Juernes de Por Fogones
El Gamonal, un paraíso para los amantes del bocata de toda la vida

Bar Restaurante El Gamonal.

Javier Suárez

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El Gamonal es uno de esos rincones que acogen a centenares de clientes semana a semana, muchos de ellos ya casi familia, pero que suelen pasar muy desapercibidos para los que nos dedicamos a escribir de este saturado mundo de la gastronomía, donde brillan aperturas sonadas o excéntricas, y a cambio nos olvidamos de poner en valor a la gente que lleva años bregando a pie de calle. Es por eso que este Juernes de Por Fogones va dedicado al bar restaurante El Gamonal, lo que a su vez puede ser considerado un pequeño homenaje a todos los que hacen este trabajo en barrios, calles y pueblos de toda Canaria

Conocí a Miguel y Esther cuando fui jurado en la Ruta de la Tapa Calles Con Arte que celebró la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria allá por el mes de marzo. Había pasado un millón de veces por delante de su bar, posiblemente me habría tomado más de uno y de dos cafés y una de sus pulgas de pata, pero mi snobismo o mi falta de vista no me había hecho fijarme en serio en ellos.

Aquí entono mi mea culpa (y el de muchos escribidores gastronómicos de toda España) que nos hemos vuelto tan elitistas que olvidamos las raíces de nuestra esencia como son los bares de toda la vida. Se nos llena la boca pidiendo Estrellas Michelin para la gente que cocine de verdad, pero después pasamos de largo por esos sitios donde desde siempre se cocina de verdad.

En esa ruta de la tapa descubrí un matrimonio con algo especial en la mirada y en su forma de trabajar, de hecho tuvieron un reconocimiento especial por parte del jurado por su manera de cuidar y tratar el recetario tradicional. Pero a partir de ahí, cuando he ido al Mercado Central a comprar, en ocasiones me he metido a tomar un café o echarme un bocadillo, y poco a poco he descubierto este tesoro oculto que tenemos en la ciudad.

Mis ojos empezaron a abrirse en serio con algo tan sencillo como su bocadillo de pata: “No llega nunca al mediodía, en formato pulga o normal, es un fijo de la casa”, cuenta Miguel.

Mientras estaba tomándome el bocata de pata llegó otro cliente y le pidió un “pepito de ternera”, y ahí se me erizaron los pelos, hacía años que no escuchaba pedir un pepito y menos que un local lo tuviera. Cuando le pregunté a Miguel me dijo que era otro de esos bocadillos que llevan haciendo desde hace años y que no pueden ni quieren quitar de la carta. Quedé con él en que pronto iría a probarlo, cosa que hice a la mañana siguiente.

Y créanme cuando les cuento que el día que probé el pepito de ternera con su majado de perejil y el queso fundido casi me echo a llorar. Me recordó a esos bocatas que de joven sí podíamos encontrar en cualquier bar de Guanarteme y que hoy han sido sustituidos por modernidades alejadas de cualquier atisbo de alma y, por supuesto, menos sabor y calidad que este.

Esther me decía que hace el majado de ajo y perejil todas las mañanas. “El entrecot lo corto yo a diario según me lo traen del Mercado Central y lo hago como si fuera para mí; no concibo otra manera de cocinar que desde el cariño y respeto a mis clientes”. Yo les digo que desde ya es un bocata que repetiré sin descanso al menos una vez al mes, porque ese perfecto corte de la carne y su calidad dejan en paños menores a miles de hamburguesas malas que surgen en cada esquina.

Pero hablando con Miguel y Esther, mi sorpresa y ganas de seguir conociendo bocatas aumentaban. “Todos los viernes hacemos un bocata de albóndigas que gusta mucho; los jueves, uno de carne mechada que es otro de los imprescindibles de la gente, y también hacemos el bocata de croquetas del día”. Con esos datos estaba claro que tenía que seguir yendo.

Y así fue, el siguiente viernes acudí a probar el de albóndigas, que también venden por tapas y raciones pero que en bocadillo es un auténtico deleite. Con su salsita de tomate y el queso es de esos bocados que te hacen cerrar los ojos de felicidad. “Compramos unos cinco kilos de carne cada viernes y solo en bocadillos son más de 50 antes del mediodía. Quien lo sabe ya viene todos los viernes desde las 7 de la mañana a por su bocata de albóndigas”.

¡Y no me extraña!, es una absoluta locura de bocadillo. Al igual que en el de entrecot, se nota la mano de la canicería de Lorenzo Santana, que desde el Mercado Central les suministra las carnes que usan en esta santa casa. Y los panes, de La Madera, pan de verdad, más de 200 grandes y unas 100 pulgas que se venden diariamente solamente en bocadillos de todo tipo. “El pan siempre es de La Madera, panes de verdad con gente de aquí, no congelados ni similares”, como bien se encarga de recalcar Miguel y Esther.

No me iba a ir sin probar el bocata de croquetas que recuerdo que comía en el Bar Ñoño de antes, el de toda la vida, cuando terminaba de jugar al fútbol o coger olas en La Cicer. El de Esther es espectacular por lo ricas y sabrosas que son sus croquetas de pollo, pero ahora me falta probar el de croquetas con gambas al ajillo que hace algunos viernes.

Como toque final, no sólo de carnes viven los bocatas del Gamonal, el de pámpano a la plancha con su limón es suave y sabroso a la vez. “Compramos y preparamos el pescado a diario para que no se llene de agua cuando se congelan y tiran directamente a la plancha, como sucede en muchos sitios” explica Miguel, y eso se nota.

En resumen, en El Gamonal se comen unos bocatas de película (y tienen muchos más), ahora tengo ganas de conocer sus propuestas de menús diarios, que con estos antecedentes pinta más que bien.

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