Espacio de opinión de Canarias Ahora
Turismo, religión y felicidad
Ahora que estamos en Semana Santa no faltan articulistas que comenta la pérdida de la presencia de la religión en nuestros espacios públicos, a veces como algo bueno, a veces como algo malo. Aunque no es fácil llegar a un acuerdo acerca de lo que es una religión digamos que tiene que ver con lo que se piensa que es el bien (o el mal), con ciertas verdades que se consideran dogmas, que implican la expulsión de la comunidad (ex comunión) a quienes las cuestionan y con una idea de lo que es el bien común. En realidad, más que una desaparición de la religión, lo que ha pasado es sencillamente que hemos cambiado de religión. Antes lo que estaba presente en nuestras calles y carreteras era el nacional-catolicismo, ahora es el capital- consumismo.
Pensaba en esto mientras llevaba a mi madre de paseo un domingo de Ramos al Pico de Bandama. Había tantos turistas que no había manera de aparcar para que una señora de 86 años se pudiera asomar. Y tenías que conducir con cuidado porque los coches de alquiler de guiris poco acostumbrados a las curvas canarias invadían el carril contrario. ¿Es bueno que haya tantos turistas? El capital- consumismo, afirma: “Bienaventurados los que tienen mucho dinero, porque con él pueden adquirir en el mercado bienes y servicios, y eso les dará la felicidad (o el reino de los cielos)”.
Que haya tantos turistas acaba generando que más personas puedan trabajar en un rent a car alquilándole coches a los guiris. En lo que va de siglo, medio millón de personas han llegado a las islas, atraídas por las posibilidades laborales en el sector turístico. Que haya tantos turistas genera rentas empresariales para nuestra industria turística: ahora tenemos aquí algunas de las 100 mayores fortunas de España, algo impensable en la época del nacional-catolicismo.
Por la tarde llevo a mi madre al Paseo de Las Canteras. Desde que naciera, en plena época del nacional-catolicismo, en 1938, la playa ha sido para ella una inagotable fuente de felicidad. Jugar al clavo en la arena siendo una niña, mocear de joven o, ya de mayor, sentarse en el paseo a ver la vida y la gente, venida de muchas partes del mundo, pasar. Claro que todo eso, para ella que nació aquí, es gratis. ¿Da el dinero la felicidad? Los estudios al respecto, realizados en muchos países del mundo, sugieren que la relación entre dinero y felicidad no es una relación lineal. Es difícil ser feliz cuando no tienes qué echarte a la boca ni un lugar donde dormir, pero una vez superado cierto umbral, que ganes el doble de dinero no te va a hacer el doble de feliz. Yo tuve la suerte de nacer aquí, no 200 kilómetros más al este, en ese Sáhara al que viajaba mi abuelo cuando era una provincia española, y mi vida ha sido más fácil que las de quienes han nacido en los campamentos de refugiados de Tindouf. Pero, por más que Elon Musk o Marck Zuckerberg puedan ganar mil veces más que yo, no tienen una vida mil veces mejor que yo, ni son mil veces más felices. Yo puedo ver atardecer en Las Canteras, mientras el sol se pone justo detrás del Teide, y puedo pensar que trabajo justo ahí debajo, y que con mi trabajo he aportado un granito de arena a que estas islas sean un poquito mejor. Teniendo en cuenta que ya están pensando en irse a Marte, dudo que ellos estén convencidos de que, con su trabajo, además de ganar mucho dinero, han hecho de este un mundo un lugar mejor para vivir.
El turismo es uno de los autos de fe más genuinos de la nueva religión del capital-consumismo. Se basa en la creencia de que ser feliz se resume en poder tener dinero como para poder comprar, como si fuera un bien de consumo, cualquier lugar del planeta. Quizá al proletariado de Liverpool, Dortmund o Copenhague que tiene carencia de vitamina D una semana al sol de Puerto del Carmen, Costa Calma o Las Américas les haga sentir un poco más felices. Pero dudo que puedan emocionarse como yo al ver atardecer desde Las Canteras, playa a la que yo estoy ligado desde que mi madre era una niña, mucho antes de que yo estuviera ni siquiera en proyecto.
Tal día como el Domingo de Ramos de hace 70 años, cuando mi madre era apenas niña, las calles y carreteras estaban ocupadas por manifestaciones de la fe popular en la religión entonces dominante, el nacional catolicismo. Como a alguien se le ocurriera cuestionar eso era tildado de mal español, masón o comunista y objeto de ostracismo. Ahora, si me a mí se me ocurre decir que las manifestaciones de la fe popular en la religión actualmente dominante, el capital- consumismo, me resultan un incordio cuando quiero pasear a mi madre me tildan de mal canario y turismofóbico. Reconozco que soy un hereje: soy un creyente convencido en la idea de que más dinero no da más felicidad. Claro que digo esto porque para mí llevar a mi madre, uno de sus últimos Domingos de Ramos, a disfrutar de Las Canteras, no es algo que se pueda comprar con dinero. La religión que domina nuestro mundo actual es el capital consumismo: “bienaventurados los que ganen mucho dinero, porque ellos heredarán la tierra”, es la adaptación del Evangelio de Mateo que hace esta nueva religión. Pero no todo en la tierra se compra con dinero. Lo que me dejaron en herencia mis padres no son unos cachitos de tierra que se puedan convertir en dinero. Son un encuentro entre la tierra, el cielo y el mar que están ligados a lo que soy desde mucho antes de que yo estuviera siquiera en proyecto. Aunque no se compre con dinero, acompañar a tu madre a la playa en la que se crio sí que contribuye a la felicidad.
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