Disciplinas teatrales a través de los maestros de la escena: “Quien deja de aprender se oxida, está muerto”

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Alejandro Luque

Sevilla —

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Silvia Garzón llegó en 1998 al laboratorio TNT de Sevilla, un espacio de formación e investigación en torno a las artes escénicas, y se incorporó a la compañía Atalaya al año siguiente. Desde entonces, ha ido acumulando las enseñanzas de los profesores visitantes que han venido de todas partes del mundo a lo largo de estos años y poniendo en práctica sobre el escenario todo ese bagaje. No parecía descabellado reunir todas esas experiencias en un libro. Y eso es lo que ha hecho con 'Danzando con maestros', un volumen autopublicado que empezó como un pasado a limpio y va camino de convertirse en una preciosa herramienta de trabajo.

“El libro ha sido y está siendo todo un viaje”, explica la autora. “Todo empezó con el rescate de mis apuntes que guardaba, como buena alumna, de mis 26 años de laboratorio. En principio no lo iba a editar, solamente se iba a quedar en una estantería de TNT como documento: unas 50 páginas para un boleTiNT, revista que publica Atalaya TNT. Pero se me fue la mano, me pudieron las ganas de seguir con entrevistas, viajes… ¡Este acaba de salir y ya estoy con la segunda parte!”. 

Garzón (Sevilla, 1973) celebra haber podido asomarse a lo largo de estas dos décadas y media a disciplinas tan diferentes como el kathakali de la India, el teatro Nō y la danza butō de Japón, el teatro brechtiano, el isabelino, la Commedia dell’arte… Y todo ello de la mano de grandes conocedores y docentes de cada especialidad. En este sentido, la danza del título no se refiere tanto al baile, que también, como al movimiento con estos referentes fundamentales. 

El maletín del aprendizaje

Los recuerdos se agolpan en la memoria de esta actriz desde aquel primer taller de teatro brechtiano del Berliner Ensemble de 1999 hasta hoy mismo. “Tuvimos como profesor al bailaor flamenco Israel Galván mucho antes de ser premio Nacional, también a Isabel Vázquez y Manuela Nogales en contemporánea. Tomas todo ese aprendizaje y te lo llevas como un maletín, y al final cada uno vamos tomando lo que nos llama la atención. Una compañera hizo un taller y desde entonces va cada año a la India a seguir formándose, otra a Bali, hay quien siguió aprendiendo la técnica de Roy Hart…”.

Entre esos alumnos del último cuarto de siglo figuran nombres tan respetados hoy como el de Juan Dolores Caballero, Pepa Gamboa o Vicente León, y siguen formándose jóvenes talentos de la escena, ahora con la visita de siete maestros internacionales cada año. Cuando se le pregunta a Garzón quiénes dejaron una huella más profunda en ella, le resulta difícil escoger, pero al final se decanta por la actriz Roberta Corrieri. “Es mi madrina. Me enseñó, entre otras cosas, lo que era un menú: la necesidad de ir a la sala cada día teniendo lo que quieres hacer por escrito”.   

Tampoco olvida enseñanzas como la de Doreen Thobekile, “que vino a enseñarnos canto zulú. Eso es algo difícil de compartir por escrito, se trata de estar presente y punto, pero aun así he intentado plasmarlo”, explica. “Ella me enseñó a no decir nunca ‘no puedo’. Me veo con ella en la plaza de San Lorenzo, tocando un arpa de boca, me hice daño y no quería seguir. ‘Silvia, tengo 60 años, si digo no puedo me cierro un camino’. Me demostró la importancia de alinear tu pensamiento con tu actitud”. 

Generosidad y amor

Por otro lado, el butō que aprendió de Natsu Nakajima “es lo que más me ha tocado. Se produce una conexión muy potente con el cuerpo, que roza la espiritualidad. Es como parar el tiempo, auténtica meditación en movimiento que incorporamos mucho, por ejemplo, en nuestro espectáculo Marat-Sade”, apunta. 

“El maestro de mimo Tom Leabhart, por su parte, nos ayudó a aceptar los errores y a verlos como enseñanzas”, añade Garzón. “Esperanza Abad, que hizo todo el trabajo de técnica vocal de base para Atalaya, nos enseñó a trabajar de manera integral. Con John Kalamandalam nos puso en contacto la periodista Rosalía Gómez, fuimos a la India y nos ayudó mucho a trabajar la coordinación, la mirada, el centro del cuerpo. Él a veces actúa con una vela, al aire libre, con el campo detrás… Y es impresionante”. 

Al final, concluye la actriz, “de todos ellos, aprendes la generosidad de compartir, el amor y la dedicación por el oficio”. Una voluntad y una dedicación a las que Garzón quiere corresponder con su libro. “Los diez primeros años en TNT pasaba doce horas diarias en el teatro, pero ya voy encontrando tiempo para otras cosas”, sonríe. 

Técnica al servicio de la creatividad

Cuando piensa en los jóvenes que recién están empezando, opina que “hay que tener en cuenta que al principio no te encuentras todo esto de golpe. Lo primero, de hecho, es formar tu cuerpo para poder recibir distintas técnicas, no vas a empezar del tirón haciendo commedia dell’arte o kathakali. Es necesario un entrenamiento previo, antes de pasar por entrenamientos distintos, con la idea de crecer poco a poco, cada día. El objetivo último es poner esas técnicas al servicio de la creatividad”. 

“Todo el mundo necesita seguir aprendiendo para dar lo mejor de ti, quien deja de aprender se oxida, está muerto”, concluye la actriz. “Incluso para dar clases, quiero mejorar mis herramientas, en el escenario y en el aula. Acabo de hacer una formación en midfullness, por ejemplo. Cuando empiezo un nuevo proyecto, me pregunto, ¿cómo está mi cuerpo? Tengo que prepararlo, escuchar música nueva, leer cosas nuevas… No hablo solo de técnica. Para mí la técnica va ligada a ser cada vez más íntegra y coherente. A ser, en definitiva, mejor persona”.  

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