecinas del barrio donde han vivido toda la vida”.
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