Todos los miércoles, el corresponsal de elDiario.es Andrés Gil explica las claves de lo que sucede en el EEUU de Donald Trump. Porque lo que pasa en Washington no se queda en Washington.
Trump acelera el gasto militar en la OTAN, y Europa le sigue (casi) sin rechistar

Esta semana te escribo con un día de retraso. Nos tocaba seguir a Donald Trump y cubrir la cumbre de la OTAN en La Haya, que ha terminado este miércoles por la tarde. Y, como el presidente de EEUU es imprevisible, preferí esperar a que pasara la reunión para escribir estas crónicas.
Y creo que ha merecido la pena.
Cuando nos acreditamos, a principios de abril, no teníamos muy claro cómo se desarrollaría, pero era la primera cumbre que se celebraba con Trump desde su regreso a la Casa Blanca y nos movilizamos la corresponsal en Bruselas de elDiario.es, Irene Castro, y el de Washington –yo mismo–.
Desde entonces, el ambiente se ha ido calentando. La OTAN, con su secretario general, Mark Rutte, a la cabeza, estaba pidiendo el año pasado subir del 2% del PIB en gasto en defensa al 3%. Pero llegó el 5 de noviembre, el triunfo electoral de Trump y, después, el 7 de enero pasado.
Ese día, desde Mar-a-Lago, donde Trump tiene su mansión de Florida, todo empezó a saltar por los aires: “Creo que la OTAN debería tener un 5%. Si vas a tener un ejército regular, estás en un 4%. Están en territorio peligroso. creo que deberían aceptarlo. Todos pueden permitírselo, pero deberían estar en un 5%, no en un 2%”.
¿Por qué el 5% y no el 4,5%? ¿O el 6%? ¿O el 7%?
Aquella vez, a dos semanas de su investidura, fue la primera en que Donald Trump pide disparar el gasto en defensa: eso sí, no explica cómo ha llegado a esa cifra. Pero el 5% ya empezó a volar solo.
España, por su parte, llegó al 2% en abril, con crisis interna en el Gobierno de coalición y también entre los grupos de la investidura, y subir aún más el gasto parece problemático hacia afuera y hacia adentro.
A partir de ahí, la escalada al número mágico del 5% es continua y cuenta con la colaboración necesaria de Rutte, un secretario general que ha demostrado lo servil que puede llegar a ser con el presidente de EEUU.
En estos cinco meses, la presión de EEUU se ha multiplicado, ha hecho llegar a todas las capitales que necesita que le compren el 5%, y nadie le decía que no, nadie ha cuestionado, empezando por Rutte, que la cifra del 5% sea correcta: la escalada por gastar más y más en defensa no ha encontrado contrapesos.
Los hay que argumentan que contribuye a la autonomía estratégica europea, cuando ese aumento del gasto se produce en el seno de una organización cuyo jefe es el inquilino de turno en la Casa Blanca. Y ahora lo es una persona arbitraria y vengativa con una agenda ultra.
Para que el 5% se hiciera más digerible para los miembros de la Alianza, Rutte se inventó que ese componía de dos cestas: una, de un 3,5% –que más o menos casaba con lo que iba defendiendo él en 2024–, que corresponde a gasto puro en defensa; y otra del 1,5%, que viene a ser un cajón de sastre que ayudaría a los aliados a llegar a la cifra mágica del 5% y en el que se podrían añadir infraestructuras, ciberseguridad y otros gastos asociados con la defensa.
Los ingredientes de esa segunda parte aún están por terminar de definir, así como las métricas que se van a utilizar, pero, en principio, es un esquema para contentar a Trump sin añadir mucha más presión a los 32 miembros.
Pero, claro, en la declaración aprobada este miércoles, en los titulares de los medios de todo el mundo, en los discursos, el 5% –es decir, pasar de 1,5 billones de euros a 2,5 billones de euros anuales en defensa– es el hito de esta cumbre: un billón más al año –en un plazo de una década, con una revisión de objetivos en 2029– en defensa.
Un billón más al año. Un billón más al año –España, por ejemplo, tiene un PIB anual de 1,6 billones y gasta 200.000 millones anuales en pensiones–. ¿Y a todo el mundo le parece bien? ¿Se ha explicado bien a la ciudadanía para qué, en qué se va a gastar y qué repercusiones tiene en el resto de partidas del país?
La declaración aprobada este miércoles, de cinco puntos, donde no se dedica ni un solo epígrafe propio a Ucrania y Rusia, donde tampoco aparece China, no justifica esas nuevas amenazas que requieren gastar un billón de euros más al año en defensa.
¿Cómo esa declaración puede santificar pasar de 1,5 billones a 2,5 billones en defensa sin siquiera definir esas nuevas amenazas urgentes y el detalle de para qué? Porque, en primer lugar, el 5% es una ocurrencia de Trump; nadie en la OTAN, salvo España, ha cuestionado la cifra, y la bola de nieve es tan grande que ya nadie puede pararla.
Eso sí, cuanto más gasten en defensa los miembros de la OTAN, más compradores tendrá la industria armamentística estadounidense, más empleos se generarán en EEUU y más mejorará la balanza comercial estadounidense con respecto al resto, que es una de las principales obsesiones de Trump.
La OTAN como ¿lastre americano?
Donald Trump ha estado vendiendo desde que está en la Casa Blanca el concepto de que la OTAN es un lastre para EEUU, dibujando la organización como una casa en la que él es el daddy, que diría Rutte, y quien corre con todos los gastos de unos hijos egoístas que viven felices y seguros gracias a eso.
Pero lo cierto es que la OTAN es mucho más: permite a EEUU tener bases con soldados desplegados en media Europa, le hace exhibir su hegemonía en Europa frente a otras influencias geopolíticas –ya sea Rusia o China–, mantiene un eje contrapuesto al sur global, por ejemplo, y sitúa a Europa dentro de su órbita de intereses geoestratégicos. Es más, cuando ha entrado en crisis el flanco oriental, como ha ocurrido con la invasión rusa de Ucrania, la OTAN ha ganado miembros –Suecia y Finlandia–.
La OTAN, además, es un mercado cautivo para la industria estadounidense y un espejo en el que se proyecta el poderío de Washington fuera de sus fronteras. Pero a Trump eso le parece poco, o no le interesa lo suficiente, y hasta amenaza con no cumplir el artículo 5 de la Alianza, que obliga a todos a defender a un miembro atacado –solo se ha invocado una vez, y por EEUU, tras los atentados a las Torres Gemelas–.
La OTAN nació para disuadir a la URSS y el bloque soviético, y marcar el área de influencia militar de Washington frente al de Moscú. Era 1949, y ahora, en 2025, el mundo es muy diferente no hay ni URSS ni bloque soviético, pero esa organización militar no solo no está en “muerte cerebral” como dijo Emmanuel Macron en 2019, sino que acaba de aprobar gastar un billón más al año en defensa.
Pero, ¿para qué?
Recortes sociales
Lo reconoció el primer ministro británico, Keir Starmer, cuando aprobó dar el salto hacia el 3%, y también lo explica el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su carta a Rutte de la semana pasada en la que dice que España no puede llegar ahí: es imposible acometer esas obligaciones sin recortes sociales. No hay dinero en ningún país para eso. Si se gasta más en defensa, en armas, en seguridad, hay que recortar en otras partidas. Incluso la Administración Trump se jactaba este miércoles de las protecciones sociales que tiene Europa gracias a que gasta menos en defensa.
En efecto, las cuentas son vasos comunicantes, son un debe y un haber. Y no hay dinero para todo, y en eso consiste la política: en elegir prioridades.
Pero ese es un debate que no ha estado presente en la cumbre, ni dentro ni fuera de la sala.
¿Por qué? Porque se ha dado por descontado, porque si Trump pide ir al abismo, todo el mundo va detrás. Según fuentes conocedoras de los debates dentro de la sala de los 32, los discursos de muchos países fueron tan serviles como los de Rutte, agradeciendo permanentemente a Trump por su contribución.
Apenas Macron, cuentan, mencionó que la guerra comercial pendiente de resolver con EEUU supone un lastre para llegar a los objetivos de gasto militar que impone EEUU.
Pero, fuera, en las comparecencias, en las declaraciones, nadie, salvo España, ha levantado la voz para alertar de lo que supone para las economías, para los modelos sociales, las garantías de derechos, armarse hasta los dientes y pedalear en esa dinámica sin siquiera tener un horizonte.
Trump Vs España
El miércoles estalló todo. Donald Trump llevaba una decena de preguntas, había pasado media hora de comparecencia y todo llevaba un tono más o menos previsible: insultos a Joe Biden, a la CNN, a los medios que no le doran la píldora, etc... Un poco lo habitual. Sólo faltaba acordarse del presidente de la Fed y del gobernador de California.
Pero, en ese momento, el presidente de EEUU le da la palabra a una compañera de la Agència Catalana de Notícies (ACN), Natàlia Segura, quien empieza a preguntar por España. Trump ya no le deja terminar la pregunta y lanza toda una verborrea que acaba con una amenaza comercial de difícil concreción y de efectos relativos mediada por acusaciones diversas: “Lo que han hecho es terrible, tendrán que pagar el doble comercialmente”.
En ese momento, Trump da un titular con el que todos los medios de España abrieron todo el día, marcó la agenda y redobló el pulso abierto con el Gobierno español desde el jueves pasado –un pulso que ha servido a muchos medios como arma arrojadiza contra el Gobierno, aunque eso supusiera alinearse con los ojos cerrados en torno un ultra como Trump y con una causa como la del 5% en defensa–.
Dos turnos de palabra después, Anna Buj, de La Vanguardia, repreguntaba al presidente de EEUU, quien volvía a quedarse a gustísimo amenazando a España: “Me voy a ocupar yo mismo”.
Como explicaba Yago Álvarez en X, “la diferencia entre gastar un 2,1% y un 5% del PIB supone unos 52.000 millones: España exportó a EEUU unos 17.000 millones en 2024. Podríamos subvencionar el 100% de lo que pierdan nuestras empresas si Trump nos declara la guerra comercial y aún así ahorramos dinero”.
Además, si Trump atacara algún sector concreto español –la aceituna negra, el cava o el chorizo de Pamplona–, automáticamente la respuesta tendría que ser comunitaria porque las competencias en Comercio están en la Comisión Europea.
¿Qué pasaría después?
A menudo, con Trump, uno tiene la sensación de que muchas de las cosas que dice no están suficientemente elaboradas ni, por supuesto, sustentadas, y que va reaccionando por la necesidad que tiene él de estar siempre presente en el debate, de ser el protagonista mundial de todo.
Y si Trump arrancó el viernes golpeando a España, terminó el miércoles de la misma manera: la cumbre de la OTAN ha evidenciado el antagonismo entre la Administración Trump y el Gobierno español.
¿Excepción española en la OTAN?
Es un debate interesante. El secretario general de la OTAN y muchos líderes han insistido en que no hay excepciones en la declaración y que aplica a todos los países. No obstante, la declaración que asumen los 32 países habla del 5% y menciona a “aliados”, en vez de “los aliados”, “los 32 aliados” o “todos los aliados”.
España, además, esgrime una carta de Rutte a Pedro Sánchez en la que “confirma” que España tiene un “camino propio” para alcanzar los “objetivos de capacidades” marcados para la década y que en 2029 habrá una revisión.
Todo eso le sirve al Gobierno español para argumentar que su compromiso es con los objetivos y no con el 5% y que le vale con un 2,1% de gasto en defensa para cumplir con las capacidades que fija la OTAN. Pero la Alianza no termina de creérselo, y Rutte asegura que al final España tendrá que gastar el 3,5% –que es su cifra fetiche, como el 5% lo es para Trump–, mientras que el Gobierno asegura que sus técnicos del ejército le dicen que con el 2% les alcanza.
Ese acuerdo, también, es el que enfurece a Trump. Su secretario de Estado, Marco Rubio, lo calificó el miércoles de “insostenible”, y Trump lo tachó de “terrible”, a pesar de que él mismo también dijo el viernes que no piensa llegar al 5% de gasto en defensa.
Pero, ¿cuál es la realidad de las cifras?
¿Puede España hacer con el 2,1% lo que a los demás le cuesta el 5%? En la OTAN no se lo creen, pero el Gobierno insiste en que es posible.
Para empezar, tendrá que definirse qué va en cada cesta –del 3,5% y 1,5%, respectivamente– y cuáles son las métricas para después ver cómo queda el total. Y a nadie le extrañaría, aunque este miércoles el presidente Sánchez dijera que en su 2,1% está incluido el 3,5% y el 1,5% de los demás, que haya partes que no lo estuvieran.
Y, luego, hay otro elemento de fondo, y es que el sentido común entre los dirigentes políticos occidentales y la mayoría de la opinión publicada y los principales medios es que está bien gastar mucho más en defensa aunque eso suponga recortes sociales, que es mejor no responder a Trump y esperar a que se vaya y luego retomar el curso de las cosas que enfrentarse al presidente más poderoso del planeta –como si el curso pudiera retomarse fácilmente después de cuatro años de Trump–, y que todo eso es compatible con reforzar la autonomía estratégica de Europa mientras se cumplen los dictados de la Casa Blanca dentro en la OTAN.
Parecen demasiadas cuadraturas del círculo.
En resumen: la declaración de la OTAN, que no es vinculante legalmente –en contraposición con las conclusiones de los Consejos Europeos–, establece el 5%; España cuenta con una carta de Rutte que le da flexibilidad, lo cual enfurece a Trump; y entre el Gobierno español y la Alianza Atlántica hay discrepancias sobre la cifra de PIB que al final necesitará España: en Madrid piensan que le vale con el 2,1%, pero en Bruselas creen que al final no podrá evitar estar en cifras similares a los demás socios que comparten los mismos objetivos que España.
Si eso pasa, si al final ocurre lo que dice Rutte y España no se queda en el 2,1%, que ya fue problemático para los socios del Gobierno y de la investidura, si al final España se ve inmersa en la escalada militarista con el resto de miembros de la OTAN –para lo cual seguramente necesite nuevos presupuestos, algo que no está sencillo–, está por ver los efectos políticos que eso puede tener, sobre todo si empieza a tener impacto en forma de sacrificios sociales y recortes.
Pero, para eso, seguramente habrá que esperar y, por supuesto, ir contándolo.
Y con esto ya te dejo hasta la semana que viene, ya de vuelta en Washington.
Un saludo y gracias por estar ahí.
Andrés
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Todos los miércoles, el corresponsal de elDiario.es Andrés Gil explica las claves de lo que sucede en el EEUU de Donald Trump. Porque lo que pasa en Washington no se queda en Washington.
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